Alfonso Ruiz de Arcaute ha vivido desde su preadolescencia en Gasteiz una vida repleta de altibajos. Su fe católica le ha ayudado a sobrellevar los peores momentos en sus 56 años de existencia, que azuzaron su conciencia hasta acometer cuatro tentativas de suicidio. Sin embargo, su infierno interior clama justicia. Él es una de las siete víctimas que aparecen en el informe realizado por la oficina del Defensor del Pueblo que desvela, negro sobre blanco, los trazos de una realidad muchas veces obviada: el problema y la dimensión de los casos de abusos en el seno de la Iglesia. Cuando se le interpela desde este diario, no duda en contestar. “Hay más víctimas que no han denunciado ni en los tribunales ni en la vía canónica”.

Tras casi doce años de pelea constante, Ruiz de Arcaute logró hace un año que la Iglesia le considerase víctima

Por su parte, Félix Lasagabaster presentaba en el palacio de Justicia de la capital alavesa hace poco más de un año una denuncia en la que desvelaba “los comportamientos lascivos” de un fraile del antiguo colegio San José, hoy desaparecido como tal en el corazón de la ciudad. En conversación con DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA, este vecino gasteiztarra evidenciaba entonces que “la violencia física en mi clase era moneda de cambio y la sexual, variada” o que “él tenía ocho o diez a los que acariciaba y se pegaba por detrás; jadeaba el guarro sin ningún reparo”.

Al respecto, añadía que “yo he conocido el miedo, la angustia cuando te levantabas a la mañana para ir a clase. Si todos los que conozco testificaran saldrían más casos. Seguro, pero a nuestra edad muchos ya no quieren líos”. “En el fondo, hay miedo a denunciar”, añade Ruiz de Arcaute, que certifica, desde su experiencia, que “es importante denunciar para conocer el problema”.

Ambos son dos de las voces que no quieren ocultar los casos que han padecido, que quedan recogidos en el trabajo del Defensor del Pueblo que, bajo el epígrafe Informe sobre los abusos sexuales en el ámbito de la Iglesia católica, cifraba en siete las denuncias comunicadas desde la diócesis gasteiztarra por abusos cometidos en ámbitos católicos del territorio histórico desde 1950.

La Fiscalía destacó la transparencia del Obispado de Vitoria a la hora de gestionar los casos de abusos eclesiales en Araba

El informe documenta siete expedientes con implicaciones en la diócesis de Gasteiz. La gestión de los mismos por parte del Obispado ha logrado reconocimiento por parte de la Fiscalía, que ubica a la entidad eclesial alavesa entre las más transparentes en el Estado a la hora de encarar las denuncias y acompañar a las víctimas, tal y como adelantó este diario en exclusiva hace apenas una semana.

Los casos de abusos en la Iglesia católica han provocado mil quebraderos de cabeza para la institución. La diócesis alavesa y sus gestores han encarado el problema con transparencia y celeridad, según indica la Fiscalía General del Estado. | FOTO: IÑAKI PORTO 2 César Martín

Otras opiniones

Pese a tales consideraciones, la realidad vivida por las víctimas a las que ha tenido acceso este rotativo dice lo contrario. Al menos, en el caso de Ruiz de Arcaute, un exdominico vitoriano que denunció en 2010 su caso por la vía canónica, ya que la penal estaba cerrada al haber prescrito el presunto delito. “Desde mi experiencia, Laura García –responsable de la Oficina diocesana para la Recepción de Denuncias y Acompañamiento a Víctimas de Abusos Sexuales para la recepción de posibles denuncias o informaciones sobre abusos a menores denominada– sí se preocupa por las víctimas. Lucha por ellas. El Obispado, no”. Para muestra, un botón: “Fíjese, me ha costado 12 años conseguir una copia de mi propia denuncia”, explica en conversación con este periódico. En ella, muestra su discrepancia sobre cómo ha reaccionado la institución eclesial. “No puede haber una oficina de atención a las víctimas dentro de la propia Iglesia. Imagínese que en esos órganos está tu abusador”. “¿Es la iglesia garante de sus protocolos para intentar que no se repitan los hechos?”, se interroga esperando el no de su interlocutor.

