agurain - El tintineo de las campanillas llamaba a la fiesta. Eran las siete de la mañana, pero un grupo de hombres y mujeres se reunía en el casco histórico de Agurain para iniciar los actos en honor a la virgen de Sallurtegi. Coincidiendo con el Lunes de Pascua, varios cientos de fieles se reunieron para rememorar una fiesta que se remonta cientos de años atrás y cuyos ingredientes principales son el canto de la aurora, la procesión, el reparto de chocolate y un bollo con chorizo. Todo para festejar la aparición de la virgen en el caserío del mismo nombre que se encuentra a varios kilómetros de Agurain. Actualmente esta imagen se conserva en la parroquia de Santa María.
Mientras el grupo de hombres y mujeres, empeñados en conservar las tradiciones más arraigadas de la villa, comenzaban el canto de la aurora, eran muchos los jóvenes que aún continuaban de fiesta en los bares de la localidad y se resistían a dar por concluida la jornada. Sólo el sonido de las campanillas rompía el sepulcral silencio intramuros mientras los auroros, bien arropados para guarecerse del rigor mañanero, emprendía su recorrido por las distintas paradas.
Hace años, los actos y cultos comenzaban a las seis de la mañana con el canto de la aurora. Un grupo nutrido por mayores y jóvenes recorrían las plazas, calles y cantones interpretando en los lugares de costumbre las antiguas estrofas. A parte los txistularis, con alegres dianas, despertaban al vecindario estimulando su ánimo para acompañar a la imagen de la virgen en la procesión que poco después se organizaba desde la capilla del hospital municipal.
Fieles a la tradición, un grupo de hombres y mujeres, los auroros, recorrieron las calles de la villa precedidos por uno de ellos, que porta un farol, anunciando su paso con una campana. “La salida de la aurora se anunciaba por cohetes y un repique de campanas desde la iglesia de Santa María”, explica uno de los participantes. Con las primeras luces del día comenzando a despuntar y temperaturas más bien frescas, los auroros comenzaron su recorrido entonando la pegadiza melodía. “Ya ha salido Jesús del sepulcro, el infierno queda lleno de pavor. El pecado y la muerte vencidos, abiertas las puertas del cielo están hoy. Alegrémonos, aleluya, aleluya, aleluya, que ha resucitado nuestro redentor. Cristianos venid, devotos llegad, a rezar el rosario a María si el reino del cielo queréis alcanzar”, repiten una y otra vez en cada una de las paradas, que con el continuado crecimiento de la villa han ido aumentando con el paso de los años. “Antes de que el pueblo creciera como consecuencia del desarrollo industrial de los años sesenta, sólo se cantaba en el interior de las murallas y en los portales. En la actualidad también se canta por los barrios nuevos que han ido creciendo por la periferia”, explican los más conocedores de la fiesta.
Después, en cada parada se reza un ave María y gloria patri. Seguidamente se entona una canción cuyo origen se ha olvidado. “Salvaterranos venid gozosos en este día a saludar a vuestra madre la virgencita, que en Sallurtegi tuvo su altar”. En el interior del templo, la virgen de Sallurtegi espera la llegada de vecinos y visitantes engalanada para la ocasión con una pulcro manto de claveles rojos y blancos. De manera voluntaria, hombres y mujeres toman los faroles precedidos por el de mayor tamaño. Este año se da la paradoja que los faroles fueron portados durante la mayor parte del trayecto de la procesión por varios adolescentes de la localidad, pertenecientes al grupo de tiempo libre. “Está muy bien que haya gente joven en este tipo de actos porque así las tradiciones no se pierden”, comentan Margari y María apostadas en los bancos de la iglesia.
Ander es el encargado de encabezar este año la procesión. Con la pesada cruz a hombres fue precedido por los doce faroles, que representan el pater noster, las diez avemarías y el gloria de un misterio del rosario, cada uno portado por un vecino de la villa. Detrás, la imagen de la virgen sobre unas andas adornadas con flores. Los fieles cantan la salve. Las mujeres del pueblo son las encargadas de portar la imagen durante el recorrido por las calles Zapatari y Mayor haciendo gala de su fuerza y de su fervor hacia la virgen aguraindarra.
