Vitoria. Una semana para la esperanza es la que ha completado un Deportivo Alavés que regresa, por fin, a los puestos de play off de ascenso. Quizá los cinco puntos cosechados en los tres partidos que ha encadenado en apenas ocho días no son especialmente llamativos, pero lo cierto es que el equipo de José Carlos Granero ha mostrado una evolución más que evidente que hace al alavesismo recuperar una esperanza que parecía perdida. Cuarto ya en la tabla, El Glorioso ha sufrido una transformación que tiene que conducirle definitivamente hacia sus objetivos.
El punto básico sobre el que se apoya este equipo es la defensa. Apenas un gol, y de penalti, en los tres últimos compromisos y, lo que es mejor, una sensación de solidez que deja muy poco margen de maniobra a los oponentes. Una imagen vale más que mil palabras y esa visión es la de un Rangel que ha pasado a ser mero espectador en los últimos compromisos cuando en el arranque de la temporada en trabajo se le acumulaba.
En su versión mejorada, el Alavés recibe muy pocos goles porque también concede muy pocas oportunidades a los rivales. El guardameta valenciano, que en los primeros partidos tuvo trabajo para cansarse, apenas ha tenido que intervenir en los últimos choques. Sin ir más lejos, el Burgos no le realizó ni un solo tiro a puerta, mientras que ante el Bilbao Athletic solo tuvo que preocuparse en las jugadas a balón parado de Ibai Gómez.
Esta mejoría defensiva se ha convertido en la principal seña de identidad desde la llegada de Granero. Dos goles encajados en los seis últimos partidos es una cifra muy reseñable, más aún teniendo en cuenta que en los nueve compromisos en los que De la Fuente estuvo al frente del banquillo se habían recibido doce. Así, hasta en cuatro ocasiones ha conseguido dejar imbatida su puerta Rangel en la nueva etapa, mientras que solo una vez se fue sin encajar gol en la anterior.
El guardameta ha tenido mérito, cómo no, pero su imbatibilidad ha llegado propiciada por un evidente cambio a la hora de defender, una variación que ha complicado mucho la vida a unos rivales que casi siempre han tenido que ver de lejos al valenciano y sin oportunidades es muy difícil marcar.
Con tres meses cumplidos de competición, el Alavés ha demostrado que, por fin, sabe a lo que quiere jugar y es capaz de desarrollarlo sobre el terreno de juego. La presión adelantada desde zonas avanzadas dificulta mucho la salida de balón de los rivales y permite recuperar balones peligrosos, mientras que atrás los espacios se cierran muy bien al tener la línea defensiva el respaldo de un pivote, habitualmente Lázaro, dedicado a una labor oscura pero fundamental.
Para evitar riesgos, el equipo también ha tenido que suprimir aspectos que le estaban lastrando en el arranque del curso. Ya no se cometen pérdidas absurdas ni se corren riesgos innecesarios en zonas de peligro. En la transición de la defensa hacia el ataque exige Granero eficacia por encima de efectismos y el equipo ha respondido evitando todas las complicaciones.
El funcionamiento del entramado defensivo es notable, pero donde verdaderamente se marcan las diferencias es en ataque. Cierto es que el Alavés no ha disfrutado de su mejor versión goleadora en estos tres últimos partidos, sobre todo en Arlonagusia y Lezama, pero no menos cierto es que ha sido por falta de puntería y no por carencia de oportunidades en todos sus partidos. Esa chispa que se vio el sábado contra el Burgos, o anteriormente frente a Palencia o Logroñés, desapareció ante Lemona y Bilbao Athletic, pero en esos partidos, y sobre todo en el segundo, el cuadro albiazul disfrutó de innumerables ocasiones.
Complicado calendario Trece goles en seis partidos han conseguido los vitorianos habiéndose quedado, eso sí, sin marcar en uno por primera vez esta temporada. En los nueve primeros compromisos había conseguido catorce, cifra también relevante, pero ha sido en este último tramo cuando se ha visto al conjunto alavesista ganar partidos sin apenas sufrir.
La movilidad ha sido la clave de los últimos compromisos. Granero partió de un 4-4-2 que ahora ha pasado a ser un 4-1-4-1. Si antes se daba relevancia a las bandas quedando la parte central despoblada, ahora es en la zona ancha donde se concentra un mayor número de jugadores. Con el sostén que ofrece el pivote, la línea de cuatro mediapuntas disfruta de libertad de movimientos para ir hacia una zona u otra y aparecer con peligro en las proximidades del área. Esos espacios abiertos en las bandas también propician pasillos para unos laterales que comienzan a soltarse en ataque.
Pero, además de abundantes, el momento en el que se han conseguido los goles ha sido muy importante. Siempre se ha puesto por delante el conjunto vitoriano y casi siempre ha sido en los primeros minutos. Esa habilidad para desequilibrar los partidos a su favor desde muy pronto ha beneficiado mucho a un Alavés que, a partir de esas dianas, ha podido plantear los partidos a su gusto, asegurando el entramado defensivo y buscando después contras definitivas.
Llega ahora el momento de refrendar esas buenas sensaciones con un calendario de máxima exigencia. Salamanca, Ponferradina y Mirandés medirán la mejoría alavesista antes de que acabe el año.