Elciego - Aunque son unas fiestas menores, las de San Roque de Elciego se convierten en todo un acontecimiento popular por la numerosa asistencia de vecinos a los actos programados, así como los muchos veraneantes y turistas que participan y que no se pierden la ocasión de tirar de la campana situada en la trasera de la ermita. Ayer se celebró esta antigua festividad se remonta al 1 de octubre de 1662, cuando el obispo de Calahorra Juan Joanibie Echalar confirmó la Cofradía de San Gregorio y San Roque de Elciego, tras examinar los capítulos y ordenanzas. La celebración quedó fijada para cada 16 de agosto y se estableció que la fiesta religiosa se realizara en la ermita.

Para cumplir con los ritos de personas subieron la larga cuesta que separa la ermita de la villa para asistir a la misa al aire libre que se celebra en honor al santo. A las diez de la mañana todos los espacios posibles para poder aparcar un vehículo quedaron totalmente colapsados y en la explanada que hay frente a la fachada de San Roque estaba el pequeño altar, con la imagen del Santo rodeada de racimos de uvas, y numerosas sillas y bancos para que los fieles más mayores puedan seguir el oficio con un poco de comodidad. Por su parte, los niños aguardaron en la zona de almuerzos donde hay unos juegos para ellos.

Finalizada la misa se celebró una pequeña procesión en la misma campa y, a continuación, los cofrades obsequiaron con una chocolatada a todos los que entraron en el pequeño edificio. Además, existe la costumbre en este día, en Elciego, de dar la vuelta a la ermita y tirar de la cadena para hacer sonar el campanario del templo, como una forma de llamar a la buena suerte y a las buenas vendimias o cosechas.

La jornada en la ermita se completó con los almuerzos. No se pueden encender hogueras ni utilizar los asadores que hay en el lugar, pero quien más, quien menos, subió una cacerolada de caracoles, una caldereta, paellas, tortillas de patatas? Todas las viandas son bien recibidas cuando además se remojan con los vinos que se elaboran en Elciego. - P. José Pérez