vitoria - Era la quinta vez que intervenía en el Pleno municipal y así lo recordó al inicio de su discurso el Síndico de Vitoria, Martín Gartziandia, durante la sesión de ayer, en la que dio cuenta de la memoria de actividad del Defensor vecinal de 2016 adelantada ayer por DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA, con 286 casos tratados. Pero lo que parecía una introducción más en su comparencia anual, al final de ella reveló su verdadero significado de despedida: “Hoy vengo a anunciarles que no me postularé para renovar mi cargo otros cinco años. El próximo 30 de noviembre cesaré mi actividad de la que tomé posesión en diciembre de 2012”, declaró, dejando sin palabras a todo los presentes, poco antes de acabar su primer turno de intervención en el Pleno.
Nadie se lo esperaba. Ni los grupos políticos porque, pese a sus diferentes colores, y como pocas veces ocurre en el salón plenario, todos ellos coincidieron en querer no poner punto final a cinco años de “trabajo intenso y entusiasta”, como así homenajearon al “mejor Síndico que podían tener” todas las fuerzas del Ayuntamiento, muy agradecidas por el empeño de su “estupenda” labor.
De hecho, desde 2012, el Síndico se ha convertido en una institución mucho más cercana y accesible, como refleja su último balance. “Consideramos que la atención al público ha sido muy buena, que hemos escuchado a la ciudadanía con interés, con ánimo de ayudar y con implicación. Consideramos que a la hora de informar a ciudadanos hemos sido claros y honestos. Siempre hemos estado al otro lado del teléfono y del mostrador”, explicó Gartziandia poco antes de que la emoción en su tono descubriera sus intenciones de autocese.
Todo este esfuerzo se ha traducido en “un aumento del número de casos y de ciudadanos” dispuestos a acercarse hasta sus oficinas y hasta del reconocimiento de la corporación municipal. Y, sin embargo, para sorpresa de todos, lo deja. Como destacó, “quiero decir argi eta garbi que este cese es una cuestión meditada, pensada, que no tiene ningún tipo de vinculación ni con la labor realizada ni con la respuesta por parte del Ayuntamiento, ni nada de eso”. Además, aseguró que es “una decisión personal, que tampoco es nueva, porque como digo cuando asumí la sindicatura y cuando lo hablé con los grupos políticos, yo me comprometí a estar en el puesto durante cinco años”.
Esta es la cuestión de fondo, pero Gartziandia también quiso confesar “que la implicación me ha pasado factura personal también en alguna medida, aunque esto suene un poco raro hoy en día. Pero sí que reconozco que cuando se habla de robar horas de sueño es bastante literal”. Y curiosamente, como precisó, los casos aparentemente más sencillos son los que más quebraderos de cabeza le han dado. “Siempre hemos procurado que se llevara a fin aquello con lo que nos habíamos comprometido. No sólo bastaba con emitir una resolución, sino procurar que las cosas realmente al final se hicieran”, remarcó. Según ejemplificó, este caso fue el del huerto de una vivienda particular en el Casco Viejo cuyo dueño se les había quejado de todos los escombros que en su zona verde se habían acumulado, al convertirse en una especie de vertedero tras la reforma de Montehermoso. Asuntos como ése, “aparentemente sencillos”, pero que cuestan “horrores” que tengan un final feliz. “Borrar un mural de una pared nos ha costado dos años”, ilustró.
En la decisión de Gartziandia también ha pesado “ese fenómeno”, del que no quiso poner nombre, pero que parece referirse al día de la marmota, cuando afirmó que “últimamente me empiezan a contar casos que ya creo que los conozco al haber escuchado todo tipo de problemáticas ciudadanas. Y es cuando piensas que este tema es un clásico de Vitoria y que ya tenemos un montón de expedientes al respecto”, matizó.
Llegado ya a ese punto, tal y como añadió, “por no caer en la reiteración y en la respuesta facilona, me parece positivo que haya una persona que venga en mi lugar con ilusión renovada y que aplique su impronta. Cuando yo llegué (tras la marcha del abogado Javier Otaola), no tenía muy claro cómo tenía que ser la figura del Síndico y al final te das cuenta que cada uno aporta su impronta y su personalidad”.
Para él han sido “cinco años muy intensos de trabajo y dedicación, pero de compromiso e ilusión”. Incluso hasta para los temas más espinosos, como los relacionados con los conflictos de la ciudad. “Estamos contentos. Me he preocupado de no intervenir cuando se ha generado mucho bullicio sobre un asunto porque siempre me ha preocupado mucho el no pronunciarme para no hacer más ruido si no puedo aportar nada. Pero siempre donde podamos incorporar algo, estaremos encantados de intervenir”.
