Vitoria - Hace mes y medio, aproximadamente, un grupo de personas puso el grito en el cielo al ver cómo media docena de las 16 cruces que componen el vía crucis monumental de Abetxuko yacían, hechas pedazos, en la parte trasera de la ermita de El Cristo. Pero, como aclaran desde la asociación vecinal Uribe Nogales y desde la junta administrativa, era la solución menos mala para poner fin al particular calvario que han vivido los propietarios de las fincas donde se levantaban estas cruces, tras no saber que hacer con ellas cuando edificaron sus casas. “No fue con mala intención, ni con malas historias, pero o retiraban estas cruces o no podían edificar”, aclara Oskar González, portavoz de Uribe Nogales.

De hecho, ha habido casos en los que había espacio en las fincas y se ha podido trasladar la cruz y han sido los propietarios quienes han pagado de su bolsillo facturas de 500 euros. Y en los que no se ha podido, porque “coincidía con que les daba a la puerta del garaje o de la misma vivienda”, o, simplemente, porque no tenían espacio, es cuando estos vecinos “por voluntad propia” han decidido cargar ellos con la cruz y al intentar trasladarlas, se han roto en pedazos. “Ver las cruces en el suelo sí que puede ser dantesco, pero es porque no se buscó la solución en su día y estos vecinos, como propietarios de esos terrenos, se han visto en la necesidad de tener que retirar las cruces”, añade González.

En cualquier caso, insiste en que los de Abetxuko sí que opinan que el vía crucis hay que mantenerlo. “No hay ninguna pega en eso, pero sí que hay que modificar el recorrido. La solución vuelve a estar en manos del obispado, que es el que tendrá que ponerse de acuerdo con el Ayuntamiento de Vitoria y con la junta administrativa de Abetxuko para ver dónde lo ubican”.

Por su parte, el presidente de la junta administrativa, Tomás Fernández Alonso, recuerda que han estado ocho años hablando con el obispado y la parroquia para que, por favor, buscaran una nueva ubicación. “El obispado claramente hace ocho años tomó la decisión de que, entendiendo que las cruces estaban en terreno privado, debían llevárselas de ahí”, afirma Fernández, quien muestra a este diario el documento firmado por la Diócesis en 2011, por el que acuerda autorizar el traslado del vía crucis a un terreno de su propiedad, sito junto a la ermita. Sin embargo, “en estos años nadie ha hecho nada”, lamenta.

Y es cuando tres vecinos que tenían dos cruces en cada parcela se han encontrado con este problema a la hora de levantar sus casas. “De hecho, los vecinos han retrasado las obras para no interferir en el último vía crucis”, puntualiza. Pero, al final, cuando no ha quedado otra, “esas cruces se han trasladado a lo que es el terreno de la ermita, que es propiedad del obispado”.

Sea como fuere, a Fernández Alonso le gustaría que no se entrara en “polémicas innecesarias” ya que asegura que el tema podría “estar cerrado” en breve, en cuanto el obispado se lleve las cruces arriba, donde la ermita. Aparte, opina que se puede hablar de un patrimonio que sí que tiene valor para el pueblo, pero no en artístico, “las cruces son de mampostería, de bajísima calidad y así ha pasado: que nada más que se las ha tocado, se han desmoronado todas”.

Desde el obispado, por su parte, también ha querido dar la cara en este asunto, aunque subrayan “que las cruces no son del obispado, sino del pueblo”, pero que debido al “valor emocional” que tienen sí que “están preocupados” y haciendo las gestiones correspondientes para que se “las proteja y arregla”. “Mañana (por hoy) tenemos una reunión con el vicario general en la que se tratará este tema”, especifican.

Gran Devoción El vía crucis monumental de Abetxuko se construyó en 1949 por el industrial vitoriano Marcelino Vitoria, con 16 cruces de piedra de sillería que costaron cada una 800 pesetas. En la base y de frente tienen inscripciones con el motivo religioso de las diversas estaciones y, a su derecha, el que pagó la cruz gracias a sus donaciones.

Lleva hasta la ermita del Cristo, que debe su nombre a la talla del siglo XVI, de tamaño natural y de gran calidad artística, que en su día estuvo en el convento de los agustinos de Santa Catalina de Badaia, en Trespuentes, quienes lo tuvieron que abandonar por la desamortización de Mendizabal. Pasado un año, el general liberal Zurbano lo mandó quemar después de que un grupo de carlistas se hiciera con este monasterio. Según las crónicas, en el año 1840 la talla de El Cristo se llevó hasta la ermita de Abetxuko, y desde entonces, fue una de las más veneradas de toda la Llanada.