vitoria - Leer a las personas, sentarse cara a cara con otro ser humano y conocer su historia narrada en primera persona, suele ser mucho más clarificador que enfrentarse a un libro al uso, por muy rico en detalles o imágenes que éste sea. En el caso de las personas que por uno u otro motivo han tenido que moverse de su lugar de origen, empujadas por la persecución, la guerra o la pobreza, este hecho adquiere todo su significado: Porque dentro de la realidad migratoria cada vivencia es un mundo en sí misma y los barnices uniformadores no sirven.

Con este espíritu, la ONG Save The Children ha desplegado en los últimos meses en Euskadi la campaña Bibliotecas Humanas, que precisamente ha tratado de poner en contacto a personas autóctonas -lectoras- con migradas -libros- que en la actualidad residen en esta comunidad, muchas de las cuales llegaron aquí siendo menores. Su objetivo, concienciar sobre la realidad de los procesos migratorios, romper falsos prejuicios y estereotipos y avanzar hacia una sociedad acogedora y que abrace la diversidad. La última etapa de esta suerte de rincón de historias itinerante ha sido Gasteiz, después de visitar Bilbao, Agurain, Araia, Eibar, Irun, Getxo, Gernika y Donostia.

Nakarina Jiménez y Yuliia Petrenko, que tomaron parte en la experiencia, se han reunido con DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA para ejercer una vez más de libros abiertos. “Ha sido una experiencia muy interesante y agradable”, alaba la primera, forzada a huir de casa, en Venezuela, para escapar de una muerte casi segura. El motivo fundamental, su orientación sexual. “A mí me encanta mi país, me fascina. ¿Para qué me iba a mover yo de mi zona de confort? Fue por la necesidad de proteger mi vida”, sintetiza Nakarina, que desde comienzos del pasado verano ha iniciado una feliz existencia en Vitoria.

Su infierno comenzó cuando, tomando algo con su compañera de entonces en un bar cercano a la frontera con Colombia, a donde cruzaba frecuentemente para reabastecer a su familia, unos paramilitares se cruzaron en sus caminos. “Uno de ellos le pidió bailar a ella, pero le dijo que no. Entonces empezaron los insultos, uno de ellos me golpeó... Nos fuimos y finalmente pudimos escapar, después de escondernos en la tienda de una mujer y correr por una montaña”, resume Nakarina. La experiencia, traumática, adquirió tintes todavía más angustiosos cuando sólo unos días después recibió una llamada de teléfono en la que la amenazaron de muerte. “Sé que si me agarran allí me hubieran cortado en pedacitos, porque lo hacen así. Es su modus operandi”, relata. Con la ayuda de una amiga, en marzo del pasado 2017 pudo abandonar su país y comenzar una nueva vida en Europa.

esquemas rotos Los esquemas también se le rompieron en mil pedazos, o mejor dicho se los rompieron, a Yuliia, madre de una niña pequeña y también obligada a huir de Ucrania por un problema familiar que ponía su seguridad en grave riesgo. “Nunca pensé que saldría de mi país. Tenía una vida normal, como todos. Estudiaba, trabajaba, tenía familia y amigos... Pero en los últimos meses vi que no podía vivir tranquila. Tenía miedo. Fue el momento de tomar mi primer avión”, expone en un pausado pero correcto castellano.

Yuliia llegó a Madrid hace ahora dos años y, tras una semana en la capital de España, puso rumbo a Vitoria, una ciudad que la ha acogido “muy bien” y en la que piensa quedarse durante mucho tiempo, pese a toda la gente querida que ha dejado atrás, al choque cultural o a un idioma que le resulta “muy complicado”. Su hija, de nueve años, también avanza en su integración y ya aprende cinco idiomas, euskera, castellano, inglés, ucraniano y ruso, mientras Yuliia ha completado un curso de formación en gestión contable y administrativa. Nakarina, entretanto, trabaja en una plataforma logística ubicada en Jundiz.

Yuliia y Nakarina, las dos solicitantes de asilo, esperan poder regularizar su situación y continuar rehaciendo una vida rota por el miedo. “De aquí ya no me mueve ni un tornado”, bromea la primera entre risas, tomando una expresión muy popular en Venezuela. Sara Polo, coordinadora de la campaña, realiza una valoración “muy positiva” de esta experiencia, que ha permitido abrir alrededor de 120 libros durante todo el periodo en que las Bibliotecas Humanas se han movido por Euskadi, 25 de ellos en Álava. “El poder del testimonio directo, la fuerza que tiene, es súper potente”, remarca Polo. La ONG pretende más adelante “replicar” esta campaña llevándola a otros espacios.

Objetivos. Con sus Bibliotecas Humanas, la ONG Save The Children ha pretendido sensibilizar a la población autóctona sobre la situación de las personas migrantes y refugiadas, en especial la de aquellas niñas y niños que han huido de su país como consecuencia de los conflictos, la persecución o la pobreza. Generar un encuentro que permite romper prejuicios y estereotipos que distorsionan la realidad y avanzar hacia una sociedad acogedora y que abraza la diversidad.

Marco. La campaña se enmarca en el proyecto ‘Fortalecimiento de la actitud crítica y transformadora de la sociedad vasca respecto a la infancia migrante y refugiada y sus derechos’, financiado por la Agencia Vasca de Cooperación al Desarrollo, que analiza desde una perspectiva de género, infancia y cultura de paz las distintas vulneración de derechos humanos que se dan en los procesos migratorios.

Concepto. El concepto de Bibliotecas Humanas se basa en la idea de ‘leer’ personas en lugar de libros. De esta forma, se propicia la interacción entre personas autóctonas -lectoras- y migradas -libros- que residen en la misma comunidad. La campaña tuvo en Gasteiz su última etapa hace dos fines de semana.

En números. La biblioteca itinerante ha visitado durante las últimas semanas nueve localidades vascas, tres de ellas alavesas: Bilbao, Agurain, Araia, Eibar, Irun, Getxo, Gernika y Donostia. Han participado en ella personas migrantes de todas las edades y de muy diferentes orígenes: África, Asia, Europa o Latinoamérica.

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Libros humanos han tomado parte en las bibliotecas desplegadas en Euskadi por Save The Children, 25 de ellos en Álava.