Decenas de dulantziarras recibieron ayer a Tripafina, al que han investido como jefe de la fiesta y del jolgorio para los siete días en los que Alegría celebra sus fiestas patronales en honor a la virgen de Aiala. Como todos los meses de septiembre, el mítico personaje festivo no faltó a su cita e inició su descenso desde el campanario de la iglesia después del lanzamiento de txupinazo que desató la alegría de las decenas de personas que abarrotaban la herriko plaza de la localidad de la Lautada.

Desde su atalaya, el campanario de San Blas, conocido como la moza de la Llanada por su esbelta altura, visible desde muchos kilómetros a la redonda desde el siglo XVI, esperaba un año más minutos antes de las 19.00 horas a que el cohete surcara el cielo dulantziarra.

Poco a poco y según avanzaban las manecillas del reloj, la tranquila plaza de la villa se fue convirtiendo en un hervidero de cuadrillas de blusas y neskas, familias y jubilados dispuestos a sumergirse en la fiesta desde los primeros minutos. Había quien nervioso, como Jokin, miraba una y otra vez hacia el campanario desde donde minutos después descendería el icono de la fiesta. Otros, como María Ángeles no perdía ojo del balcón de la Casa Consistorial donde, de vez en cuando, se asomaban los miembros de la cuadrilla Basatiak, los encargados este año de lanzar el txupinazo con motivo de su 25 aniversario.

Los encargados del txupin, que recordaron cómo desde hace 25 años y pese a que cada uno tiene su camino “las fiestas de Dulantzi siempre han sido un punto de encuentro entre nosotros” desearon a toda la población “felices fiestas” y pidieron “respeto” durante los festejos y acordándose de “todos aquellos que no están con nosotros”, no quisieron hacer esperar a las cientos de personas que se habían reunido en la aledaña plaza del pueblo para presenciar el estallido del txupinazo y la llegada de Tripafina, que descorchó un programa de más de 70 actos, entre el oficial y el del txosnagune, a disfrutar en siete intensos días de juerga.

Desde lo más alto del campanario, Tripafina se lanzó en su tradicional recorrido mientras abajo en la plaza se sucedían los remojones con vino espumoso, gaseosa y agua. Hubo incluso quien se decantó por encender el puro festivo. Un año más eligió sus mejores galas: abarcas negras, calcetines blancos, pantalón azul de mahón, faja negra, camisa blanca, blusa azul celeste y txapela negra. En la mano izquierda el paraguas, que en esta ocasión le sirvió para guarecerse del intenso sol que le acompañó durante sus cinco minutos de recorrido, en vez de la lluvia. Su presencia hizo vibrar a la localidad.

La música de la fanfarre acompañó a Tripafina en el inicio de unas fiestas en las que grandes y pequeños, parejas y cuadrillas se convertirá en los auténticos protagonistas y tomarán las calles de la pequeña localidad de la Llanada.

Tras la primera inmersión festiva, los cabezudos del municipio hicieron las delicias de los más pequeños que trataban, con mayor o menor acierto, de zafarse de los golpes de los cabezudos. Poco a poco, la plaza fue vaciándose y la fiesta se trasladó a diferentes rincones de la localidad. Sakatu electrotxaranga fue la encargada de animar las principales calles del casco histórico con su música y Haize dantza taldea ofreció un espectáculo de baile.

A esa hora, los bares del casco histórico, epicentro de la fiesta, ya no daban abasto. Cuadrillas sedientas de fiesta hacían un alto en el camino para hidratarse, compartir momentos con amigos y familiares o, simplemente, dejarse llevar por el ambiente festivo.