San Prudencio es sinónimo de fiesta en las sociedades gastronómicas. Es su fiesta, al igual que La Blanca es la de blusas y neskas. “Una noche como la de hoy, casi todos los txokos van a estar abiertos”, predice José Antonio Arberas, veterano cocinero que esta noche saldrá de nuevo a la calle para darlo todo en la tamborrada.
La evolución de estas sociedades gastronómicas está muy ligada a la propia evolución de la sociedad. “Ha habido momentos mejores”, reconoce Arberas, sobre todo tras su estallido inicial; luego años peores y, de nuevo, parece que repunta el número de txokos, no tanto el de socios.
“El número de sociedades creo que tiende a crecer, lo que decrece es, quizá, el número de socios, sobre todo en las más veteranas, en las que tienen más de 25 años, ya que sus miembros se van retirando al hacerse mayores y todavía no han conseguido reponer las pérdidas”, argumenta Arberas.
“Hace unos años, casi todas las sociedades teníamos lista de espera deseosa de entrar a formar parte; ahora, en cambio, la situación está más fastidiada y es generalizada en la mayor parte de los txokos; en Zapardiel, por ejemplo, ya hemos integrado a alguna persona, pero no como antes que siempre teníamos reserva en el cajón”, apunta.
"Cuesta, cuesta fichar nuevos socios”
El por qué de esta evolución depende “un poco de todo”, dice. Por un lado un lado, “quizá los jóvenes todavía no tienen tan arraigado el deseo de pertenecer a una sociedad gastronómica y todo lo que significa”, intuye.
Por otro lado, “apuntarse a una sociedad gastronómica cuesta su dinero y la realidad actual no es la mejor. Aunque estamos intentando dar todas las facilidades del mundo para que entre gente nueva, entre una cosa y otra, pertenecer a un txoko supone entre cuatro mil y seis mil euros de entrada, las hay más baratas y también más caras, pero de media.... A ese pago inicial hay que sumar la cuota, que en el caso Zapardiel la acabamos de subir a 40 euros al mes. La aportación varía mucho de una sociedad a otra y depende también de lo que se utilice; cuanto más uso se le da, menos dinero hay que aportar porque ya sale del propio consumo que hacen los socios”, explica Arberas.
En su caso, entró a formar parte de Zapardiel en los 90, “justo cuando se refundó la vieja sociedad surgida en los 70, coincidiendo con la retirada de los más veteranos y la entrada de savia joven, ya ves, sabia joven que somos los que ya nos estamos haciendo mayores... Cuesta, cuesta fichar nuevos socios”, reconoce.
Calcula que a día de hoy funcionan en Álava unas 220 sociedades gastronómicas, con una media de entre 35 y 40 txokeros. “El número de sociedades va en aumento, no baja porque las más antiguas siguen vivas, aunque sea con menos miembros y van surgiendo otras nuevas”, razona.
Nacidas la mayoría a mediados del siglo pasado, el origen de las sociedades gastronómicas hay que buscarlo en las sociedades gastronómicas de Gipuzkoa, más concretamente en Donostia, según escribe Manu Ruiz de Luzuriaga, también de Zapardiel.
Las más veteranas
En Álava, el fenómeno es más reciente. La más antigua de Álava es La Concordia-Lagunartea de la calle Francia, conocida toda la vida como La Globa, que comenzó con la República, en 1934. Otras como Abendaño, Zapardiel y Zaldiaran llevan también años funcionando.
Más recientemente han surgido otras nuevas, como Gaupatxa, de Lakua-Ibaiondo y Azkenean, en las Antillas. “Son gente joven que está funcionando muy bien, tienen mucha actividad y movimiento dentro de la sociedad; por ejemplo, Azkenean es una de las que más numerosa en la tamborrada; son sociedades más jóvenes y, por tanto, más vivas, las chicas participan más, tienen niños...”, indica.
En cualquier caso, pertenecer a una sociedad gastronómica es lo más para Arberas. “Hay gente para la que la sociedad es solamente una ampliación del salón de casa donde celebrar actos familiares con mayor comodidad y sin tener que fregar después y hay socios que pisan muy poquito el txoko. En mi caso, pertenecer a una sociedad es estar con un grupo de personas, unas conocidas y otras no, relacionarse, lo que viene a ser hacer sociedad; crear un grupo de amigos con la gastronomía como disculpa para juntarnos porque de ahí surgen amistades estupendas como las que tengo ahora por culpa de estar en una sociedad”, bromea Arberas.
