vitoria. Perder una final como la perdió el Deportivo Alavés implica inevitablemente unas consecuencias dramáticas para los protagonistas de la misma que perduran en el tiempo de manera imborrable. Todos fueron afectados en gran medida pero no se puede ocultar que la mancha tuvo un impaco especialmente destacado en algunos hombres. Uno de ellos, sin duda, es Delfí Geli, al que su autogol a escasos tres minutos de la conclusión de la prórroga le perseguirá mientras viva.

Pero otro, quizás no tan recordado pero de una enorme trascendencia, es Magno Mocelin. Su expulsión a los ocho minutos de la primera parte de la prórroga comenzó a resquebrajar el edificio que con tanto esfuerzo había construido hasta entonces El Glorioso y el desenlace final de la contienda provoca que sea difícil de olvidar.

El menudo mediapunta brasileño, que a lo largo de su dilatada etapa en Mendizorroza proporcionó grandes momentos al alavesismo, había saltado al terreno de juego tras el descanso sustituyendo a Martín Astudillo. Mané buscaba con este cambio exprimir al máximo la ventaja albiazul en las bandas -Cosmin Contra fue un auténtico puñal por la derecha durante los 118 minutos y el sudamericano tenía la misión de hacer lo mismo por la izquierda- y, conforme se fue cristalizando la remontada en el marcador, fue logrando su objetivo.

Sin embargo, en el fragor de la batalla y con las revoluciones internas a mil por hora, el habitualmente calmado Magno Mocelin no midió bien la intensidad que aplicó a sus acciones. De esta manera, recibió un serio aviso por parte del colegiado cuando le mostró la primera tarjeta amarilla por una entrada a destiempo. No surtió efecto. En el minuto 98, el brasileño realizó una falta brutal que bien podría haber sido castigada con la roja directa y dejó al equipo con diez. El resto, ya es historia.