VINCULADOS al fútbol, a los negocios o, simplemente, viviendo de las rentas. Así es la vida hoy, diez años después, de algunos de los protagonistas que rozaron la gloria en Dortmund.
Antonio Karmona
El sempiterno capitán albiazul abandonó la práctica del fútbol hace unos años enrolado en el Eibar y, desde entonces, pasó a formar parte del amplio cuerpo técnico del Athletic. En la actualidad, ejerce como segundo del también exalbiazul Luis de la Fuente, en el filial rojiblanco. Además de para medirse al Glorioso en la Liga, continúa muy vinculado a Vitoria y Álava porque pasa temporadas en la casa que tiene en Labastida.
Pablo Gómez y Raúl Gañán
Ambos comparten residencia y actividad. El vizcaíno todavía se mantiene en activo a punto de cumplir los 37 años y busca el ascenso a Segunda División con el Eibar. Sin embargo, casado con una gasteiztarra, ha fijado su residencia en Vitoria y gestiona uno de los locales de hostelería más de moda de la ciudad. Idéntica ocupación a la que se dedica el único vitoriano que disputó aquella final de la UEFA. Tras hacer sus pinitos como entrenador en las categorías inferiores del Glorioso, ahora vive alejado de los banquillos y se centra en disfrutar de la familia y administrar los negocios de hostelería que regenta.
Javi Moreno
Los últimos zarpazos como futbolista los firmó Javi Moreno en el éxotico Ibiza, en Segunda B. Fue el epílogo a una carrera iniciada y culminada en el fútbol más modesto que, sin embargo, bien podría haber tenido un final distinto. Tal vez algo más acorde a las credenciales de alguien que vistió, entre otras, las camisetas del Atlético de Madrid, el Real Zaragoza o el Milan. “Javi podría haber hecho mucho más de lo que hizo en el fútbol si hubiese querido”, le recriminaría con cariño años después su valedor en el Deportivo Alavés, Juan Carlos Rodríguez.
El caso es que la despedida se produjo en el club balear, donde también militaba, por cierto, otro exalbiazul como Ibon Begoña, muy ligado a la isla desde que se retiró. El delantero valenciano puso fin a una trayectoria de película para un jugador de origen humilde, que antes de dar el salto a la élite a punto estuvo varias veces de tirar la toalla por culpa de las lesiones.
Se encargaron de evitarlo su padre y su representante, a la postre dos figuras clave en su desarrollo como profesional. “A mi padre se lo debo todo y a mi representante, que siempre fue el mismo, también. Desde un principio se lo dije claro: tú y yo a muerte, pero no se te ocurra mentirme nunca, nunca, que acabaremos mal. Así estuve con él tanto tiempo”, recuerda ahora.
Colgadas las botas, Moreno se tomó dos años sabáticos. “No uno ni tres, dos”, advierte con gracejo. Los dedicó a recorrer medio mundo, a recuperar el tiempo y la familia, a invertir en una vivienda espectacular en Burjassot (Valencia) y a quemar adrenalina practicando caída libre a más de 4.000 metros de altitud. Y también por supuesto a comer, siempre uno de sus grandes vicios, que ya empieza a pasarle factura ahora que han pasado tantos años. “Tengo que hacer algo rápido”, se repite cada día.
De seguir vinculado al fútbol, de momento, no hay nada en perspectiva para el delantero que en la final de Dortmund metió al equipo en el partido con un testarazo y una falta al borde del área. “La peor que tiré de mi vida, pero entró”, explica a DNA en el gimnasio de su vivienda, donde guarda como un tesoro más de 60 camisetas que vistió o intercambió a lo largo de su carrera. Entre ellas la de la selección española, “la que más ilusión me hace”, advierte.
Pero de fútbol profesional, de momento, nada. Prefiere disfrutarlo ahora como espectador y seguir en directo al Pep Team, donde juega su amigo Villa, con el que compartió vestuario en el Zaragoza. Y poco más. “Lo que rodea hoy a este deporte”, dice, “es todo mentira, hay mucha falsedad y falta respeto”, lamenta. A su juicio, la autoridad en un vestuario es sagrada -“eso lo aprendí en Vitoria con gente como Salinas, Desio, Karmona… les tenía casi veneración”-, y ahora eso no existe. “Igual le dices a un chaval algo en la caseta y te manda por ahí… No sé, me gustaba más lo de antes, cuando el fútbol era más puro”. Cuando El Glorioso era una “banda” de amigos y buenas personas, concluye Moreno.
Ibon Begoña
Las bondades de la isla de Ibiza le han atrapado y el vizcaíno pasa allí gran parte del año tras haber colgado las botas defendiendo la elástica del conjunto balear. De hecho, llegó incluso a ejercer de director deportivo de la entidad pero los problemas económicos del club le llevaron a la desaparición.