“Solo se preocupa de mantener su buen nombre. El gran problema de la Iglesia es la soberbia”

Alfonso Ruiz de Arcaute - Víctima

“Hay que ser muy transparente”, algo que “es bueno para la credibilidad de la propia Iglesia”, que debe reconocer que “esto es lo que hay, como en todos los sitios hay miserias y están son las nuestras, lo asumimos, pedimos perdón y, además, pedimos perdón con nombres y apellidos, siempre que la víctima esté dispuesta”. “Eso también significa restauración de la víctima”, remarca.

Algo más lejos de esa tesis, Lasagabaster indicaba que “mi denuncia no es a una institución religiosa. Solo s ese depredador. Hay más, pero no es mi labor... Solo busco que se sepa la verdad.

Caso especial

Sea como fuere, lo cierto es que el caso de Ruiz de Arcaute es paradigmático. Víctima de abusos en la iglesia de Los Ángeles cuando apenas tenía 13-14 años, fue dominico y no ha perdido su fe, aunque sí ha sufrido “altibajos” en ella debido al periplo vital que le ha tocado en desgracia y a las reacciones que su denuncia ha encontrado en la jerarquía eclesial, “que solo se preocupa de mantener el buen nombre de la institución. El gran problema de la Iglesia es la soberbia”, detalla, para explicar el paso de la institución “a remolque de la sociedad. Hasta hace unos años su política era desdeñar la investigación”. “La Iglesia debería ser más ágil”.

Caso documentado

Su caso, documentado exhaustivamente en una nutrida carpeta repleta de documentos, misivas y recortes de prensa, incluye un largo peregrinar por los órganos internos de la Iglesia alavesa. “Está siendo una lucha constante”, indica.

Hasta el año 2022 no fue verificado como víctima. Su persistencia y un cambio de provincial en la orden de los dominicos propiciaron el reconocimiento a través de una carta datada el 10 de junio del pasado año. Pero, hasta ese instante, ha tenido que padecer incluso el acoso a través de redes sociales, en las que se le llegó a acusar de moverse solo por dinero o de haber abusado de niños.

Consideración de Víctima

Ahora, con la consideración de víctima, los dominicos le pagan el tratamiento psicológico que recibe y desde la diócesis se le facilita acompañamiento espiritual y un asesor para intentar recuperar el paso a su realidad laboral, muy afectada también por los vaivenes anímicos que ha padecido a lo largo de su vida.

“El ser humano es complicado. La mente tiende a ocultar lo malo . No eres consciente de lo que te pasa hasta años después, cuando empiezas a conocer que los cambios que se han producido en tu forma de ser obedecen a un evento concreto. En mi caso, con el abuso, mi expediente académico empeoró considerablemente. Entonces se achacó al paso del colegio al instituto. Estás bloqueado y es difícil de analizar”.

Su periplo vital le ha servido para configurar una opinión solvente respecto a la evolución vivida sobre el problema de los abusos en el seno de la Iglesia. “Ahora es más fácil detectar y prevenir los casos. Antaño, la sociedad no estaba en esa clave. Pero lo grave sigue siendo no reconocer a las víctimas. La reparación hay que tomársela en serio”.

“No conozco a ninguna víctima que quiera vivir de la caridad. Pero, si has destrozado la vida a alguien, tendrá que procurar rehacerla”, indica.


Nuevos protocolos: Obispado

Implementación. Además, existen otros protocolos de prevención propios de la diócesis para parroquias y otras entidades diocesanas para evitar cualquier tipo de abusos a menores en dependencias de la Iglesia. El Obispado también está elaborando un plan de formación sobre prevención y cumplimiento de los protocolos y está implementando la política de espacios seguros y abiertos para menores, donde siempre se proteja a la potencial víctima, como por ejemplo son puertas de cristal trasparente en todas las salas donde se trabaje con menores o la presencia siempre de al menos dos adultos con un menor, entre otras. – C.M.