Vitoria - El sonido del despertador para ir a clase puede ser una auténtica pesadilla para los alumnos que sufren bullying, hasta tal punto que esta fobia, cuando la escuela se convierte es un lugar verdaderamente hostil, tiene un síndrome propio: el de los lunes. La prevención, detección y abordaje del acoso escolar, a través del programa Tutoría Entre Iguales (TEI), es el objetivo de la jornada que ayer promovió el Colegio Oficial de Psicólogos de Álava en una ponencia que impartió el psicólogo clínico y educativo y fundador de este exitoso proyecto, Andrés González Bellido (Salamanca, 1953)
Desde hace 15 años coordina el programa TEI, que es el de mayor impacto nacional, al participar 800 centros en el Estado con cerca de 150.000 alumnos.
-Sí, aunque actualmente hay más, porque a finales de septiembre ya eran 920 centros y cada curso, en septiembre, comienzan nuevos entre 170.000 y 200.000 alumnos, aproximadamente. Y en todos estos años, en total, han pasado 820.000 estudiantes. A nivel estatal somos 20 o 30 veces más grandes que cualquier otro. Y a nivel mundial también estamos entre los primeros a nivel de impacto.
¿De todos esos centros que participan en el programa TEI hay alguno que sea de Álava?
-No, todavía no hay ninguno. En Euskadi sí que hay centros, actualmente tenemos uno muy interesante en Barakaldo como ciudad TEI, que es que todos los centros de Infantil, Primaria y Secundaria, desarrollan el programa.
¿Cómo surgió el proyecto?
-Este proyecto surge porque yo, que soy psicólogo clínico y educativo, en mis consultas he tenido bastantes pacientes de alumnos que han sido víctimas de acoso. Eres consciente, por empatía, del nivel de sufrimiento que tienen no sólo ellos, sino también sus padres, hermanos y todo su entorno familiar. Y aparte, llevo dedicándome a la educación sobre unos 30 años, por lo que también era consciente de lo que se podría hacer al respecto en los centros educativos. Entonces, se combinaron estas dos cosas y lo que hicimos fue crear un grupo de psicólogos y profesores, de Infantil, Primaria y Secundaria, y estuvimos trabajando unos tres años y partir de aquí comenzamos el proceso de implementación en 2002-2003.
¿Cuáles son las fortalezas de este programa?
-Es el único programa que hay a nivel mundial que en dos años interviene sobre el 100% de la población educativa. Por ejemplo, en ese tiempo en un centro de Secundaria todos los alumnos han pasado por el TEI. Todos son ayudantes y han sido ayudados. Son tutores y han sido tutorizados. Es el empoderamiento que tienen los estudiantes. Ellos son los protagonistas del proceso de intervención. Es un programa que no deja a nadie fuera, al participar el 100% de los alumnos, independientemente de que sean de necesidades educativas especiales o que tengan altas competencias. El plan tiene estrategias para incluirlos dentro de los procesos de intervención y no excluye nunca a nadie, a ningún alumno. Es uno de los pocos programas que no sólo trabaja sobre agresores-víctimas-espectadores, sino sobre las conductas que hacen daño, vengan de donde vengan, porque la mayor parte de las veces, en un 80%, vienen de una línea de agresores, pero hay un porcentaje que viene de los espectadores e incluso de las víctimas. Pero para el TEI no importa de dónde vengan esas conductas, sino que se incide en que son dañinas y no se pueden reproducir.
Llama la atención esta tutorización emocional. ¿Es una especie de hermano mayor?
-Sí, así es. Los tutores son mayores, pero da igual que sean de Infantil (los de 5 años son tutores emocionales de los de 3 años); Primaria (los de 5º son tutores de los de 3º) o Secundaria (los de 3º son tutores de los de 1º) o los de ciclos, como Formación Profesional, porque el objetivo es que estas personas generen conductas saludables sobre los otros compañeros. Y también compensar los desequilibrios que se producen cuando hay acoso escolar.
¿Cómo se eligen a esas parejas para tutorizar a los alumnos?
-En el caso de los tutores trabajamos sobre una evaluación de las competencias que tienen desde una perspectiva de ayuda, de compromiso y, sobre todo, de competencias socioemocionales. Y en el caso de los alumnos tutorizados, evaluamos el nivel de necesidades que tienen, de vulnerabilidad en situaciones de posible acoso o de conductas que hacen daño. Y lo que hacemos es compensar los desequilibrios. El estudiante que es especialmente vulnerable tendrá un alumno tutor que es especialmente competente, con lo cual lo que hacemos es disminuir los niveles de victimización de la persona que sufre acoso. En total, desaparecen las situaciones de acoso en más de un 95%.
En ocasiones, ese primer día que se les empareja para llevar a cabo la tutorización emocional se simboliza saliendo ambos al patio y atándose los cordones de sus zapatos. ¿Esta práctica es habitual?
-No, normalmente puede hacerse durante un primer día, pero no es habitual. Aproximadamente un 16% de los alumnos no comunica que sufre situaciones de acoso. Entonces, el primer objetivo de cualquier programa sobre prevención de violencia escolar es que no puede haber situaciones de acoso que no sean conocidas. Hay que conseguir que ese 16% que no lo conoce nadie, salga a flote. Y la mejor forma de hacerlo es creando identidad, un compromiso entre las partes. Por lo tanto, hay actividades durante todo el año que son conjuntas entre tutor y tutorizado, como puede ser atarse los cordones ese primer día, pero también haciendo una gymkhana juntos, realizar una salida o un taller de pintura juntos.
