Vitoria. Calma. Tranquilidad. Sosiego. Paz. Se pueden poner todos los sinónimos que sean necesarios, pero el resultado final sería el mismo. Necesitaba el Deportivo Alavés reencontrar un rumbo que llevaba mucho tiempo perdido para poner un poco de cordura en un tramo final de curso que estaba resultando desastroso. Sufrió, y de qué manera, para conseguirlo ante un Guijuelo al que le regaló demasiado tiempo y contra el que sufrió casi hasta el último minuto del descuento. Pero lo consiguió, a fin de cuentas. Precisaba el conjunto albiazul una victoria y las formas eran lo de menos. Llegaron los tres puntos, que unidos al resto de resultados dejan al Glorioso a las puertas de una nueva cita con el play off. Aparece, por fin, la calma.
Y tardó mucho en hacerlo porque el arranque del partido sirvió para evidenciar todavía más, por si no bastaba ya con lo visto hasta la fecha, que el Alavés atraviesa por un momento futbolístico completamente plano en el que dar dos pases seguidos y bien se ha convertido en el rompecabezas más complicado del mundo. Parece volverse cuadrado el balón cuando pasa por las botas de unos jugadores albiazules que ni siquiera intentan hacerlo circular con un cierto criterio.
De las aperturas de juego hacia las bandas ha vivido este equipo durante casi toda la temporada y el recurso de buscar a Casares, sobre todo, y a Rico, un poco menos, fue ayer el único durante toda una primera parte en la que el gaditano se hartó de pisar la línea de fondo. Lo más que consiguió fue una clara ocasión de gol y una sucesión de saques de esquina que, en la mayoría de los casos, ni siquiera se levantaron por encima de la altura de los tobillos de los presentes en el área.
El ya comentado remate de Casares y un par de buenos cabezazos que se fueron desviados supusieron todo el bagaje de un equipo que, eso sí, volvió a mostrar bastante seriedad defensiva. Al igual que en Lemona, no aparecieron esos errores de bulto que tantas tardes de miseria han provocado y, pese a ello, no se libró la parroquia de Mendizorroza del tradicional susto de todos los días al estrellar Romero un disparo en el palo.
Otro arreón final No cambió mucho la decoración en el arranque de una segunda parte que poco positivo hacía esperar, aunque, al igual que hizo la semana pasada en Lemona, tenía el cuadro albiazul todavía varias marchas sin engranar. Fue a partir del minuto sesenta cuando comenzó a desmelenarse el equipo de Álvarez Tomé, llegando a avasallar por instantes a un oponente que bastante tenía con achicar balones sin siquiera ser capaz de superar la línea del centro del campo.
La pena es que, como viene siendo costumbre en los últimos compromisos, pasa una racha de escasa puntería el cuadro albiazul. Si antes enhebraba un balón en una aguja, ahora se las ve y se las desea aunque la portería tenga el tamaño del de una de rugby.
Así enfilaba el partido su recta final, con síntomas de terminar en tragedia como últimamente, pero de la acumulación de atacantes en el área del Guijuelo, ya de por sí bastante poblada de defensas, saco provecho Casares al contactar un potente remate que rebotó en un jugador chacinero antes de colarse en la meta de Bermúdez.
Respiraba Mendizorroza en el minuto 81, pero todavía quedaba espacio para el pánico, merced a un gol anulado al conjunto salmantino en el minuto 93, y también para la explosión de júbilo final al rubricar, ya en el 94, Óscar Martínez el triunfo alavesista con el segundo gol de la noche.
Tras el éxtasis de la victoria, llega el momento de refrendar la presencia de este Alavés en el play off -podría conseguirse de forma matemática en León- y también de trabajar de cara al futuro para potenciar las virtudes de este equipo y, como bien se hizo ayer, maquillar al máximo los fallos que le han perseguido a lo largo del curso.