De Gonzalo Antón a Josean Querejeta. Casi seis años de incertidumbres, zozobras, problemas económicos, dimes y diretes salpicados por desgracias deportivas, aunque este apartado, el meramente futbolístico, ha sido el menor de todos los problemas que ha sufrido el Deportivo Alavés a lo largo de un Siglo XXI que inició con los mejores logros de su historia y que transcurre ahora por uno de sus episodios más inquietantes, y eso que no ha habido pocos a lo largo de sus noventa años. Ahora, con el desembarco de uno de los mejores gestores del panorama deportivo, El Glorioso pretende recuperar una época de esplendor no tan lejana.
La etapa de Antón al frente del club, primero a la sombra de Juan Arregui y posteriormente como presidente desde el final de la temporada 1997-98, está marcada por la consecución de las mayores glorias en la historia de un club que tocó techo de la mano del empresario mirandés. Su salida dejó a la entidad alavesista abocada a una crisis de la que ahora espera escapar.
El por entonces accionista mayoritario fue capaz de componer una estructura de trabajo sólida dentro de un club que vivió una explosión deportiva en tiempo récord hasta quedarse a las puertas de la Champions en su segunda temporada en Primera. Llegaron las noches de gloria europea, con la disputa de la final de la Copa de la UEFA como culmen, hasta que al final de la campaña 2002-03 el club regresó a Segunda.
El objetivo de subir de manera inmediata no se cumplió y al final de la temporada 2003-04 Antón vendió el 51% de las acciones de la entidad a Dmitry Piterman. El desembarco del ucraniano iba a abrir un período de absoluta oscuridad que ahora sigue pasando factura a un Alavés en la miseria desde entonces.
tres años de oscuridad No era el nombre de Piterman desconocido dentro del panorama futbolístico. Su paso por el Racing le había colocado en el mapa por sus excentricidades y su gusto por figurar como máximo hacedor. Escondidos detrás de su primeros éxitos deportivos estaban todos los desmanes de un Piterman que ejercía de presidente, gerente, entrenador, preparador físico y todo aquello que se le pusiese por delante. Su presencia en todos los ámbitos se convirtió en una constante, lo mismo que sus apariciones en los banquillos y, a la larga, también se fueron sucediendo las estratagemas para ir incrementando su capital a costa de disminuir los recursos de un Alavés al que esquilmó a toda velocidad, ayudado por unos adláteres aún con menos escrúpulos, sin encontrar obstáculo alguno al ser él mismo el encargado de gestionar cada euro.
Pero, además de las posteriormente demostradas fugas de dinero, el carácter del ucraniano le llevó a firmar una particular declaración de guerra contra todo aquello que rodeaba al club. No fueron pocos los que al principio le pasaron el brazo por la espalda, pero, poco a poco, todos ellos fueron retirándole su apoyo sucesivamente y, de paso, dejando al Alavés en una situación de absoluto desamparo que sigue pagando hoy mismo al no haber recobrado los apoyos institucionales.
Insultos e impagos se convirtieron en el orden del día durante la era Piterman. Todo lo que al principio quedó eclipsado por las andanzas deportivas afloró según fueron pasando lo meses. El clamor del alavesismo en su contra le condujo a desaparecer del día a día antes de vender sus acciones.
Corría el verano de 2007 cuando se cerró una operación que dio para escribir ríos de tinta. Las negociaciones para la llegada de un nuevo grupo de inversores alaveses se fueron estirando y del grupo inicial, en el que ya se encontraba Alfredo Ruiz de Gauna, solo quedó Fernando Ortiz de Zárate, quien asumió en solitario el relevo. No fue capaz el apoderado de Ayzar de despejar los nubarrones que se cernían alrededor de una operación con más oscuros que claros y en la que aparecía un inversor anónimo que dio acompañamiento financiero y del que nunca más se supo. Algunos de los empresarios que intentaron entrar en el club con Ortiz de Zárate pusieron en serias dudas la operación y se mostraron convencidos de que detrás de la misma seguía estando la sombra de Piterman.
una triste andadura Intentó el nuevo accionista mayoritario deshacerse de ese cartel, pero sus esfuerzos chocaron contra un muro. No fue capaz Zárate de recuperar la sintonía con unas instituciones que se tentaban las ropas cuando el nombre del Alavés saltaba a la palestra. El club quedó abocado a la inanición.
Coincidió la llegada del apoderado de Ayzar con la entrada del club en un proceso concursal, obligado para evitar el descenso a Tercera. Hasta veinticinco millones de euros en deudas reclamaron a la entidad alavesista unos acreedores (principalmente la Diputación y un amplio colectivo de exjugadores) que durante el mandato de Piterman se hartaron de acumular deudas impagadas.
La entrada en concurso de acreedores aportaba cierta estabilidad en el presente -los pagos quedaban diferidos hasta la firma de un convenio-, pero la gestión en los apartados deportivo e institucional no resultó fructífera y el club entró en una espiral de decadencia absoluta que le llevó a caer de nuevo al más negro pozo.
