La tradicional feria de San Blas de Dulantzi congregó en la mañana de ayer a cientos de personas que, pese al intenso frío y el cielo gris, se acercaron a ver el centenar de puestos repartidos por toda la Herriko Enparantza. Un año más, algunos de los reclamos más importantes fueron el pastel vasco, el pan casero, el jamón, las hortalizas, la miel y el siempre exitoso chorizo.

La localidad se rindió un año más a los encantos de esta fiesta y fueron muchísimas las personas que decidieron pasar un domingo distinto rodeados de puestos de artesanía. La pequeña localidad de la Llanada, igual que varios pueblos del resto de la geografía vasca, rinde tributo a este santo protector de la garganta. Hay dos elementos indispensables en torno a esta festividad que no pueden fallar. Por un lado, cordones de algodón de distintos colores. Por otro, los dulces dedicados a San Blas. Según la tradición, si ambos se bendicen ante el santo, y si se coloca el cordón al cuello durante los nueve días posteriores y tras ese tiempo se quema, éste nos protegerá de enfermar de cualquier afección de garganta.

Decenas de ricas viandas esperaban convenientemente expuestas en los stands a la llegada de compradores. Cucharas de olivo a 7,50 euros, chorizo casero de León dulce o picante a 10,80 euros el kilo, pasteles de queso a 11 euros la unidad... La oferta gastronómica y de complementos era variada. Los más pequeños no podían cerrar la boca ante las decenas de oportunidades que se les presentaban en los distintos puestos, y especialmente en el de algodón de azúcar instalado en las inmediaciones de la casa de cultura Micaela Portilla.

Los mayores no dudaron en rascarse el bolsillo comprando alguno de los productos que horas más tarde formaría parte del menú dominical. Muchos de los asistentes prefirieron dar primero una vuelta para valorar el género y elaborarse su propia lista de la compra en la cabeza. “Recordarme que tengo que comprar un queso de cabra, que ya sabes cómo le gusta a papá”, comentaba un grupo entre los puestos.