Vitoria. No sólo en los prolegómenos del duelo entre Deportivo Alavés y Palencia hubo cargas de profundidad contra el arbitraje por parte del conjunto castellano. Si en la previa fue el técnico Pepe Calvo quien se encargó de calentar el importante partido asegurando que, según tenía entendido, la mayoría de los equipos que habían visitado Mendizorroza habían sido perjudicados por los trencillas, a la conclusión del partido, y ya con el empate en el bolsillo, la directiva palentina realizó una masiva visita al vestuario de los árbitros para intercambiar impresiones con el colegiado madrileño Luis Miguel Martínez Montoro y sus asistentes, José María Cruz Vico y Carlos López Rodríguez.
Sólo los presentes pueden saber qué ocurrió en ese limitado espacio destinado al trabajo de los árbitros en el que, de repente, comenzó a entrar gente a mansalva. Tras un duelo en el que el cuadro palentino cortó el ritmo del juego del Alavés de manera reiterada mediante constantes faltas que quedaron impunes en forma de amonestaciones, parece ser que los dirigentes del cuadro morado no estaban, ni aún así, del todo conformes con la labor del trío arbitral en Mendizorroza. Y eso después de haber visto una única tarjeta amarilla en todo el partido (por tres de los albiazules) y de no haberse producido ninguna acción polémica o digna de reproche en ninguna de las dos áreas.
Así, mientras Pepe Calvo pedía disculpas y entonaba eso de donde dije digo, digo Diego, una vez conseguido el objetivo de influir sobre un árbitro que dirigió el encuentro al antojo de los palentinos, los directivos visitantes seguían haciendo un trabajo del que pretenderán sacar réditos positivos en el futuro, ya que la clasificación dentro del Grupo I se encuentra muy comprimida y cualquier punto puede acabar resultando de vital importancia para entrar en el play off de ascenso, donde a buen seguro que este tipo de actitudes se convierten en rutina habitual. Sin ir más lejos, también sobre el terreno de juego y en los aledaños de los banquillos se vivieron instantes de tensión porque era mucho lo que había en juego en este partido y, a partir de ahora, esas actitudes se pueden convertir en una constante.
Esta actitud se contempló con perplejidad desde un bando vitoriano que asistía a la escena cariacontecido por las formas de un conjunto visitante decidido a campar a sus anchas incluso en territorio ajeno. No viene mal como enseñanza, pues no serán pocas las tretas de este estilo que se encontrará a partir de ahora un Alavés que ya sabe lo que es verse inmiscuido en más de una encerrona en lo que va de temporada. A partir de ahora, todo lo que acontezca sobre los terrenos de juego y también fuera de ellos puede resultar definitivo en la carrera por el ascenso, donde cualquier decisión puede marcar el futuro.