Jordi Cruyff
El hispano-holandés cumple su segunda temporada en Chipre como secretario técnico del Valleta C.F., un club humilde de la Primera División que representa una nueva y exótica aventura después de la que le llevó a Ucrania como jugador durante otras dos campañas. “Soy un tipo raro. Nunca me gustaron las cosas convencionales, así que ahora que estoy empezando en esto del otro fútbol, quiero aprender cosas nuevas. Y no todo está en Europa”, sostiene desde su Barcelona natal, donde acude, al menos, una vez cada dos meses.
Su última visita, además de para que el doctor Guillén le opere por novena vez su maltrecha rodilla izquierda, le ha permitido reunirse diez años después con Geli e Iván Alonso, compañeros suyos en aquella magnífica aventura europea que protagonizó el Deportivo Alavés. “Fueron buenos tiempos”, recuerda a las primeras de cambio. “Había jugado antes en grandes clubes como el Barcelona o el Manchester, pero fue en el Alavés, en Vitoria, donde realmente aprendí a sufrir y a disfrutar del fútbol”, explica.
La austeridad de aquellas pretemporadas en Luchon a las órdenes de Mané, “que tuvo mucha paciencia y confianza conmigo”, la tradición de los pintxos de los jueves o el ambiente del vestuario son recetas que Jordi trata ahora de exportar a su actual club, donde reconoce estar aprendiendo “en todos los sentidos” lo que significa un club de fútbol.
< VIENE DE LA PÁGINA ANTERIOR
Hermes Desio y Martín Astudillo
La dupla argentina de aquel centro del campo inolvidable vive el aniversario de Dortmund desde la distancia en su tierra natal. Instalado en la pequeña ciudad de Corral de Bustos (de la que se considera natural pese a haber nacido en Rosario), al sureste de la provincia de Córdoba, Hermes Desio se dedica a disfrutar de la tranquilidad de la Pampa húmeda, “una de las zonas con mejor carne de todo Argentina”. Tras ejercer como asistente de campo del club de Primera División Arsenal de Sarandí, decidió abandonar “el tumulto de Buenos Aires” para trabajar con la cantera del Sporting Club, equipo en el que comenzó su carrera. Ahora, son sus hijos Juan Pablo y Gonzalo, de trece y once años, los que tratan de hacerse un hueco en el mundo del fútbol. “No han salido mucho al padre en el carácter”, bromea.
Martín Astudillo, por su parte, ha regresado a su Mendoza natal junto a su mujer Patricia y sus hijos Matías y Sebastián. Aunque disputó sus últimos encuentros oficiales hace ocho meses con Rosario Central, no pierde la esperanza de recibir alguna oferta -ha estado a punto de fichar por un conjunto chileno- y alargar su carrera. De momento, aprovecha para “disfrutar de la familia” y seguir al Alavés desde la distancia. “Ojalá pueda ascender este año” desea El Pulpo.
Iván Alonso
Es el único, junto a Raúl Gañán, que continúa en activo de aquel plantel. Casado con una vitoriana y padre de dos hijos, apura sus últimos coletazos en el Espanyol de Barcelona. ¿Y después del fútbol? “No lo sé, no me he puesto a pensarlo ni sé si sería capaz”, advierte. De lo que sí tiene certeza es de que no regresará a su Uruguay natal ni para “pegar el último atraco” ni para vivir. “Me gusta demasiado esta tierra y me ha dado tanto como para despedirme”, defiende el charrúa.
Delfí Geli y Óscar Téllez
En Vitoria se reivindicó como futbolista durante tres temporadas y en Salt, su Girona natal, colgó definitivamente las botas. Ahí vive desde entonces, dedicándose a su familia y los negocios inmobiliarios en los que invirtió cuando era profesional. Pero el fútbol lo sigue llevando dentro el catalán. Tanto, que además de quemar adrenalina de vez en cuando con los veteranos del F.C. Barcelona en torneos de fútbol indoor, acaba de sacarse el título de entrenador nacional en el mismo curso que Óscar Téllez, en su tiempo uno de los mejores centrales zurdos de Europa. A pesar de su internacionalidad y su cartel, no hubo para el de Mejorada del Campo ningún retiro dorado, a pesar de desvelar hoy que tras la final contra el Liverpool le llegó una oferta millonaria del Bolton inglés. “No me dejaron marchar. Supongo que con Javi Moreno y Contra ya era suficiente aquella temporada”, lamenta Téllez. Continuó en Vitoria y protagonizó algunos de los momentos más amargos de la historia del club como el descenso a Segunda o la llegada a la presidencia del ucraniano Piterman, el germen de todos los males actuales del Alavés. Se despidió Téllez sin hacer ruido, casi por la puerta de atrás. Y se marchó a Madrid. “Estuve cuatro años sin saber de nadie ni de nada”, explica a este periódico en Madrid, donde acaba de firmar por el San Martín de la Vega, un equipo de Regional. “Lo he hecho para hacer un poco de deporte y para ponerme al día ahora que me he sacado el título de entrenador nacional. “¿Cómo andáis por Vitoria de entrenadores, os hace falta alguno?”, pregunta con ironía.
