Vitoria. Cada año que pasa la situación del Deportivo Alavés empeora un poco más y el año 2010 que ahora se cierra no ha sido diferente a los anteriores. La inestabilidad causada por los problemas económicos que sufre un club incapaz de levantar el vuelo en ninguna de sus vertientes ha marcado los últimos doce meses. Han sido 365 días en los que no han faltado sobresaltos, desgracias y momentos sorprendentes y que, en su globalidad, han reportado muy pocos instantes de alegría a una parroquia albiazul perfectamente versada ya en muchos apartados institucionales que se escapan de un aspecto futbolístico que en el caso del Glorioso sigue sin ser el principal protagonista. No se trata de un hecho curioso, ya que en el Alavés el balón lleva ya demasiado tiempo en un segundo plano y al menos en el arranque de 2011 también los despachos se perfilan como actores principales dentro de una trama que, al fin, parece conducir a un final feliz después de un largo tiempo de oscuridad.

El año 2010 que ahora toca a su fin comenzó marcado por una frustrada ampliación de capital y la renuncia de Fernando Ortiz de Zárate a continuar en la presidencia del club. El empresario que dio el paso necesario para poner punto final al mandato de Dmitry Piterman terminó hastiado por el ahogo financiero al que le sometieron unas instituciones que no confiaban en su labor y en pleno proceso de ampliación negoció la venta de gran parte de su paquete de títulos, por entonces del 51% del capital social del club, a Alfredo Ruiz de Gauna.

La aparición del propietario del Grupo Bidasoa no suponía la entrada en escena de un actor desconocido. Ruiz de Gauna ya estuvo al lado de Ortiz de Zárate en el intento de comprar las acciones de Piterman, pero la falta de entendimiento entre las partes llevó al apoderado de Ayzar a realizar la operación en solitario. Tampoco en el segundo intento de acuerdo entre las partes, en el que también estaba implicado otro empresario alavés como Guillermo Asarta, se alcanzó un acuerdo satisfactorio. El resultado fue la renuncia del por entonces presidente con la venta de gran parte de sus acciones a un Ruiz de Gauna que no tardó en prometer soluciones inmediatas que al final nunca terminaron de aparecer.

Con su llegada al club y el dinero conseguido a través de la ampliación de capital, el propietario del Grupo Bidasoa consiguió apagar el primer momento crítico provocado por la aprobación del convenio de acreedores. Las denuncias reclamando los pagos del privilegio concursal se amontonaron sobre las mesas de los despachos de Mendizorroza y mediante diversos acuerdos y pagos se llegó a una solución que sirvió para salvar esa primera catarsis. A su vez, también se solucionaron los pagos a una plantilla en la que el nerviosismo por el retraso en los cobros se hizo patente.

Solucionado en parte este problema de tesorería, la entrada de Ruiz de Gauna en el club también vino acompañada de una evidente mejoría en unos resultados deportivos que hasta bien entrado el mes de febrero habían sido catastróficos. Esa inseguridad condujo a la destitución del entrenador, Javier Pereira, y del director deportivo, José María Cidoncha, en lo que supuso otra apuesta errática y onerosa de Ortiz de Zárate en el plano deportivo para dar paso a un hombre de la casa como Iñaki Ocenda.

La presencia del técnico vitoriano en el banquillo alavesista sirvió para enderezar una trayectoria desastrosa en el regreso del Alavés a Segunda División B. Quienes esperaban una campaña plácida y un rápido retorno a Segunda vieron pronto que aquello iba a ser más parecido a un camino de espinas que a uno de rosas.

Con Ocenda en el banquillo, el equipo mejoró en juego y resultados, llegando incluso a encadenar cinco victorias consecutivas en partidos marcados por la agonía. Encaraba el Alavés el tramo decisivo de la temporada en su mejor momento y el objetivo del play off parecía factible, pero, finalmente, los problemas demostrados a lo largo de todo el curso en Mendizorroza acabaron pesando demasiado y el cuadro albiazul se quedó fuera de la fase de ascenso en el último partido disputado en casa. Los 17.000 alavesistas que estuvieron en el estadio del Paseo de Cervantes el pasado 9 de mayo presenciaron una nueva decepción, al ser el Alavés incapaz de puntuar ante un Pontevedra que le quitaba el último puesto en el play off.

nuevas penurias Concluido con fracaso el curso en el apartado deportivo, la directiva alavesista tampoco fue capaz de resolver a tiempo los problemas económicos que arrastraba el club y la necesaria capitalización exigida por la Diputación Foral de Álava no acabó de llegar en ningún momento. Ya sin fútbol, el balón se trasladó de nuevo a los despachos, quedando en evidencia a partir de ese momento la desconfianza que transmitía Ruiz de Gauna tanto a las instituciones como a los seguidores albiazules por la ausencia de las soluciones prometidas para conseguir capitalizar la entidad.

Mientras tanto, en el plano deportivo se otorgó la confianza para construir un proyecto ganador a Gorka Etxeberria, director deportivo llegado a Vitoria en el tramo final de la anterior campaña y con plenos poderes de cara al curso 2010-11 para confeccionar una plantilla competitiva después del fracaso que supuso no entrar ni siquiera en el play off de ascenso.

Tras barajar varios nombres, el director deportivo realizó su apuesta en el banquillo con Miguel Ángel Álvarez Tomé. El técnico leonés más que curtido en la categoría y con varias fases de ascenso a sus espaldas, se convertía en la cabeza de cartel de este nuevo proyecto y en muy poco tiempo, a través de su trabajo diario y de los resultados, se encargó de demostrar su valía después de varios años en los que los inquilinos del banquillo de Mendizorroza habían fracasado.

Con el equipo viento en popa desde la vertiente deportiva, de nuevo los problemas económicos se han convertido en una amenazante soga alrededor del cuello de un Alavés incapaz de hacer frente a sus deudas al no haber alcanzado los niveles de capitalización marcados en el plan de viabilidad.

En los dos últimos meses del año, las reclamaciones de pago por parte de los acreedores han vuelto a amontonarse encima de las mesas de los dirigentes alavesistas. El pago del primer plazo del convenio y el abono de algunos privilegios que siguen sin saldarse son los que amenazan ahora el futuro de una entidad que en el horizonte vislumbra la subasta de parte de sus posesiones y una posible liquidación si los trámites legales siguen adelante sin realizarse los pagos.

Se cierra 2010 con la apertura de una ampliación de capital que será definitiva para la entrada de dinero en las arcas del club y que augura un relevo inminente en la presidencia. Solo cabe esperar que, por fin, 2011 sea el año de la tranquilidad.