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Artziniega inaugura una exposición sobre la fábrica de género de punto Hozffer Ana

La muestra, que podrá visitarse hasta febrero, cierra el 40 aniversario del Museo Etnográfico

Artziniega inaugura una exposición sobre la fábrica de género de punto Hozffer AnaAraceli Oiarzabal

Si alguien pensaba que el Museo Etnográfico de Artziniega iba a ser incapaz de volver a sorprender, después de la ingente cantidad de actividades que lleva ofertando a lo largo de todo este año, con motivo de su 40 aniversario, no ha podido estar más equivocado. Y es que aunque parezca imposible que a este municipio de menos de 2.000 habitantes, con uno de los cascos medievales mejor conservados de Euskadi y nada menos que tres museos, le quede algo por contar, lo cierto es que sí lo tiene y, además, bien a la vista que -como suele decirse- es la mejor forma de pasar inadvertido.

Hablamos de ese viejo pabellón industrial que se encuentra en plena avenida Garai de entrada al pueblo, viniendo de Respaldiza por la A-624 y al poco de pasar la gasolinera, y que cuenta con un bloque de viviendas, de dos alturas más planta baja, en su parte delantera. Allí se asentó, a finales de la década de los años 60 del siglo pasado, y procedente de una lonja de Bilbao en busca de mayor espacio, la empresa Hozffer Ana.

El edificio que albergaba la empresa aun existe.

“Una fábrica pionera en la confección de géneros de punto que, en su día, fue muy importante en esta comarca, pues su plantilla estaba integrada por más de 70 trabajadores, de los que su mayoría eran mujeres. Todo un hito diferenciador para aquellos tiempos”, explica a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA la miembro de la asociación etnográfica Artea, Teresa Lafragua, que ha sido la impulsora de la exposición que sobre la historia de esta empresa se ha inaugurado este sábado en el Museo Etnográfico, donde podrá visitarse hasta febrero.

Imagen antigua de una de las trabajadoras de la fábrica posando con un jersey y falda surgidos de la misma.

No en vano, Teresa fue una de las empleadas de esta empresa, cuando tan solo contaba con 14 años, y gracias a ella han podido recrear, tal cual era, todo el proceso de fabricación de las prendas y telas de punto que salieron de esta fábrica, hasta su cierre en la década de los 70 y en furgonetas, rumbo a “centros comerciales punteros de la época que solo trabajaban con productos de calidad, tales como el Corte Inglés o Galerías Preciados”, recuerda Lafragua.

Entre devanadoras y remallosas

En concreto, la muestra se ha habilitado en el edificio anexo al museo que emplean para exposiciones temporales, aunque éste también alberga cuatro áreas fijas en torno a zapatería, seres mitológicos, un viejo taller de vehículos y otro de cine animado. Allí, junto a planos de la empresa y fotografías de la época, se han colocado máquinas de los propios fondos del espacio –“alguna como la de tejer, con más de 80 años de antigüedad, y por lo tanto anterior a la propia fábrica”, ha apuntado Lafragua– en las que se muestra como era un día de trabajo en la empresa y su diversas secciones: desde las devanadoras de bobinas en las que estaba almacenada la lana para distribuir a cada operario al inicio de la jornada, pasando por las máquinas de tejer del área de confección, las tricotosas y las remallosas, con las que se trabajaban las costuras internas, hasta las rematadoras y el área de planchado y etiquetado, de donde cada prenda o pieza de tela de punto “porque también había máquinas industriales para eso”, se enviaba a almacén para su distribución.

Remallosa para coser las prendas de punto.

“Se fichaba a las ocho de la mañana, cuando la encargada entregaba a cada empleada un albarán con el tallaje, prendas, tintadas o lanas … a elaborar esa jornada, hasta que se salía a las 18.30 horas, con una parada para comer de 13.45 a 15.00 horas, y de lunes a viernes, ya que también se trabajaba los sábados pero en jornada continua de 08.00 a 14.00 horas. Y cuando había mucho pedido, incluso se llevaba trabajo a rematar a las Madres Agustinas al convento”, relata Lafragua, que también ha insistido mucho en recrear la zona de cocina y comedor que tenía la empresa “pues muchos se traían la comida en la tartera, porque no era factible ir a casa y volver”.

Testimonio de otra época

De hecho, parte de la plantilla acudía en un autobús con chofer de la empresa que partía desde Galdakao e iba recogiendo gente de todo el corredor del Cadagua hasta Gordexola y las áreas rurales de Sojo, Mendieta o Barrataguren que, aun pertenecientes a Artziniega, estaban muy distantes para acudir a pie.

Una devanadora.

“Coche pocos teníamos entonces, y moto algún compañero, así que para evitar la caminata diaria a compañeras de baserri, que no les daba tiempo ni de casualidad, Josefita, la dueña de lo que conocemos hoy como Hotel-Torre, llegó a habilitar tres pisos en su interior que alquilaba a estas muchachas. Las viviendas de la delantera de la empresa, de hecho, las construyó el propietario de la fábrica para alojar al director y su familia, así como al encargado de la maquinaria”, explica Lafragua que ve, precisamente, en estas curiosidades “lo más importante de esta exposición porque, proceso de tejido a parte, se muestra cómo era la vida en una fábrica de una zona rural, en la que 50 de sus 70 trabajadores o más eran mujeres, en una época, no nos olvidemos, en la que no nos dejaban ir solas ni a la vuelta de la esquina, por la moral imperante”.

De hecho, han sido los muchos conceptos diferenciadores con la realidad de nuestros días lo que ha llevado a dar el pistoletazo de salida a esta exposición con una mesa de debate, prevista para las 19.30 horas de este sábado, en la que personas que trabajaron en esta empresa, tanto mujeres como hombres y de diferentes procedencias y puestos de trabajo, han contado al público asistente sus experiencias.