El local de personas mayores de Okondo albergará a las 18.30 horas de hoy en el marco de las sextas jornadas de montaña y naturaleza que organiza Ganekogorta una conferencia en torno a una de las costumbres más entrañables del montañismo vasco: la utilidad de los buzones que se encuentran en la inmensa mayoría de las cumbres de nuestra geografía.
La va a ofrecer el etnógrafo y gran conocedor del Gorbea Iñaki García Uribe, que ya dedicó a los centenarios de montaña o -como él los denomina, los Oscar del montañismo vasco- un capítulo especial de su cuarto libro. “Tuve claro que quería contar la historia de este reconocimiento en torno a los buzones alpinos, porque su uso va a morir con la generación de los montañeros que tenemos entre 50 o 60 años. La gente joven ni sabe ni quiere saber de estas historias, en un mundo digital. Se trata de algo sentimental que se va a perder, aunque hay gente que sigue haciéndolo. Yo mismo tengo dos, aunque conozco a uno con once. Lo que implica haber hecho 1.100 montes diferentes”, detalla.
García Uribe se refiere al trofeo que entrega la Federación Vasca de Montaña a las personas que logran reunir cien tarjetas oficiales que atestiguan su paso por el mismo número de cumbres diferentes. “Cuando se llega a una cima se mete en su buzón la tarjeta del club de montaña al que pertenezcamos, firmada y con la hora y fecha de llegada. El siguiente montañero que llega la recoge y mete la suya y, cuando llega a casa, envía por correo postal la que recoge a su remitente para que la reciba y pueda catalogar, y así hasta el infinito”, relata.
El uso de los buzones alpinos es algo casi exclusivo de Euskal Herria porque, aunque sí existen en otras partes del mundo, solo se encuentran en montañas muy significadas o importantes, mientras que es raro que una cima vasca no cuente con su propio buzón. “En Euskadi tenemos miles, mientras que en el resto del Estado o Europa hay muy poquitos y en cumbres muy señaladas, sobre todo del Pirineo, y relacionados con los libros de firmas que antaño usaban los primeros exploradores para dejar sus frases escritas o poemas.”, explica García Uribe.
Fue la Federación Vasco-Navarra de Alpinismo la que, desde Elgueta y en 1924, se le ocurrió hacer uso de los buzones alpinos para difundir el montañismo como deporte. “A principios del siglo pasado no era tan fácil moverse como hoy en día y, por medio de los buzones, lograron que la gente tuviera conocimiento de otras montañas que no fuesen las de encima de su casa. Ir al Larrun a Iparralde, al Usturre en Tolosa o a Peñas de Aia en Oiartzun era toda una aventura que pocos hacían, y al instalarse los buzones hace que se comiencen a dibujar unos mapas como a plumilla y que la gente empiece a coger líneas de ferrocarril para ir a ver esos montes y sus correspondientes buzones. Así lograron expandir el montañismo de una manera muy curiosa, es como una tela de araña que se teje en toda Euskal Herria”, resume García Uribe.
En este sentido, también se enfada con quien no respeta “estas obras maestras”. Los hay con forma de hacha, árboles cincelados en zinc e, incluso cohetes, aunque los más recurrentes son los caseríos como el del propio Gorbeiagana a 1.482 metros de altura. Sin embargo, el primero en suelo vasco se colocó en Anboto en 1915. Se trataba de una pieza de 90 kilos que “hubo que subir junto con cemento y hasta agua, porque en la cima no hay y lo hicieron unos expedicionarios vestidos con traje, corbata y sombrero salacot, siguiendo el concepto de montañismo de élite de los primeros tiempos”, argumenta García Uribe, al tiempo que añade que “a los pocos días un pastor subió y lo rompió, porque le estaban invadiendo el terreno, supongo. Lo de los desgraciados que destrozan lo ajeno no es nuevo”, sentencia.