La calle Zapatari es escenario de los primeros pasos de los fieles que año tras año acompañan a la talla de madera dorada y policromada de 93 x 36 x 33 centímetros y datada en el primer tercio del siglo XIV en su particular visita anual a las principales calles de la localidad para regresar, en torno a las 9.00 horas, a la iglesia de Santa María donde permanecerá hasta el próximo año, no sin antes recibir las congratulaciones de sus vecinos y pedirle su bendición para con el pueblo. A lo largo de todo el recorrido, la comitiva crece hasta alcanzar el mayor número en las inmediaciones de la plaza Simón Martínez de Abad.
Bollo de Sallurti A la salida de la misa, las mujeres pertenecientes a la asociación Sallurtegui se encargan de repartir chocolate y bizcochos para los presentes. Si a primera hora de la mañana los mayores son los protagonistas de la fiesta, a mediodía lo son los niños y niñas. Tres mujeres de la asociación Sallurtegi reparten los 250 bollos de pan con chorizo encargados por el Ayuntamiento. Con los años las cosas han cambiado y así lo atestiguan los más ancianos, que recuerdan que en el pasado eran los padrinos los que compraban el bollo de Sallurtegi a sus ahijados.
Ane, Izaro y Amets, algunos de los pequeños presentes en la plaza de Santa María no dudan en darle los primeros bocados al bocadillo mientras comentan que está muy rico. Los mayores tienen la ocasión de comprar el tradicional bollo en varias panaderías.
La jornada tiene un nuevo momento de reflexión con la celebración de una segunda misa en la ermita de Sallurtegi que se halla en la actualidad como caserío de su nombre a unos dos kilómetros de Agurain, y fue la parroquia de un despoblado desaparecido o “mortuorio” abandonado posiblemente antes del siglo XVI. En el año 1258, el rey Alfonso X el Sabio la donó junto a otras aldeas a Salvatierra. Se conserva frente al caserío una estela, de la Inmaculada, del siglo XVII, con una inscripción ilegible.
Como vigía en su atalaya, allí por siglos en la ermita ha estado Nuestra Señora de Sallurtegi presidiendo la vida religiosa y social de Salvatierra. La imagen de Nuestra Señora de Sallurtegi fue trasladada el siglo XIX a la capilla del hospital municipal y cuando el edificio se destinó a otros servicios, con tal motivo se efectuó el traslado a la iglesia de Santa María donde recibe culto cada Lunes de Pascua.
La conjunción o simbiosis de todos estos elementos festivos, religiosos, tradicionales e históricos ha hecho que el nombre y la patrona de un despoblado, el de Sallurtegi, del que apenas hay noticias históricas haya aglutinado en una celebración a toda la población de la villa de Agurain. Ya por la tarde en el mismo caserío de Sallurtegi, o Sallurti, como les gusta llamarlo a los del lugar, se reparten refrescos y sidra.
Imágenes de Sallurtegui La virgen de Sallurtegui (0,93 x 0,36 x 0,33 m.) que contó con ermita propia, está hoy recogida en la parroquia de Santa María de Agurain. Por razones devocionales y del concepto del decoro que se quiere para las imágenes de culto, fue drásticamente restaurado y policromada en el siglo XX, según el patrón de la virgen de Estíbaliz. Debió ser parecida a las andra mari que existen en Agurain, pero ésta lleva una flor, en lugar de una manzana como la virgen de la Salud, sin que sepamos que se trata de una licencia de los restauradores. En cuanto al orbe del Niño, en lugar de libro, parece genuino o al menos es de madera, a juzgar por el apolillamiento que presenta. Además de la escultura, en Agurain como ejemplo de pintura del siglo XVIII, cuentan con una representación en lienzo de la virgen de Sallurtegui (2,10 x 1,32) en la capilla de San Roque, que procede al parecer de su ermita, donde fue colocada en 1757. Figura la imagen gótica de la virgen, vestida con aparatosas ropas acampanadas, ricamente bordadas y con broches de pedrería pendientes de lazos, de las que asoman el rostro enmarcado y la mano derecha sosteniendo una flor roja. Del Niño se ven también la cabeza, coronada como la de su madre, y ambas manos con una flor blanca y el orbe, respectivamente.