Sin embargo, en la actualidad, observa Arberas que se ha perdido parte de esa costumbre de acudir en el día a día a los txokos que, en muchos casos, se han convertido en un local al que los socios acuden únicamente con su grupito de amigos o familiares a festejar una celebración; se ha perdido la parte más social de establecer relación entre grupos, aunque no conozcas a todos sus miembros; antes se daba más esa situación”, compara.
Sobre el papel de las mujeres en las sociedades gastronómicas, aunque en principio a ninguna se le niega el acceso como ocurría antes, piensa que los cambios están llegando, pero de manera demasiado lenta. “No creo que ninguna sociedad diga públicamente que no admite a mujeres pero, pese a que han cambiado muchísimo las cosas, alguna todavía se muestra bastante reticente”, confiesa.
Espacio de absoluta confianza
Y de cara al futuro, las sociedades gastronómicas seguirán evolucionando aún más porque futuro tiene, según Arberas. “No, no corren peligro. Siempre que haya un grupo de personas que crea en las sociedades gastronómicas como un punto de encuentro para establecer relaciones y disponer de un espacio en el que dedicarse a sus propias aficiones, ya que muchas surgen de grupos ciclistas, grupos de montaña, etc”, confía.
En su opinión, “es muy cómodo tener una sociedad gastronómica, ya que una sociedad es, sobre todo, un espacio de absoluta confianza. “Todos los miembros tenemos nuestra llave, podemos coger lo que queramos del local y el que coge, paga; si no existiera esa confianza, no funcionarían; de hecho, es algo que sorprende muchísimo a la gente de fuera de Euskadi cuando entra y pregunta ¿Cómo os fiais?”, cuenta.
"Han pasado tantas cosas desde que nació Boilur a finales de los 80... la mayoría de las personas de entonces, o son muy mayores o ya nos han dejado"
Otra de las peculiaridades de Álava es que, además de sociedades salpicadas por muchos pueblos, cuenta con Boilur, una federación que agrupa a muchas de ellas, unas setenta. “Surgió precisamente porque en aquella época las sociedades gastronómicas de Álava éramos muy activas y nos juntábamos entre varias para organizar actividades, no en todos los sitios existe una federación así; tuvimos años muy buenos, pero han pasado tantas cosas desde que nació Boilur a finales de los 80..., la mayoría de las personas de entonces, o son muy mayores o ya nos han dejado”, rememora Arberas.
“El nivel ha bajado un poco, también los presupuestos y el hecho de que antes era todo gratis y eso no puede ser, o no debería ser, porque la gente deja de valorar las cosas; está bien cobrar un precio simbólico como se hace ahora, más teniendo en cuenta que en la mayoría de las ocasiones esa recaudación se dona a una causa benéfica”, señala.
En ese cierto declive ha influido también la pandemia. “Ha hecho mucho daño. Las sociedades estuvieron una año sin poder abrir y eso ha frenado a la gente. Y, aunque parece que esa situación se está remontando, el año pasado fue duro, a muchas de las sociedades les costó volver a coger el ritmo, nunca habíamos vivido algo así, ni concursos ni degustaciones, y hay actividades que si pierden la continuidad después, cuesta retomarlas, bien por comodidad o por lo que sea...
Sociedades gastronómicas
Origen. El origen de las sociedades gastronómicas hay que buscarlo en Gipuzkoa, más concretamente en Donostia a mediados del siglo pasado, según escribe Manu Ruiz de Luzuriaga. En Álava, el fenómeno es más reciente.
La veterana. La primera sociedad gastronómica de la que se tiene noticia es La Concordia (1934), conocida popularmente como La Globa, con sede en la calle Francia de Vitoria.
De las primeras. Según Ruiz de Luzuriaga, en 1935 se constituyó El Rincón Amado, que ya no existe. En 1941 se fundó Zaldibartxo, que aguanta a día de hoy. Siete años después surgió otra de las sociedades gastronómicas más populares y activas de Gasteiz: Olarizu. Ya en los años 50 llegaron San Juan, en Agurain y Zaldiaran y Los Álava en Vitoria. Y en los 60: Izarra y Leixar Ondo en Aramaio; La Llodiana en Llodio y Abendaño y Las Pampas en Gasteiz.
El estallido. Es, sin duda, en los años 70 cuando se produce el estallido de las sociedades gastronómicas con la creación de más de cincuenta txokos, entre ellos Zapardiel.