cÓMO que dónde? En Dortmund, como todo el mundo. Algunos miles, in situ; todos, con el corazón. En pocas ocasiones sabremos con tanta exactitud dónde estuvimos en un momento tan determinado. Pocas veces contestaremos con tanta seguridad a una pregunta. ¿A que no recordamos, en cambio, qué hicimos ese mismo día el pasado año? La fecha del 16 de mayo de 2001 ha pasado a formar parte de la más importante efeméride de este club, la que nos dio a conocer en el ámbito futbolístico español, europeo y universal. Llegó a ser el punto culminante de un club sencillo que, a base de trabajo y buen hacer de todos, llegó a formar parte, en una campaña de ensueño, de un puesto en el olimpo del fútbol continental. La gesta protagonizada por el Deportivo Alavés provocó, con razón, la admiración de todos los aficionados (no solo) al fútbol en todo el mundo.

La final de la UEFA copa estos días, como no podía ser de otra manera, todos los medios de comunicación locales. Se ha hablado y escrito estos últimos días tanto sobre este acontecimiento que es difícil relatar algo que se desconozca, pues ya está dicho casi todo. Anécdotas tengo algunas. Entre ellas, podría citar la equivocación, en más de una ocasión, del entrenador del Liverpool, Gérard Houllier, cuando me saludó creyendo que lo hacía con su homólogo alavesista. El pobre debe de estar pensando todavía que al entrenador del Alavés lo veía en todos los lugares.

Vista la importancia que la fecha ha tenido en la vida del Alavés, uno se da cuenta verdaderamente de lo realizado aquel lejano 2001, a pesar de haber salido perdedor en un encuentro que fue calificado por la UEFA como uno de los 10 mejores de la historia de las finales. El partido se perdió, sí; pero nunca una derrota tuvo tantas muestras de admiración general. El fútbol fue cruel con el equipo modesto; fue tanto que a partir de ahí se decidió retirar de las finales el gol de oro.

Año tras año, conmemoración tras conmemoración, el recuerdo de esta final ha ido condensándose en un álbum de anécdotas y vivencias que al final se ha convertido en la memoria viva de cada uno de nosotros. Cada año le hemos ido añadiendo nuevos detalles: una palabra, una frase, una ilusión o una fantasía para ir conformando una gran caja repleta de recuerdos que todos hemos hecho nuestros. Para que en estos tiempos de escasez nos sirvan de consuelo y sosiego, de alimento, para no venirnos abajo y seguir en la brecha. Para soñar que a unos años de penuria, como los que nos toca vivir, le sigan otros de abundancia. Pero, en cualquier circunstancia, sintiéndonos muy orgullosos de pertenecer a un club tan digno de elogio y alabanza.

Sin duda alguna hay que celebrar este décimo aniversario como realmente se merece. Como debimos hacerlo en su día en aquel tétrico casino de la ciudad alemana. No he asistido a una cena tan sombría en toda mi vida (pero no solo porque estábamos a media luz, que supongo sería para no vernos la cara de funeral), en que la única nota de diversión la puso un jugador al que, incluso, se le criticó por ello. Creo que lo hecho era para estar orgullosos y motivo de fiesta, pues estaba muy por encima de nuestras verdaderas posibilidades. ¿O nos creíamos los favoritos? Fueron las peores horas de aquel día; de ellas guardo un recuerdo muy triste y deprimente.

De ahí, sin descanso, a tomar el avión que nos traería de vuelta a casa para, al menos, celebrarlo con la afición en el lugar y hora habituales. A diez años vista de este pasaje me encuentro apenado y deprimido como en aquel tiempo, pero por distintos motivos. Aunque, si terminamos celebrando algo en el lugar de entonces, daremos por bueno todo lo acontecido en esta irregular temporada.