VITORIA - El Iradier Arena arrancó ayer por la tarde, con el show de humor amarillo, la nueva etapa en los espectáculos vespertinos que ofrece durante el ciclo festivo de La Blanca. Como estampas para el recuerdo van a quedar ya las imágenes en las que sobre el albero del presunto multiusos aparezcan reses y toreros. La capital alavesa ya ha pasado página en la celebración de corridas de toros, y todo apunta a que sea ya una decisión definitiva y perdurable en el tiempo, tras el anuncio del Ayuntamiento de no llevar a cabo tampoco un concurso público para desarrollar una feria taurina en las fiestas de 2018.
En la base de esta decisión hay que situar el progresivo e imparable descenso en las cifras de espectadores en las ferias de los últimos años con unos tendidos despoblados y la espantada definitiva de la otrora fiel masa taurina vitoriana. De este modo, se pasó de los 52.653 espectadores congregados, en las seis corridas de a pie y el espectáculo a caballo del año 2010, a los escasos 21.700 que se dieron cita en la última serie de corridas del pasado año. Además, las cuentas tampoco resultaron positivas en estos últimos años con agujeros como los registrados en los ejercicios de 2010 y 2011 en los que los números rojos ascendieron a 600.000 y 460.000 euros, respectivamente. También durante estos años se ha tratado de frenar ese descalabro de espectadores y económico con virajes a la hora de afrontar la manera de gestionar el recinto. Los números de asistencia acompañaron en la etapa en la que aficionados locales tomaron las riendas con buenos carteles. Sin embargo, fueron los años en los que más pérdidas se registraron. De nuevo con la gestión privada de la plaza, los diferentes empresarios que se atrevieron a asumir el riesgo terminaron desertando ante la sangría de pérdidas. El último de ellos, José Coutiño, renunció al año de prórroga que disponía este 2017 después de perder 80.000 euros en dos años.
un nuevo marco Ante esta situación, el Ayuntamiento abrió un periodo de licitación para encontrar una firma que tomara las riendas. El nuevo adjudicatario tenía que asumir también gastos como el de la banda de música o contratar la arena para las tardes de lidia. Ante este nuevo marco, el concurso quedó desierto en diciembre y tampoco fructificó el postrero intento de la firma Chopera por evitar la desaparición de las corridas de toros.
Una caída en picado. El descenso en el número de espectadores fue una de las estocadas que terminó por estrangular la feria taurina vitoriana. En 2010 se contabilizaron 53.343 espectadores y media docena de años después la cifra menguó hasta los 21.766, con un promedio de menos de 2.000 personas en las corridas de toros. Además, las variadas fórmulas de gestión pública y privada llevaron a generar unas pérdidas de más de un millón de euros solo en los ejercicios 2010 y 2011.