l trastorno bipolar es una enfermedad crónica y recurrente que se manifiesta a través de episodios alternos de vitalidad excepcionalmente alta, conocidos como maniacos, y de sintomatología depresiva. Está muy infradiagnosticado, pero se estima que lo padece entre el 2% y el 5% de la población, lo que para Álava se traduciría en una horquilla aproximada de entre 6.000 y 16.000 personas. Sin embargo, sigue siendo todavía hoy una patología bastante desconocida para la población general y, lo que es peor, rodeada de tabúes y estigmas. Además, apenas existen a nivel estatal asociaciones que de forma específica apoyen a las personas que viven con el trastorno bipolar y a sus familiares.
Afortunadamente, este vacío acaba de ser ocupado en Álava, y por extensión en el conjunto de Euskadi, por un nuevo colectivo bautizado como Orekabide, que protagonizará su presentación en sociedad este miércoles 30, Día Internacional del Trastorno Bipolar, con una concentración en la plaza de la Virgen Blanca, a las 19.00 horas.
Antes de que llegue ese momento, tres de la treintena de personas que por ahora integran Orekabide han compartido con DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA sus principales objetivos y reivindicaciones para una etapa que arranca “con mucha ilusión”, según reconoce su presidenta, Mila Manzanal, que es madre de Mikel Serrano, paciente.
Acompaña a ambos en su encuentro con este periódico Helena García, vicepresidenta del colectivo, y que fue diagnosticada de trastorno bipolar hace ahora apenas un año y cuatro meses, en las navidades de 2020, después de pasar por tres acontecimientos vitales “muy importantes” que, sumados a la pandemia, mellaron su salud mental. El estrés ambiental es, de hecho, una de las causas habituales que desencadenan el trastorno junto al componente genético.
Tras una primera fase depresiva, una segunda maniaca y otra posterior de nuevo depresiva que abarcó buena parte del pasado 2021, la terapia farmacológica y la psicológica, unidas a otros factores como llevar una vida “estructurada” y saludable -algo que García ya hacía antes de su primer brote-, han hecho que esta gasteiztarra logre estabilizar sus síntomas y ahora se encuentre, en sus palabras “estupendamente”.
Sin embargo, en el trastorno bipolar “cada persona es un mundo” y los últimos meses han sido para ella todo menos un camino de rosas. En buena medida, por la “soledad” y la “falta de apoyos” que sufren los pacientes tras el diagnóstico. “Son muy vulnerables. Mucha gente desaparece y solo les quedan la familia y los buenos amigos”, asegura Manzanal. “Es muy difícil exponerse y hay personas con muy malas experiencias, incluso que las despidan del trabajo cuando se han enterado. En mi caso, cuando fui diagnosticada no tenía ningún medio al que acudir. Nos faltan apoyos”, apostilla García.
Orekabide, por ahora compuesta solo por voluntarios -las propias personas afectadas y sus allegados-, está tratando de convertirse en estos primeros pasos como asociación, sobre todo, en un “grupo de apoyo” para todas ellas, una red que las haga saber “que tiene a esa gente ahí detrás”. El colectivo trabajará durante todo este año sin ayudas públicas -los plazos para solicitarlas ya han expirado- ni tampoco local, por lo que el contacto entre sus integrantes seguirá siendo fundamentalmente telefónico, más allá de las salidas a pasear que organizan periódicamente. Más adelante, Orekabide pretende programar distintas actividades para ayudar a las personas afectadas a llenar su tiempo libre. “Necesitamos actividades ocupacionales”, apunta Manzanal.
Aunque en la actualidad el trastorno bipolar no tiene cura, el ejercicio físico, seguir unas rutinas y, por lo general, llevar un estilo de vida saludable ayudan en buena medida a prevenir y controlar su sintomatología, actividades a las que siempre debe sumarse el uso de fármacos, la psicoeducación y la psicoterapia, que entre otras cosas ayuda al paciente a conocer bien la enfermedad.
Más allá de ello, Orekabide trata de acabar también con el silencio y la mala prensa que acompañan a la enfermedad, como sucede con buena parte de las patologías mentales, en las que el suicidio lamentablemente es un factor de riesgo que siempre está ahí. “Queremos eliminar ese estigma y que se pueda hablar con normalidad de ella”, resume la presidenta.