Vitoria - “Cualquier reconocimiento de los que hemos recibido es el reconocimiento a todo un equipo y a su trayectoria. Siempre, habitualmente, me toca salir a mí como el director de la orquesta, pero hemos conseguido crear en Vitoria tanto un equipo médico como de investigación con unas particularidades que nos hacen singulares”. Eduardo Anitua (Vitoria, 1956) reparte méritos tras ser galardonado con la máxima distinción de Icoma, que pone el broche a un nuevo año marcado por el incansable trabajo clínico, la docencia, los largos viajes y el hallazgo de nuevas aplicaciones en el ámbito de la investigación. El fundador y director científico de BTI Biotechnology Institute, que se autodefine como “un cirujano atípico que tiene el privilegio de tener detrás a un gran equipo”, abre las puertas de su despacho para hablar de algunas de sus pasiones.

De todos los proyectos que BTI tiene entre manos, ¿podría destacar uno que le ilusione especialmente?

-Hoy mismo -por el pasado martes- estábamos haciendo una cirugía a un paciente que había estado en cuatro clínicas y le habían dicho que era imposible ponerle implantes. Éstos son nuestros retos de todos los días: Poder operar situaciones con técnicas mínimamente invasivas que hasta hace poco igual no tenían tratamientos. También, por supuesto, todo lo que estamos haciendo en investigación traslacional en otras áreas de la medicina. Por ejemplo, hoy en día estamos muy involucrados en regenerar discos vertebrales, en conseguir revertir esos dolores crónicos de espalda tan molestos, y nos está llevando muchos esfuerzos, pero al mismo tiempo dando también muchas satisfacciones. En oftalmología también seguimos investigando en nuevas aplicaciones y algunas de ellas con resultados totalmente sorprendentes.

Descubrir el plasma rico en factores de crecimiento ha sido, corríjame si me equivoco, su obra más importante...

-(Interrumpe)... Yo diría que ha sido la puntita de un iceberg, de un trabajo de más de 30 años en investigación, pero con un equipo muy grande detrás. Quizá es lo más conocido, pero en el área de la implantología oral hemos conseguido que Vitoria sea un referente en el mundo, con un número de publicaciones científicas absolutamente relevante. Sobre todo, porque la mayor parte de ellas son técnicas originales nuestras, no invasivas, desarrollos que han salido de la clínica, de un trabajo con ingenieros y biólogos. Diría que somos más conocidos en la implantología oral que en la terapia regenerativa, aunque mediáticamente la segunda tenga más visibilidad.

¿Al margen de esa visibilidad, siguen encontrando nuevos usos para esta tecnología?

-De una manera vertiginosa. Lo difícil ha sido demostrar a la comunidad científica que cuando todo el mundo iba por un camino, un equipo de Vitoria decidió tomar otro diferente. Cuando todo el mundo investigaba células madre, nosotros empezamos a investigar en el lenguaje con el que se comunican esas células madre. Esto ha sido una revolución en el mundo, pero sobre todo una gran evolución, Porque todo este conocimiento ha venido para quedarse. No encontramos más que nuevas aplicaciones. Tuvimos una intuición que tras un largo camino y muchas horas de trabajo hemos podido constatar con evidencias.

¿La colaboración público-privada que en los últimos años han tratado de afianzar ha comenzado a dar resultados?

-Muy recientemente acabamos de presentar un nuevo equipo electrónico que hemos desarrollado mediante esta fórmula de colaboración, que es algo en lo que queremos ser referentes. Siempre parecía que éramos dos islas que no tenían conexión y hemos conseguido establecer un puente de unión entre nuestra clínica, el Hospital Txagorritxu y nuestro laboratorio, que es un triángulo que va a dar muchas soluciones a nuestros pacientes y a la larga también muchas satisfacciones.

También está ahí la alianza con la UPV/EHU, que dio luz al Instituto universitario de medicina regenerativa e implantología oral. ¿Cómo está funcionando la alianza?

-Podríamos decir que ha sido un parto lento, de varios años. Pero en este momento ya están en marcha los dos posgrados que iniciamos y otras colaboraciones con diferentes universidades, tanto de Inglaterra como en Alemania, Italia, Estados Unidos o Canadá. Estamos teniendo una actividad muy intensa en el área de la docencia, centrada en la implantología oral y la terapia regenerativa.

Hace casi nueve años, en una entrevista con este periódico, decía que “no hay que dejar de soñar” en la curación de algunas patologías graves gracias a esta terapia. ¿Hay avances esperanzadores en este sentido?

-Fíjate lo que es una hernia discal. O el glaucoma, un desprendimiento de retina o una lesión corneal. Curar todo eso eran sueños en ese momento, y hoy empiezan a ser realidades. Hace ocho años estábamos haciendo muchas cosas y en ningún momento pensaba que ahora estarían utilizando nuestro protocolo en los hospitales de oftalmología más importantes de Estados Unidos. O que los neurocirujanos más importante de este país estén poniendo atención en lo que estamos haciendo en columna vertebral. Lo que estábamos haciendo en implantología oral ya sabíamos que, aunque tarde como siempre, la comunidad científica lo iba a aceptar. Creo que tenemos recorrido y proyectos para los próximos quince años.

Lo cierto es que este próximo 2019 va a cumplir 63 años. ¿Ha pensado algún momento en jubilarse?

-(Ríe) En estos momentos no concibo la jubilación. No está en mi objetivo vital, afortunadamente. En cambio, lo que sí está es algo de lo que me toca hablar cada vez más, que es la importancia de llevar hábitos saludables y de que cada persona se responsabilice de su propia salud. Y uno de esos hábitos saludables es precisamente estar muy activos intelectualmente. Que nuestro cerebro esté realmente activo es la fuente de la vida. Que la agenda esté siempre muy repleta, pero sobre todo de cosas nuevas y creativas, no siempre más de lo mismo.

¿Le queda alguna espina clavada?

-En este momento no estoy de mirarme en espinas. Otra cosa es en sueños.Y uno de ellos es conseguir que todos los avances que estamos consiguiendo se implementen en la Sanidad pública. Es un reto. Y el único beneficio que yo voy a sacar de eso va a ser una satisfacción personal de que la gente que tienes cerca se pueda beneficiar de lo que se está haciendo aquí en Vitoria. A veces sí que te entristece que la Sanidad pública no observe con el mismo entusiasmo ni con la misma apertura las investigaciones que se hacen aquí en relación a las que vienen de Estados Unidos. Hay gente que todavía se ha quedado en eso de que investiguen los americanos, pero muchos de aquí, de Vitoria, nos hemos empeñado en que los americanos aprendan de nosotros. Hay que tener en cuenta que muchas de nuestras técnicas se están aplicando ya en otras comunidades autónomas, por ejemplo en cirugía maxilofacial. Y eso... Sencillamente entristece, pero por tus conciudadanos.

¿Y por qué la Sanidad pública, en este caso Osakidetza, no apuesta por ellas?

-La Sanidad pública tiene muchas urgencias, pero hay veces que se olvida de lo más importante. (Silencio)... Prefiero dejarlo ahí.