Vitoria. El partido del pasado domingo en Segovia le ha servido al Deportivo Alavés para dejar zanjadas dos malas rachas que llevaban ya tiempo acompañándole. Sin tener en cuenta el triunfo en Sangonera la Verde ante el UCAM Murcia en la segunda eliminatoria de la Copa del Rey, la primera de ellas, la de no ganar a domicilio, cumplía ya su octavo mes de vigencia, mientras que la segunda, la imposibilidad de dejar su portería a cero, había acompañado al cuadro albiazul desde el arranque del curso. Tanto la una como la otra quedaron finiquitadas en La Albuera ante una Gimnástica Segoviana que, en este sentido, sí que sirvió de bálsamo para curar unos males que ya llevaban demasiado tiempo afectando al equipo vitoriano.

Desde el 6 de febrero de 2011 llevaba El Glorioso sin disfrutar de un triunfo como visitante. En el primer tramo de la pasada temporada, el equipo por entonces dirigido por Miguel Ángel Álvarez Tomé se destapó como una apisonadora cada vez que le tocaba subirse al autobús. Con diferencia, el Alavés era el mejor visitante de la categoría, pero el gol desde el medio campo de Óscar Martínez cuando se acababa el partido en Las Gaunas pareció ser el principio del fin para el cuadro albiazul. El 1-2 definitivo que rubricó el delantero orensano ante el Logroñés supuso el punto culmen de un equipo que a partir de ese momento, con muchos problemas añadidos, entre ellos los económicos que retrasaron las nóminas de los jugadores, se chocó contra el muro de la mala suerte en todos y cada uno de sus desplazamientos hasta el final del curso.

Así, en los seis partidos que restaban lejos de Mendizorroza para finalizar la fase regular, el Alavés solo fue capaz de sacar cuatro empates (Barakaldo, Lezama, Lemona y León) y dos derrotas (Miranda y Oviedo), mientras que ya en el play off de ascenso el conjunto vitoriano regresó de Melilla con un nuevo empate, con sabor a victoria pero igualada al fin y al cabo, y con una amarga derrota en el que fue su último compromiso de la temporada en el Anxo Carro lucense, donde los albiazules perdieron todas sus opciones de regresar por fin a Segunda División.

Muy mala suerte A esos ocho partidos consecutivos sin conocer la victoria como visitante con los que cerró el pasado curso, el conjunto alavesista, en las manos ahora de Luis de la Fuente, les siguió dando continuidad en el arranque de la campaña 2011-12. Un empate ante Osasuna B y sendas derrotas en los campos del Real Unión y del Guijuelo habían supuesto todo el bagaje de un Alavés que, además, en el estreno liguero ha practicado un fútbol paupérrimo cuando le ha tocado hacer las maletas. En Segovia, aunque el juego volvió a ser deplorable, al menos pudo el conjunto vitoriano poner fin a esa racha que se extendía durante más de ocho meses y por la que había acumulado once partidos consecutivos sin ser capaz de lograr el triunfo a domicilio.

La segunda racha negativa, la de encajar al menos un gol en todos los partidos de la presente campaña, la atajó por fin David Rangel con una parada que puede marcar el cambio de una trayectoria demasiado preocupante para los intereses albiazules. El penalti que detuvo el guardameta valenciano en el minuto 88 del partido contra la Gimnástica Segoviana permitió al cuadro albiazul, al fin, dejar su portería imbatida.

Este logro que, por ejemplo, el Mirandés lleva repitiendo en todos y cada uno de sus compromisos oficiales ya sean ligueros, coperos o en torneos menores como la Copa Castilla y León, le era completamente desconocido a un Alavés que había sido acribillado en todas sus comparecencias hasta el pasado domingo. Cierto es que los rivales no gozaban de demasiadas ocasiones y que casi todos los goles en contra llegaron en acciones aisladas, algunas con una gran fortuna al tratarse de auténticos golazos impropios de la categoría, pero no menos cierto es que la situación era elevadamente preocupante por repetirse de manera constante, una y otra vez en cada comparecencia liguera.

Osasuna (2), Real Sociedad (1), Real Unión (2), Eibar (1), Arandina (1), Guijuelo (2) y Zamora (2). Siete compromisos ligueros y once goles encajados. Muchos no, demasiados. Una cifra completamente inasumible para un equipo con aspiraciones de ascenso a Segunda División que debe dar continuidad en sus próximos compromisos al logro que consiguió Rangel de dejar, por fin, su portería sin mácula.