vitoria -José Luis Álvarez Vélez (Vitoria, 1949) tiene grabado a fuego un 8 de agosto de 1960 cuando, con 11 años, presenció junto a su hermano Fernando una de las actividades más esperadas de las fiestas de La Blanca: un ajedrez viviente medieval en la Plaza Nueva, para lo que se necesitó engalanar su suelo con 64 casillas, a modo de tablero. La partida la había organizado la federación alavesa de ajedrez y en ella no faltaron cuatro caballos, montados por jinetes expertos, ni tampoco el resto de figuras humanas de reyes, reinas, torres o guerreros, gracias a la colaboración ciudadana. Entre ella, la del padre de Álvarez. “En mi familia somos muy aficionados al ajedrez. Yo fui subcampeón de Álava y mi hermano campeón de veteranos”, explica este artista multisdisciplinar, que comenzó a pintar a una edad muy temprana, destacando con enorme precocidad en el ambiente artístico local, al realizar su primera exposición personal en septiembre de 1967 (con 18 años), en los vitorianos Salones de cultura de la calle Olaguíbel, número 6.
Más de medio siglo después de esa primera muestra, Álvarez todavía siente curiosidad a la hora de experimentar con técnicas y materiales, pero siempre, con una misma premisa, como subraya, que es la de la sensibilidad. “El arte lo debe imperar todo”, destaca este vitoriano, que tiene como emblema la frase de John Stuart Mill referente a que “el arte es un esfuerzo hacia la perfección de la ejecución”. La misma que ha intentado seguir al pie de la letra con su última creación: un ajedrez de bronce, en el que ha unido su pasión por el arte y por esta afición que le viene de familia. “Hace unos treinta años ya hice un ajedrez en plata y ahora he hecho este otro”, precisa.
Sin embargo, el proceso de elaboración en esta ocasión, que le ha llevado todo un año, ha sido mucho más complejo que el de la plata, al ser el bronce un metal “extremadamente duro”. Así, para ver su sueño cumplido ha tenido que pasar por varias fases, como la primera, cuando empezó haciéndolo en barro, para pasar a la cera o a las diversas muestras, “con diferentes pátinas”, para saber con cuál de todas al final se quedaba, por no hablar de los diferentes retoques de las piezas, una vez que salían de la fundición.
Y lo mismo ha pasado al complicarse la vida con la forma que ha querido dar a las piezas, “porque como soy un hombre creativo, he querido que cada una sea única, que sean piezas escultóricas. Siempre me baso en el arte porque eso es lo que debe imperar”, enfatiza.
Unos quebraderos de cabeza que también llegaron con los colores. “La plata se queda tal cual, pero el bronce tiene una coloración rojiza. Aquí hay menos contraste, pero el suficiente para saber diferenciar entre las figuras “negras” de las “blancas”. Les he intentado sacar calidad, para que no parezcan un mazacote”.
Como confiesa, de todas esas tareas, la de pulir el bronce ha sido la que más le ha costado, “unas dos semanas”, detalla, debido a que la goma, en técnicas de joyería, “tiene el sistema de colocación de una fresa pequeñita”, cuenta Álvarez, que también fue Premio nacional de joyería C. Plata, 1977 (Valencia).
“Pesa una barbaridad” Por no hablar de la “barbaridad que pesa” este ajedrez de bronce. Un trabajo, en definitiva, tan intenso como una partida de ajedrez, que le ha dejado “algo cansado”, tras todo el esfuerzo por sacarlo adelante con brillantez, además del dinero invertido de su propio bolsillo, “cada pieza ha costado entre 40 y 80 euros”. Pero de la que al final ha sabido salir victorioso, porque asegura que esta experiencia de transformar un juego de mesa en pieza de coleccionismo, que ha hecho por amor al arte, “ha sido gratificante”. De hecho, aunque sólo hay una unidad, “se pueden hacer más”, apunta este artista, que ya tiene otros proyectos en mente, para que se unan así a su amplia trayectoria. “Hago 70 años en febrero y es muy importante estar activo”, resalta. Hasta ahora, este ajedrez sólo se exhibe en su web (www.alvarezvelezart.com).