Hace más de dos décadas que en la bodega Ostatu de Samaniego no se emplean productos fitosanitarios para el control de plagas en el viñedo, con lo que se evita el uso de insecticidas, una práctica siempre polémica cuando se busca la sostenibilidad del medio ambiente.

Y es que, como explica la familia Sáenz de Samaniego, el abuso o mal uso de productos de síntesis química en la viña arruina la biodiversidad circundante, desequilibra la planta, no favorece la elaboración de vinos que sienten bien a los consumidores.

Por ello, se parte de la premisa de que algunos insectos son fauna beneficiosa en viticultura y son indicadores de la buena salud de la viña porque actúan como depredadores de ciertas plagas. Esto no es un invento nuevo, tan sólo conocimiento para interpretar y ayudar a la naturaleza a seguir sus procesos. Por ello, en 2021 comenzaron un proyecto de investigación, financiado por el Gobierno Vasco. El estudio, que lleva por nombre Mahasti anitza, se centra en tres parcelas de Ostatu: Valcavada, Revillas y Zabala, esta última, la más joven.

Identificar insectos

Lo primero que se hizo fue identificar qué insectos son los enemigos de la vid: tetraníquitos (un tipo de ácaros), trips (insectos caracterizados por la forma de sus alas), ácaros fitófagos (se distinguen por las manchas en las hojas, que pueden llegar a causar defoliación) y cochinillas. Aparentemente inofensivos, estos animales son capaces de causar severos perjuicios, sobre todo si se dan las condiciones ambientales más adecuadas para su desarrollo.

Para hacerles frente, los técnicos de la bodega buscaron la alianza con los ácaros de la familia phytoseiidae o fitoseidos, pero también antrópodos, como mariquitas, abejas, caracoles… buscando los mecanismos para que esta fauna útil se pudiera multiplicar. De esta manera, tras varios años seguidos de no utilizar productos químicos sobre el terreno y las plantas, el primer resultado fue una mejora de la biodiversidad en las parcelas. A ello se unió la aplicación de la cobertura vegetal en el terreno, lo que permitía la vida de los insectos y fauna aliada, ya que ése es su medio de alimentación y cobijo.

De hecho, destacan en Ostatu que en la parcela Zabala se apostó por dejar un corredor verde de un lado a otro de la viña. “Fue una buena decisión, como se vio después de hacer el recuento de cantidad y diversidad de artrópodos”.

A ello se añadió que los ácaros que se alimentan de otros ácaros, igualmente fueron más abundantes en los viñedos con algún tipo de cubierta vegetal. Y se sumó que la promoción de población de avispas muy pequeñas ayuda a mantener a raya las plagas de mosquito verde, que comienzan a ser comunes en Rioja Alavesa.

Como complemento para el suelo, los técnicos sembraron gramíneas, leguminosa y mostaza (crucífera) que, aparte de servir como impulsores de la biodiversidad, alimentan el suelo de determinados nutrientes.