AGURAIN - Elemento simbólico de comunicación por antonomasia en el pasado, las campanas han sido la identidad de cada pueblo. Y en Agurain lo tienen muy claro. Por ello en las últimas semanas han llevado a cabo labores para devolver su esplendor a las campanas de la iglesia de Santa María de la villa. El templo cuenta con cinco. Dos de ellas, las más grandes y pesadas, llevaban más de una década sin sonar. Una data de 1793 y la otra de 1812. “Al estar tanto años tocando la vibración de la piedra había hecho que esta cediera y había peligro de derrumbe”, explicó orgulloso frente a la puerta de Santa María.

Las campanas se bajaron del campanario el pasado 3 de abril con el objetivo de reforzar la pared en la que se sujetan, cambiar la tornillería y adecentar los yugos que permiten su volteo y volvieron a su atalaya hace quince días. Durante ese tiempo han permanecido custodiadas en un almacén municipal mientras los miembros de la compañía Hermanos Portilla, de Cantabria han llevado a cabo el arreglo de la pared, el desmonte de los yugos y el pertinente cambio de tornillos. “Las campanas estaban torcidas y por eso se salía la cadena de su sitio, por lo que también ha sido necesario equilibrarlas en la pared para que el giro sea el correcto”, apunta Rubén. Se ha aprovechado esta circunstancia, además, para cambiar el badajo a las campanas. “Encima de las dos campanas grandes hay una pequeña de 1966 que según nos cuentan los de más edad lleva más de 40 sin sonar. Es la que está a más altura. Al estar fuera del campanario, a la intemperie, es muy complicado llevar a cabo el mantenimiento del motor. El motor estaba bien pero la cadena estaba completamente oxidada y agarrotada. Hemos tapado el motor con un soporte metálico para protegerle del agua”, explica Rubén.

Para llevar a cabo estos trabajos ha sido necesaria la colaboración económica de la parroquia y del Ayuntamiento con el fin de hacer frente a los más de 7.000 euros de presupuesto. “Para nosotros ha sido todo un privilegio haber podido colaborar en su recuperación dando un poco de pintura a los yugos después de haber estado tantos años sin oírlas y haberlas tocada tantas veces de pequeños”, reconocen Rubén y Ander, ambos vecinos pertenecientes a la parroquia de Santa María.

Los aguraindarras conocen las dos campanas recuperadas como “campanas garbanceras, ya que se tocaban eran los días en los que sobre la mesa había garbanzos, los días de fiesta”. Por ello desde la parroquia consideran que “lo suyo es que se toquen en días de fiesta, las festividades marianas, en las fiestas de octubre, en la virgen o pascuas, entre otros”, apuntan, al tiempo que comentan que las más pequeñas se tocarán el resto de domingos.

una jornada especial La localidad de Agurain se vistió el domingo de fiesta para celebrar la recuperación del esplendor de sus campanas. Para ello se celebró una misa oficiada por el obispo de la diócesis de Vitoria, Juan Carlos Elizalde, quien momentos antes del oficio religioso salió a la calle para bendecirlas. “Éste es para nosotros un día de gran alegría porque esta iglesia de Santa María tiene desde hoy, de nuevo, en uso todas sus campanas”, comentó Elizalde mientras señalaba que “las campanas están relacionadas con la vida del pueblo de Dios. Su toque en efecto nos señala los momentos de la oración, reúne al pueblo para las celebraciones litúrgicas, advierte a los fieles cuando se produce algún suceso importante que es motivo de alegría o de tristeza”.

La campana ha sido, sin duda, uno de los objetos sonoros más ligados a la vida humana en comunidad. Su principio y final, el nacimiento y la muerte, eran anunciados a la colectividad a través de toques específicos. Era un elemento indispensable en la vida comunitaria, como transmisor de mensajes de todo tipo; la fiesta, la reunión local, la hora, el fuego, la niebla, la visita de la autoridad?. Su manipulación, con pies y manos accionando cuerdas, convertía a muchos tocadores de campana en virtuosos de la ejecución. Hoy en día la mayoría cuentan con sistema automático o motor, como las de Agurain.

Las campanas están actualmente en trance de desaparición, al ser sustituido por otros medios de comunicación, la electrificación de los campanarios y por las nuevas necesidades sociales. El toque de oración del amanecer, el a comer o las vísperas cantadas son sólo un ejemplo del sinfín de melodías que marcaron una época. Sin embargo, en Agurain, con la recuperación de dos de sus ejemplares de la iglesia de Santa María, pretenden que el tañido rompa el silencio y vuelvan a repicar en la Llanada.

Campanas. En las últimas semanas han llevado a cabo labores para devolver su esplendor a las campanas de la iglesia de Santa María de la villa. El templo cuenta con cinco. Dos de ellas, las más grandes y pesadas, llevaban más de una década sin sonar. Una data de 1793 y la otra de 1812. Al estar tanto años tocando la vibración de la piedra había hecho que esta cediera y había peligro de derrumbe. Ahora ya suenan.