vitoria - El regreso a la actividad escolar tras el parón vacacional de la Semana Santa coincide con el anuncio de medidas por parte del Ayuntamiento para atajar definitivamente los problemas asociados a las dobles filas frente a los centros escolares del centro de Vitoria durante los horarios de entrada y salida. Los padres de alumnos reconocen las molestias, pero subrayan que se trata de contratiempos “muy puntuales” y explican que, si bien, hay quien se excede con los tiempos de parada, no deberían “pagar justos por pecadores”. Consideran que algunas de las medidas propuestas por el Consistorio son positivas, como la idea de subvencionar los aparcamientos privados durante espacios cortos de tiempo, pero que otras, como el despliegue de agentes que impidan detenerse si el menor al que se va a recoger no está ya fuera, acaba generando un circuito de coches que da vueltas y contamina en torno a los colegios. Algo que no casa muy bien con el espíritu Green Capital.
Son las 8.30 horas y los coches comienzan a formar una hilera paralela a las plazas de OTA en la calle Koldo Mitxelena, en la trasera de Marianistas. Manuel se apea del vehículo y acompaña a sus hijos hasta la puerta. Aduce que si no hay disponibilidad de aparcamiento o si no se habilita una zona de estacionamiento de rotación rápida, con coches que sólo se detengan lo imprescindible para dejar a los niños y salir, es prácticamente imposible acabar con este problema. “Hay gente que se pasa, pero la mayoría de los padres que aparca en doble fila apenas está unos minutos estacionado. No deberían pagar justos por pecadores”, sopesa mientras evalúa el programa municipal para actuar sobre esta práctica. Recuerda que cuando sus hijos eran más pequeños estacionaba en el parking privado de la Catedral Nueva, pero añade que perdía mucho tiempo y que la doble fila temporal de Koldo Mitxelena es “lo menos malo”. La alternativa del transporte público no es, en su caso, una opción, porque nada más dejar a los niños en el colegio tiene que ir a trabajar a la Michelin, en la otra punta de Vitoria, “y la combinación de autobuses para llegar hasta allí es muy mala”.
un incordio Gloria llega a pie con su hija. Vive en Portal de Castilla, un poco antes de llegar a la rotonda de la Antonia, pero siempre acostumbra a bajar andando al colegio, salvo que diluvie. “Entiendo que las dobles filas supongan un incordio para algunas personas -expone-, pero también comprendo que hay gente que deja a sus hijos aquí y que luego tiene que irse rápidamente a trabajar a Jundiz”. Asume que la solución no es sencilla y apunta que el Ayuntamiento “debería organizar bien otros asuntos, como la circulación de las bicicletas por las aceras que se da durante todo el día, antes que las dobles filas, que no deja de ser algo puntual”.
Alberto reside en Ibaiondo, por lo que emplea el coche para llevar a su hijo a Marianistas. Explica que el problema, sobre todo en los horarios de salida, se ha agravado desde que la Policía Local regula los estacionamientos. “Los agentes no dejan que te detengas a menos de que el niño al que vas a recoger esté ya fuera del centro. Como los padres no saben exactamente a qué hora va a a estar en la puerta, dan vueltas alrededor de la manzana a la espera de encontrarle ya fuera. Se organiza un circuito de coches que satura toda la zona y que contamina mucho más que la doble fila. No creo que esto sea muy Green Capital”, analiza. Además, se adelanta al futuro más inmediato y se pregunta qué sucederá cuando el centro estrene el aula para niños de dos años, actualmente en construcción. “No pueden venir solos a clase y los padres van a tener que traerlos en coche, así que el problema aumentará”, calcula.
En el vecino colegio Urkide, algunos coches se detienen sobre el propio carril de circulación, dejan bajar a los pasajeros y prosiguen la marcha. Sólo hay sitio para que cuatro turismos aparquen -irregularmente- sobre la acera. Marta, que sale a toda prisa del centro escolar, valora positivamente la posibilidad de que se subvencione el estacionamiento en el cercano parking privado. “Estaría muy bien, porque alguna vez he dejado el coche ahí, pero es que tardas cuatro minutos y pagas un euro”, lamenta.
Mariola, por su parte, señala que en Urkide no hay ni siquiera posibilidad de que se organicen dobles filas y que la única opción, si hay suerte, es ocupar una de esas privilegiadas e irregulares plazas. Reconoce que cuando la Policía Local se pasa por la zona “hay muchas posibilidades de que te multen, a menos que te toque un agente comprensivo”. Explica que, en el parking privado, con 70 euros obtienes una recarga de 100, pero que aún así sale caro por lo que ve con buenos ojos la propuesta de subvención. En su caso, nada más salir del colegio tiene que desplazarse hasta la zona de Arana y muchas veces necesita el coche para moverse durante la jornada laboral, así que el transporte público no le resuelve la papeleta.