Los meses de julio y agosto son de mucho trabajo para quienes se dedican a la agricultura. Nieves Quintana es una de esas personas y, pese a ser la presidenta de la Asociación de los concejos de Vitoria, en los días que se celebran las Fiestas de la Virgen Blanca está más pendiente del tiempo, de cosechar y regar que de Celedón y ponerse el traje de neska, aunque si puede siempre se acerca a algún acto a la capital.
Ella es de San Vicente de Arana y siempre asocia La Blanca con el trabajo. "Teníamos ganado en casa y en esas fechas se cosechaba y se hacía el fardo pequeño que teníamos que cargar a mano en los tractores para luego amontonarlos en el pajar para alimentar al ganado en invierno", recuerda.
"Si terminábamos por casualidad para fiestas de Vitoria, que era muy raro, íbamos un día a las fiestas y nos quedábamos en el piso de mi tía. Era noche de juerga, de dormir poco y al día siguiente vuelta al pueblo", añade.
Hoy en día vive en Otazu y su forma de vivir las fiestas es más o menos la misma que en sus tiempos mozos, aunque con menos excesos "que el cuerpo ya no aguanta esos trotes", sentencia. "En épocas en las que tenía patata, tocaba regar en estas fechas y ponía el riego, bajaba a algún concierto a veces y luego íbamos a casa sabiendo que a las 6 había que ponerse en marcha", explica mientras reflexiona que para la gente de los pueblos, aunque sean pueblos del municipio de Vitoria-Gasteiz, las fiestas no son como para los/as habitantes de la capital.
"Al final, si se puede, acudes a algunos actos, los que más te llamen la atención, pero no las vives igual". Además, solo de pensar en buscar sitio para aparcar en esas fechas le entra "un perezón de cuidado".
Sin embargo, si sus obligaciones se lo permiten, hay varias cosas a las que a Nieves Quintana le gusta acudir: "Me encantaba ir al rejoneo, el rincón del humor y el deporte rural en la plaza de Los Fueros, tomar el vinito en las barracas era sagrado un día, quedar a cenar con algunas amistades e ir a alguna verbena de Joselu Anaiak", señala.
Incluso tiene un "vicio" que intenta satisfacer: acudir a los puestos de venta ambulante. "A veces iba un día a la mañana a hacer la compra y me encantaba escuchar la charangas y echar un vistazo a los chiringuitos, aunque a esas horas algunos estaban cerrados", recuerda.
Este año la cosecha va muy tarde por el tiempo que está haciendo, así que, aunque hubiese fiestas sabe que lo hubiera tenido complicado para acudir. Sin embargo, espera que pronto haya la posibilidad de elegir si lo hace o no. "Será señal de que la pandemia nos ha dejado", acaba.