Vitoria. Acostumbran a decir los jugadores que los resultados, ya sean positivos o negativos, solo pueden rumiarse durante las veinticuatro horas siguientes al partido en sí, pero Miguel Ángel Álvarez Tomé se encargó de recordarles ayer a sus pupilos en el primer entrenamiento de la semana todas las cosas que hicieron mal el pasado sábado en Lasesarre, que no fueron pocas a juicio del preparador albiazul. "Fue horroroso", aseguró el técnico leonés antes de pasar a enumerar todos los fallos con sus consiguientes correcciones de cara a un futuro en el que no quiere que se repita, ni por asomo, el cúmulo de despropósitos perpetrado en la segunda parte del derbi contra el Barakaldo, saldado con empate y que bien pudo haber concluido con derrota ante el ineficaz repliegue llevado a cabo por el cuadro vitoriano en torno a su portería.
Los dos días transcurridos desde el tropiezo en tierras vizcaínas no habían templado aún los ánimos de un Álvarez Tomé que volvió a subir el nivel de su particular altavoz en Ibaia. Sobre un césped embarrado y bajo una lluvia que calaba los huesos, la voz del preparador alavesista sonó más atronadora que nunca y no fueron pocos los que quedaron retratados por sus errores y las consiguientes recriminaciones que tuvieron que aguantar estoicamente. Echó mano de nuevo el entrenador de sus expresiones más elocuentes, varias de ellas irreproducibles, para intentar corregir el cúmulo de fallos del último partido.
El técnico leonés dispuso un ejercicio en el que repitió la misma situación que se vivió el pasado sábado, con un Alavés en inferioridad ante el Barakaldo. Los mismos diez jugadores que penaron para amarrar un empate recibieron en esta ocasión una lección magistral de lo que se debe hacer en este tipo de situaciones de inferioridad, incluso para buscar los tres puntos.
Defensa adelantada, pasillos interiores cerrados, líneas juntas y centro del campo y delanteros presionantes desde los primeros metros del ataque rival. El manual completo quedó perfectamente explicado por el entrenador albiazul, pero del dicho al hecho va un trecho, como quedó claro sobre el pantanal de Ibaia. Montero, Mesquita, Cuesta, Morcillo, Moya, Alaña, Josete, Óscar Martínez, Jito y Geni -los diez jugadores que acabaron el partido en Lasesarre- fueron los encargados de ensayar el ejercicio que tan mal se llevó a cabo el pasado sábado. Y, como entonces, y a pesar de las explicaciones, los errores volvieron a repetirse. "¡Este es el equipo más tonto que he visto en mi vida!", llegó a imprecar un exasperado Tomé al ver que sus correcciones no se ponían en práctica.
Presión muy adelantada Eso sí, en esta ocasión fue algo circunstancial y tras los primeros apuntes a voz en grito el equipo comenzó a funcionar como tenía que haberlo hecho el pasado sábado, buscando, incluso a pesar de su inferioridad, la portería rival. El preparador albiazul no permitió a los pivotes replegarse y acorazarse en el eje de la zaga y obligó a la defensa, sobre todo a los centrales, a adelantar varios metros su posición de partida para acercarse mucho más al centro del campo, con el guardameta adelantado para anticiparse a los balones a la espalda de la zaga. Así, con un terreno hábil mucho más estrecho y con una línea ofensiva presionante sobre la salida de balón del rival.
En este sentido, el preparador albiazul dio una especial relevancia a la necesidad de obligar al rival a conducir el balón hacia una de las bandas para hacer en esas zonas un dos contra uno y una presión todavía más asfixiante para que se note aún menos la inferioridad numérica en la que se encontraban los defensores en el ejercicio. Fue media hora de intensidad máxima -con la única cortapisa de no poner en peligro la restablecida nariz de Iván Malón, al que la máscara protectora le duró cinco minutos- en el que cada renglón torcido encontró una rápida y punzante crítica por parte de un Álvarez Tomé especialmente insistente para que no vuelvan a repetirse ese tipo de errores. Solo cabe esperar que esta lección magistral a viva voz quede grabada en la mente de los jugadores para ponerla en práctica en el futuro.