tenía dudas José Carlos Granero de que en su primer partido en el banquillo del Deportivo Alavés se pudiera ver la versión del equipo que él desea construir, pero lo cierto es que en apenas cinco días de entrenamientos el técnico valenciano ha conseguido darle a este grupo una identidad de la que hasta la fecha había carecido. Sin necesidad de volverse loco, sin echar mano de ninguna revolución en el once, sin grandes alardes, el cuadro vitoriano despachó en Palencia el mejor partido de la temporada, aprovechando, eso sí, las enormes concesiones de un rival que se lo puso en bandeja. Ahí precisamente estuvo la principal virtud de este cuadro albiazul, que regalos había recibido muchos esta temporada pero que no había sido capaz de sacarles el rendimiento que obtuvo ayer para firmar una goleada.

De partida, Granero cumplió con los dos anuncios que había realizado de antemano. El "sistema madre", como así lo calificó el sábado, fue el 4-4-2, aprovechando de esta manera el arsenal de recursos en punta de ataque del que disfruta este equipo, en este caso apostando por Azkorra y Geni, quienes incomodaron enormemente a la zaga palentina. Por otra parte, el once que dispuso el valenciano no fue para nada transgresor, ya que los únicos cambios fueron los regresos de Sendoa por Luisma y de Lázaro por Quintanilla, además de la entrada de Moya por el sancionado Aridane. Nada de experimentos en la alineación, a pesar de haber trabajado varios a lo largo de la semana.

A partir de ahí, se pudo ver sobre el césped de La Nueva Balastera a un equipo con las líneas mucho más unidas. La defensa, mucho más adelantada, se pegaba casi a los centrocampistas para ganar metros al campo, mientras que la presión liderada por Geni comenzaba en los dominios del guardameta palentino. Esos rápidos movimientos, entre los que cabe destacar también el cambio en la defensa de las jugadas de estrategia donde ya no se meten todos los jugadores en el área y alguno aguarda el rechace en zonas de peligro para el rival, en busca de las recuperaciones fueron claves para desarmar a un conjunto local que, por esta presión, cometió muchas pérdidas graves que fueron castigadas por los albiazules.

Se vio también durante muchos minutos al Alavés a gusto con el balón, sabiendo cuándo era el momento de moverlo a ras de césped y cuando era más conveniente desplazarlo en largo. Mucho orden y poco riesgo, tal y como había solicitado Granero, lo que unida a la sensacional pegada de un equipo que en la primera parte aprovechó casi todas sus ocasiones deparó un partido plácido que ha de ser la base para crecer en el futuro.