La peor pesadilla de todo alumno, la de verse castigado en el colegio haciendo noche en él, se la han autoimpuesto una quincena de profesores técnicos de la red pública de Formación Profesional (FP), a modo de encierro indefinido en el instituto Mendizabala de Vitoria, en protesta por su exclusión de la Oferta Pública de Empleo (OPE) desde que el Gobierno Vasco decidió aplicar, once años después, el real decreto 276/2007 que limita el acceso a las plazas de formación de FP solamente a titulados universitarios.

Lo hacen desde el pasado día 14 de enero, acompañados por colegas alaveses de centros como Eraiken, por otros llegados desde Gipuzkoa e incluso por funcionarios con plaza fija, solidarizados con estos docentes a los que en su día, como denuncian, se les puso una “alfombra roja” para que abandonaran sus empresas y comenzaran a dar clase para compartir con los alumnos toda su experiencia laboral, gracias a lo cual, “aportaron -como subrayan- para que la FP esté dónde está”.

Aunque algunos de ellos confiesan arrepentirse de esa apuesta, ahora tienen la esperanza puesta en este lunes, cuando el Gobierno Vasco les ha citado a las 12.00 horas, a una reunión de la que esperan salir con una “propuesta digna”, como cuentan a este diario Lander Urtaza, profesor de instalaciones electrotécnicas en Mendizabala, Jon Ugarte, profesor de instalaciones eléctricas de interior en Mendizabala e Iker Barrutia, profesor de mantenimiento de instalaciones, en Eraiken, en un momento de su encierro. “El viernes 11 conseguimos una primera reunión, cuando nos llamaron desde Lakua y en la que pensábamos que nos iban a ofrecer ya algo, una vía o un camino, nuestra sorpresa fue que la reunión fue muy informativa, preguntándonos sobre cuál era nuestro problema, cuando deberían de saberlo, porque llevamos un año y medio. Salimos con esa sensación y lo que nos pidieron era 15 días para intentar buscar algo”, detalla Urtaza, que, según agrega, en esa primera cita con el departamento vasco de Educación los profesores técnicos de FP recordaron que son a los únicos a los que nos puntúan su experiencia laboral en la no docencia.

Y, ahora, pese a que “fueron ellos los que abrieron la puerta para que entráramos porque necesitaban docentes con experiencia”, se han quedado en una situación de “desestabilización laboral”. Algo que, como dice Urtaza, que tiene 15 puntos de experiencia, si hubiese sabido antes lo que iba a pasar, se lo hubiese pensado dos veces. “Yo tenía un trabajo fijo y en un momento dado, mis compañeros y yo hicimos la apuesta porque existía esta oportunidad. Se nos estaba llamando. Cogí una excedencia, y si supiera esto, en cómo nos vemos ahora, pues no. Y creo que todos pensamos lo mismo”.

En el caso en el que el lunes no lleguen a nada en claro, no descartan otras movilizaciones. “Ahora mismo estamos encerrados en Mendizabala, pero en Gipuzkoa y Bizkaia hay gente afectada. Intentaríamos extender ese fuego que se ha prendido en Mendizabala a otros centros y a otras acciones para seguir haciendo medidas de presión”, añade Urtaza porque la solución “es fácil”, ya que como dicen: “queremos tener los mismos derechos que tienen los demás. No es más. Poder presentarnos a unas oposiciones, como pueden hacerlo las demás familias de FP o un ingeniero. Si soy apto para dar clases como sustituto, también podré presentarme a esas oposiciones”, remarca este profesor.

En sacos de dormir Pese a que hoy se cumplen once días de encierro nunca han dejado de dar clase, algo que les obliga a estar pendientes del reloj. “A las siete de la mañana nos levantamos. Media hora después recogemos todas las colchonetas y sacos de dormir del aula del edificio F en la que estamos y la dejamos preparada para que a las ocho menos cuarto de la mañana esté lista para dar clase. Luego, cada uno se va a su puesto de trabajo: “los de Mendizabala se quedan aquí, los de Eraiken cogen el coche o lo que sea y se van. Damos clase desde las ocho de la mañana hasta las dos y media de la tarde”, especifica.

Y a las dos y media cuando acaba su jornada laboral, los que son de Vitoria se acercan a casa, “y los que no, como yo que soy de Bizkaia, comemos aquí. Se hace muy duro, tanto para mí como para los que dejo en casa porque tengo dos críos pequeños y no les veo”, declara.

A las 21.30 horas, que es cuando se terminan todos los cursillos en el edificio en el que se quedan a dormir, montan las camas y comen algo. El lunes tuvieron suerte porque la escuela de hostelería de Gamarra les hizo una rica cena de arroz, verduras y carne. “Están preocupados porque saben que desde el Basque culinary center está saliendo una carrera universitaria de hostelería y les puede pasar lo mismo”,

A continuación, ven alguna peli, “porque estamos en un aula con un proyector” y duermen. A la mañana siguiente, vuelta a empezar, aunque esperan que la del lunes sea la última de su propia pesadilla.