¿Qué virtudes tienen que tener esos hermanos mayores que ejercen de tutores emocionales?
-Solicitan ser tutores un 96% en Secundaria y el 99,9% en Primaria. Todos los alumnos son tutores. Esta es una de las diferencias con cualquier otro programa que hay. Los que no son tutores, porque no quieren o no se ven, son ayudantes del coordinador del programa, con lo cual no hay nadie de ningún centro educativo que quede fuera del programa. Todos participan activamente. Pero no se requiere alguna virtud en especial desde el punto de vista socioemocional, sólo se necesita un compromiso y un quererlo hacer.
¿Cuánto dura esa tutorización emocional? ¿Únicamente un curso o se puede prolongar más?
-Inicialmente, el primer curso es una tutorización individualizada con el soporte institucional del centro educativo, en el cual hay unas 20 actividades durante todo el año. Y después, se mantienen esas tutorías emocionales entre ellos, pero sin el soporte institucional del centro porque lo que queremos es que ellos hayan adquirido el hábito de ayudarse del compromiso que tienen, y sin que el centro les obligue, pero que lo haga. Sobre un 80% de las parejas se mantienen.
¿En qué punto estamos actualmente a la hora de prevenir el acoso escolar? ¿Está la sociedad más concienciada?
-Sí, yo pienso que comenzamos a hacer el proceso de concienciación más serio, en el sentido de que el acoso hace mucho daño, y se empieza a sensibilizar al profesorado, a equipos directivos, compañeros y espectadores. Creo que estamos en el momento de que los alumnos sean plenamente conscientes de que sean ellos los que tienen que hacer los procesos de prevención y, sobre todo, que prácticas habituales, como “gordo” o “cuatro ojos”, que aunque parezca que son de baja intensidad, hacen mucho daño, y es conveniente denunciarlas.
¿Y qué falta por hacer?
-Falta mantener espacios para que podamos trabajar. La formación va mucho más allá del currículum, en el sentido de que el centro de toda la educación debe de ser la persona. En el momento de que seamos conscientes de que lo importante son nuestros alumnos o nuestros hijos, desde una vertiente humana, nos daremos cuenta de que hay situaciones que no deben de ser soportables. Como institución educativa no podemos admitir ni el más mínimo caso.
¿Y cómo funcionan los protocolos de los colegios?
-Los protocolos están en todos los centros porque deben de existir siempre. Pero, con todos mis respetos, un protocolo no es más que el anuncio de un fracaso porque estamos diciendo que ya hay una situación de acoso que ya se ha producido. El objetivo debe de ser siempre que la intervención no se produzca.
¿Qué le parecen las charlas en los colegios sobre acoso escolar?
-La charla no es una buena estrategia preventiva de carácter general. Sirven un poco para sensibilizar, de forma puntual. Cuando trabajamos en la prevención, la intervención debe de ser integral, no debe de ser únicamente una charla, tiene que haber un compromiso del profesorado, de la dirección del centro, de las familias y de los alumnos. No podemos dar una píldora, diciendo al estudiante cuatro cosas, y que al día siguiente no se acuerde de nada. Por esa razón hablo del procedimiento, más a largo plazo e integral, no de un contenido puntual.
¿Qué señales pueden indicar que un alumno sufre acoso?
-Podemos hablar de unas cuantas de carácter general. Por ejemplo, una bajada fuerte de las notas, un aumento de los niveles de ansiedad, una subida de “los lunes no quiero ir al cole”, el hecho de que le desaparezcan cosas, que cambie de acera cuando se encuentre con sus compañeros, que sea el último que salga de la clase para no encontrarse con otros, que sea el primero que vuelve a las aulas, que esté solo en las horas del patio...
¿Qué debe hacer un padre cuando sospeche que su hijo pueda ser víctima de acoso?
-El primer paso siempre es que su hijo sepa que puede contar con él, pase lo que pase. Eso debe de quedar muy claro. El siguiente es que vaya hablar con el tutor sobre las sospechas que tiene. Si no se soluciona, que hable con el orientador y si tampoco funciona, que hable con la dirección del centro. Y si no, que vaya a inspección y que denuncie. Pero no puede denunciar sin haber hecho antes todo lo anterior porque no tiene sentido.
¿Es habitual recurrir a terapia psicológica para superarlo?
-Sí, es casi obligatorio que haya una intervención externa porque de lo contrario no se supera, sobre todo cuando hablamos de alta intensidad.
¿Es recomendable que intervengan los padres en la terapia?
-Una intervención sin los padres no se entiende y sin el centro tampoco.
¿En cuanto tiempo se supera el trauma del acoso?
-Son experiencias que no se borran nunca, sobre todo si es de media o alta intensidad, aunque esto no quiere decir que no puedan hacer una vida normal. En Euskadi, por ejemplo, hay un exjugador del Baskonia, Iñaki Zubizarreta, que ha contado su historia para ayudar a otros.