Vitoria -Desde la restauración de la democracia, la diversidad ha caracterizado los traspasos de la makila alavesa desde que Emilio Guevara inaugurara en el año 1979 la cadena de dirigentes que juraron o prometieron defender el territorio en actos de investidura que también han ido variando: desde los muy breves al principio, a las intervenciones generosas llenas de buenas intenciones, marcadas por un protocolo que ha ido adaptándose al paso del tiempo, a las singularidades políticas de la época y a las reivindicaciones de las siglas.

El alegato de Guevara (Vitoria, 1941) fue el de la defensa a ultranza de la “reintegración foral plena”. Miembro entonces del PNV, este “abogado en el bufete de su padre, vitoriano e hijo de vitorianos”, como lo definió la prensa local, se convirtió el 7 de mayo de 1979 en el primer “caballero diputado general de Álava” tras los sombríos años franquistas. Era un momento difícil, pero esperanzador. El presidente de la Mesa y procurador de la Hermandad de Ayala, Lázaro Gancedo, recordaba tras el Agur jaunak cómo habían sido necesarios “sufrimientos, lágrimas y sangre para iniciar esta nueva etapa de recuperación de aquellos derechos tan injustamente arrebatados”.

Tras su intervención se eligió a los secretarios y luego el histórico José Ángel Cuerda presentó al candidato jeltzale a liderar el territorio. En la primera votación se emitieron 45 votos, 23 favorables al aspirante jeltzale y 22 en blanco. Al no obtenerse mayoría de dos tercios se procedió a un segundo escrutinio. Esta vez hubo 52 votos, 30 de apoyo, 22 en blanco. Y un ganador. Algunos procuradores de los Independientes de Álava se fueron de la sala. No por Guevara, sino por su rechazo a que las Juntas Generales, reunidas 102 años después, tuvieran como presidente al rey de España cuando éste no había jurado los fueros alaveses. Al cabo de un rato, y tras el intento de Cuerda de calmar las aguas, unos pocos volvieron a entrar. Y se procedió al acto de investidura.

Guevara se definió como “hijo de Álava” e hizo votos por “la inmediata constitución de un País Vasco autónomo, articulado desde el respeto a la personalidad de todos y cada uno de los territorios que lo integran”. En breve evidenciaría que no sólo eran palabras. Siempre se le recordará por haber sido uno de los artífices del Estatuto de Gernika.

Tierras Esparsas El traspaso del bastón de mando llegaría el 29 de mayo de 1983. Un acto que se celebró por primera vez en Bernedo con motivo de la constitución de esta zona de Montaña Alavesa en Cuadrilla de Campezo. Por fin se separaba de Añana y adquiría personalidad política y geográfica propia. Lo que entonces no tenían previsto es que ese Pleno de Tierras Esparsas se convertiría en una tradición anual ineludible para esta institución, aunque la investidura regresara a Vitoria. Aquel día fue especial. Para recordar. Y algo más largo. Había tres aspirantes: Juan María Ollora, por el PNV; Alfonso Martínez, del Grupo Socialista; y José Nasarre de Letosa, por Coalición Alavesa. Tras ser presentados, se procedió a la votación. El primero obtuvo 23 apoyos. El segundo, catorce. El tercero, nueve. Y hubo una papeleta en blanco. Se procedió a la segunda vuelta y los resultados fueron los mismos. Los nacionalistas volvían a gobernar. Acompañado por los maceros y en medio de tremendos aplausos, Ollora (19 de noviembre de 1949) juró “defender los fueros, buenos usos y costumbres de Álava, signo de autogobierno y libertad, en aumento de la justicia”. Siguió con una prudente declaración de intenciones. Y también habló de paz, de pluralidad y universalismo. Tras Ollora, Álava abrazó una coalición. El 17 de julio de 1987, Fernando Buesa, asesinado trece años después por ETA, se convirtió en el nuevo diputado general. Socialistas y nacionalistas habían presentado conjuntamente esa candidatura y por primera vez, antes de la votación, el aspirante a gobernar Álava y los portavoces de los grupos tomaron la palabra. Una decisión adoptada por las Juntas que se recogió en el reglamento foral y que ha llegado hasta nuestros días. La novedad no impidió que Buesa agotara sin complejos los 60 minutos establecidos para la intervención.

El 17 de julio de 1991 fue la siguiente investidura. De nuevo, con una sola candidatura. Pero esta vez, con el sello protagonista del PNV y respaldada por el PSE. De esa promesa de estabilidad habló intensamente Alberto Ansola (6 de agosto de 1943) en su primer discurso. Su sustituto fue el nacionalista Félix Ormazábal (5 de mayo de 1940), otro candidato de la coalición PNV-PSE. El Pleno de investidura tuvo lugar el 13 de julio de 1995, El jeltzale obtuvo 26 votos de los 45 emitidos.

Los tres últimos diputados generales, mucho más frescos en la memoria colectiva, forman parte del nuevo siglo. Ramón Rabanera recibió el bastón de mando el 26 de julio de 1999. Y cuatro años más tarde, el 4 de julio de 2003, se convirtió en el primero de Álava en repetir.

El 26 de julio de 2007, el PNV recuperó la Diputación con la apretadísima victoria de Xabier Agirre, que obtuvo 17 votos, frente a los 15 del candidato popular, otros 15 de Juan Carlos Prieto (PSE), cuatro de Aitor Bezares (Acción Nacionalista Vasca) y uno en blanco. El 7 de julio de 2011, De Andrés se tomó la revancha ganando por la mínima, con 25 síes, sólo uno más que los de Agirre, gracias a los socialistas. Sin embargo, el 30 de junio de 2015, el PSE volvió a los brazos del PNV y Ramiro González era investido esa tarde por primera vez diputado general.