Cosmin Contra
Alavés, Milan, Atlético de Madrid, Getafe… Fue entrenador-jugador durante cinco jornadas del Timisoara, ganándolas todas, pero sus discrepancias con el presidente le hicieron dejarlo. “Ponte tú el chándal y entrena tú”, le dijo.
Vive a camino entre Madrid y Bucarest, donde tiene sus negocios. En España trata de convalidar su título de entrenador y juega el campeonato de fútbol indoor con los veteranos del Atlético de Madrid.
Dan Eggen
El central noruego de peculiar apariencia y que siempre parecía estar ensimismado en sus pensamientos protagoniza una intensa vida después de que la grave lesión que se produjo al intentar salvar un gol en contra para el Alavés en el Bernabéu -su rodilla impactó violentamente contra el poste- le llevase hasta la retirada. Gran aficionado al rock metal, ejerce de representante del grupo noruego de black metal El caco e incluso se le ha podido ver subido al escenario en un concierto de los míticos Pantera. Por si esto no fuera suficiente, entrena un equipo de la Primera División femenina en su país natal, el Kolbotn.
José Manuel Esnal, Mané
El técnico que condujo al Deportivo Alavés a sus momentos más gloriosos ha fijado definitivamente su residencia en Vitoria y, tras alguna experiencia más en los banquillos, se dedica a “ver mucho fútbol” y dar largos paseos con su perro. De momento, no se considera oficialmente “retirado” aunque reconoce que tendrían que ofrecerle un proyecto muy interesante para que volviera a vestirse de corto.
Miguel Ángel Pascual
Fue director general del Alavés durante cuatro campañas y nunca más quiso seguir ligado al fútbol, a pesar de contar después con jugosas ofertas del Sevilla, la Liga de Fútbol Profesional o el propio Deportivo Alavés, que le igualaba con los ojos cerrados la mejor oferta. “Gonzalo Antón me fichó para un año y estuve cuatro. Creo en los ciclos y el mío, entonces, terminó ahí”, señala hoy desde su despacho en la Gran Vía madrileña.
El padre de la camiseta rosa de aquella histórica Copa de la UEFA, la carpa de Dortmund o los helicópteros para presentar jugadores y repartir bufandas desde el cielo vitoriano es desde entonces un alto ejecutivo del Grupo Prisa. Al poco de abandonar Vitoria cambio su despacho del Paseo de Cervantes por uno más glamuroso en Chile, donde Prisa le enviaría tres años para poner en marcha un ambicioso proyecto radiofónico. Allí estuvo tres “magníficos” años para regresar después a Madrid y de allí, de nuevo, a Palma de Mallorca, siempre embarcándose en aventuras estratégicas.
Desde hace un par de años es el director de marketing y publicidad de todo el grupo mediático, con responsabilidades en España y Sudamérica. En estos momentos forma parte del sanedrín que está rediseñando el futuro de la compañía, en pleno proceso de reconversión.
Juan Carlos Rodríguez
El hombre en la sombra de aquel Alavés vive hoy alejado del fútbol en Valencia, “disfrutando de la vida” con lo ganado en su carrera y sin ninguna pretensión de volver a vestirse el chándal, como ya hiciera en su última etapa en el Córdoba. “No hay ningún proyecto que me motive y además me he hecho muy vago”, advierte. Después de un tiempo colaborando con medios locales y analizando la actualidad del Valencia, el tiempo para el fútbol, reconoce, se acabó. Como consecuencia de la presión que sufrió en sus últimos momentos en el club andaluz le fue diagnosticada una crisis vertical que le postró durante 13 meses en cama, “demasiado tiempo para pensar”, reconoce hoy. Lo aparcó todo, se olvidó de todo e incluso dejó de fumar aquellos puros que tanto dieron que hablar en Vitoria. De su etapa en el Alavés guarda El Bala “nostalgia” y satisfacción por el trabajo bien hecho. “Fuimos un ejemplo de club en todos los sentidos”, concluye.
Alberto Garmendia
El expreparador de porteros del combinado vitoriano defiende hoy en día los colores del Rayo Vallecano, virtual equipo de Primera División, al que llegó de la mano de su amigo Pepe Mel, que curiosamente también ha conducido al Betis a la Liga de las estrellas. El club madrileño está de nuevo en problemas económicos -como ya le pasó en Vitoria con la llegada de Piterman, con el que compartió varias temporadas-, aunque la llegada del nuevo dueño y presidente Raúl Martín Presa debe despejar el futuro.