VITORIA - “He trabajado toda la vida para sacar adelante a mis tres hijos; no ha sido fácil porque compaginarlo con la casa, un trabajo de limpieza en un polideportivo y en tres casas y la mía propia... pero lo he hecho. Ahora tengo 85 años y mis hijos vienen a verme una vez cada dos o tres semanas...” Con tristeza en su tono y emocionada, Aurora reconoce que el ritmo de la sociedad le aparta de sus hijos, ya que no pueden prestarle la atención que a ella le gustaría. “No les recrimino nada”, dice. “Al contrario, vienen cuando pueden... pero es normal que, a veces, me sienta apagada o sola. Mi casa siempre ha estado llena de vida y ahora que es cuando más cansada estoy es cuando más vacía la encuentro”.

Junto a ella, María Asunción, de 82 años, tiene una historia similar. Dice no estar sola, pese a vivir sola. “De vez en cuando vienen a visitarme”, pero “si estuviera en una residencia, tal vez mejor”, opina. “Las residencias por lo menos nos dan compañía diaria, nos atienden... pero, ¿tú crees que con mi pensión me da para pagarme una al mes? Tendría que haber muchas más públicas porque así sí que combatiríamos la soledad de las personas mayores”, argumenta.

María Jesús, que empuja la silla de ruedas de un familiar, camina el recorrido que realizaron desde la Plaza de la Virgen Blanca hasta el Caminante y dice que “la compañía es todo”. Afirma, de hecho, que es lo que les da vidilla a las personas mayores, “todos necesitamos un poco de compañía y sentirnos queridos, ellos también y por eso el día de hoy -por ayer- es tan importante para la sociedad”.

Lourdes, de 92 años, con dificultad al caminar, pero con ilusión, recorre sólo una pequeña parte del trayecto: “me fatigo mucho”. Pero lo hace por una buena causa: “yo no me siento sola, vivo con mi hija y mi yerno, estoy muy acompañada siempre, pero quiero unirme a este día porque así si alguna persona mayor se siente sola y nos ve verá que le estamos apoyando y que no está sola”. Ella, además de combatir la soledad con la compañía de su familia, también lo hace jugando a las cartas en los centros de mayores. De hecho, confiesa que no se pierde ninguna cita de los martes y miércoles. “Voy siempre, y si no están mis amigas me pongo con otro grupo, lo importante es que cada uno se anime y haga lo que más le gusta”, considera. Y por gustos, a Txaro lo que más le gusta es el teatro: “me apunté hace diez años” y, aunque tampoco se siente sola porque su nieto le mantiene muy activa, “sí que a veces nos gusta que nos reconozcan lo que hacemos y nos digan un te quiero ama, ... eso sí que ayudaría a combatir la soledad de cualquier persona mayor”, subraya.

“Somos los que más veces nos hemos equivocado, y los que más veces hemos corregido. Os hemos visto caer y también somos los que más os hemos ayudado a levantar. Nosotros ya hemos llegado hasta aquí, ¿vosotros que vais a hacer para llegar”, concluyen sobre el escenario los mayores. -E.F. D.