Tras una salvación agónica en su primera temporada, no se pudo repetir milagro en la campaña 2008-09, en la que se certificó el regreso a las catacumbas del fútbol estatal. Catorce años después, regresaba El Glorioso a Segunda B. Y el problema es que no lo hacía solo, sino acompañado por una pesada carga en forma de deuda concursal dentro de una categoría en la que generar recursos económicos es imposible.
La temporada 2009-10 era la llamada a dar inicio a la forja de un nuevo club que dejase atrás sus penurias económicas, pero finalmente las deudas y la mala gestión deportiva acabaron por fagocitar dicha ilusión.
Con el objetivo del ascenso en el horizonte, pronto recordó el Alavés lo complicada que es la Segunda B. Quien pensase que subir iba a ser un coser y cantar, erraba por completo. La deriva deportiva se vio acompañada por la crisis abierta tras la firma del convenio de acreedores en noviembre de 2009.
Tras más de dos años de espera, les llegaba a los acreedores el turno de exigir el pago. Sin apenas dinero en la caja -la deuda del club se fue incrementando incluso durante el proceso concursal-, las demandas se fueron acumulando en los despachos de Mendizorroza y, ahora sí, la obligación de afrontarlas era ineludible.
En esa tesitura de imperiosa necesidad se volvió a cocinar, de nuevo a un fuego demasiado lento y con disensiones irremediables entre los implicados, un nuevo cambio en la composición de la mayoría accionarial a través de una ampliación de capital que tenía como objetivo inyectar liquidez inmediata en las arcas de un club muy necesitado de recursos económicos.
solución insuficiente Muchos fueron los que se acercaron a Ortiz de Zárate para, solos o en su compañía, pasar a gobernar el club, pero solo uno, Alfredo Ruiz de Gauna, fue capaz de dar el paso definitivo de poner el dinero encima de la mesa. El propietario del Grupo Bidasoa, protagonista en el relevo de Piterman a Ortiz de Zárate del que se quedó al margen y quien también negoció con el apoderado de Ayzar su entrada en el accionariado del club en verano de 2009, abrió una nueva puerta hacia la esperanza, otra más en demasiado poco tiempo.
El anterior presidente, por entonces en funciones al haber dimitido para dejar paso a la llegada de nuevos inversores, dio un paso a un lado para facilitar la llegada de Ruiz de Gauna, quien se hizo con el control del club al comprarle a Ortiz de Zárate parte de su paquete accionarial, hacerse con los títulos que poseían los herederos de Juan Arregui y comprar nuevas acciones dentro del proceso de ampliación.
Tras un breve período de transición, Ruiz de Gauna fue elegido como nuevo presidente el 9 de marzo de 2010. En su primer discurso, el nuevo máximo mandatario prometía alcanzar la obligada capitalización de 3,2 millones de euros antes de la conclusión de ese mismo mes, pero las fechas se fueron sucediendo sin que el dinero llegase al club.
Esa ausencia de la prometida capitalización fue el muro que separó definitivamente a Ruiz de Gauna de solidificar una relación con la Diputación fundamental para la salvación del Alavés. Corría el tiempo inexorablemente, siempre en contra del Glorioso, sin que se produjese la llegada de dinero. Todos los intentos del propietario del Grupo Bidasoa caían en saco roto a la vez que el equipo consumaba la catástrofe deportiva al no clasificarse para el play off.
Con el inicio del nuevo curso, la actual campaña 2010-11, el mandato de Ruiz de Gauna se divide en dos vertientes que caminan por senderos totalmente contrapuestos. En el lado positivo, el deportivo, la actual directiva ha conseguido enderezar el rumbo de un club que llevaba años vagando con mucha pena y ninguna gloria. El ascenso es una opción real.
Por el contrario, en el apartado económico-institucional no se pueden sacar conclusiones tan positivas del poco más de un año que lleva Ruiz de Gauna al frente del club. Sin el apoyo de la Diputación por no haber completado la capitalización (de los 3,2 millones de euros a la venta en forma de acciones solo se han suscrito 700.00) y con unos recursos económicos cada vez más menguados, la situación de ahogo en la que se encuentra sumido el club es una evidencia que se ha hecho más patente a lo largo de las últimas semanas, llegando a estar en riesgo incluso la supervivencia de la entidad.
Sin fondos para hacer frente al pago del primer plazo del concurso y con serios problemas para desembolsar los gastos propios del día a día, una nueva ampliación de capital se puso en marcha el pasado mes de diciembre a instancias de la Diputación, recurrente en su exigencia de alcanzar esos 3,2 millones de euros.
la opción deseada El proceso, sin embargo, se ha alargado más de lo inicialmente previsto, aumentando de esta manera los problemas del Alavés. Se avecina ya la resolución a una situación de inestabilidad que Piterman puso en marcha con sus desfalcos y por la que Ortiz de Zárate y Ruiz de Gauna se vieron sucesivamente engullidos al ser incapaces de recuperar los acuerdos con las instituciones al no capitalizar el club. Cabe esperar ahora que la gestión de Josean Querejeta sea similar a la que el presidente de Saski Baskonia ha desarrollado en el mundo del baloncesto. Consumado especialista en ir un paso, o incluso dos, por delante del resto de los mortales, el reto que asume es mayúsculo.