Conflictos Un lustro que también ha sido “social y económicamente duro. Difícil para la ciudadanía”. Y en el que tampoco han faltado los apuros económicos en el Síndico, como cuando en 2016 alertó del recorte presupuestario que le dejó con sólo 2.300 euros para afrontar su actividad, cuando en 2015 fueron más de 6.000 euros. “El argumento presupuestario siempre ha rondado por encima de nuestras propuestas”, censuró. Y eso que sus acciones se incrementaron en ese periodo, tras la creación de un grupo de trabajo de 18 personas para analizar en una plataforma el problema de ruidos del Casco Viejo.
“Este cargo al final de mi mandato me habrá permitido reunirme con un total de 5.000 ciudadanos”, especificó. Ello le ha hecho “descubrir cualidades que yo mismo ignoraba, como el placer de la escucha activa o la comunicación asertiva”. Asimismo, esta experiencia “me ha servido para conocer en profundidad la importantísima labor que ejercen las defensorías. Yo reconozco que cuando llegué al cargo no tenía un conocimiento muy profundo sobre su trabajo, pero después, hemos aprendido que es un servicio modesto, humilde, pero desde la cercanía, ofrece un servicio esencial para la defensa de los derechos ciudadanos. La sindicatura es un signo distintivo de calidad democrática”.
Pese a ello, insistió en que ha llegado el momento de tomar otros caminos. “Cinco años es un plazo razonable para completar las mejoras que uno tenía previstas, para aplicar su propia impronta personal, pero si sigo, cinco años más está el riesgo de persistir en mis errores y en mis propias prácticas”, advirtió.
Es la retirada a tiempo, pero como le despidió el propio alcalde de Vitoria, Gorka Urtaran, no es un agur, sino un “nos vemos en el Ayuntamiento”. De vuelta a su puesto en los servicios jurídicos de donde vino. Unos excolegas para los que también tuvo palabras. “Mi más sincero agradecimiento a todos los compañeros del Consistorio, que día tras día, nos han ayudado respondiendo diligentemente a nuestras peticiones. Desde el Síndico nos hemos sentido reconocidos”. A los grupos políticos, a quienes hacía ayer este anuncio con el fin de ofrecerles “el plazo suficiente para que busquen a una persona”. A los medios, por “ejercer de altavoz del Síndico”. Y, cómo no, a su propio equipo del Defensor, Leire y Adolfo, quienes ayer le oyeron decir “que son unos fenómenos en la calidad de atención”. El 1 de diciembre se va, pero “hasta entonces seguiré dando guerra”, avisó Gartziandia.
“Mi mayor alegría”. Para Martín Gartziandia una de “sus mayores alegrías” y uno de los casos que más llegó hasta la oficina del Síndico de Vitoria fueron las quejas de los locales que se veían obligados a contribuir en el pago de las obras de accesibilidad de cota cero en una comunidad de propietarios. “Analizando la jurisprudencia, en septiembre de 2015 emitimos una orientación y concluimos que la vecina no tenía que pagar”. Un año después llegó la sentencia del Tribunal Supremo, en la línea con lo que ya había dicho el Síndico. “Ahora los locales no tienen que abonar nada, si el edificio tenía ya ascensor y cuenta con unos estatutos que le eximan de esos gastos”.
Su particular batalla. Gartziandia reconoce que el impuesto de Plusvalías es una de las guerras que más le ha dado como Defensor vecinal. “Cinco años de contingencia con la llegada de muchos asuntos y bastante penosos”. Recuerda que los problemas empezaron al intentar cobrarlos a familias desahuciadas, lo que, en su opinión, fue “el primer despropósito”. Después, se quiso que fueran las entidades financieras quienes pagaran este impuesto y quienes recurrieron a todo tipo de “argucias legales” para no tener que desembolsarlo. En cualquier caso, para Gartziandia la “carga de este impuesto era desproporcionada porque había gente que vendía su vivienda por pura necesidad”. Por lo tanto, en muchas ocasiones los propietarios no encontraban beneficio en la venta (de ahí el nombre de Plusvalía), sino más bien todo lo contrario (minusvalía). Por esa razón, llegó una sentencia del Tribunal Constitucional que alertó de que no era legal cobrar este gravamen. “Los seis u ocho meses previos a la sentencia aconsejamos a la media docena de casos que nos llegaron que mantuvieran el procedimiento vivo para que la devolución sería luego más fácil”. Y llegó así el momento de revisar la forma en la que tanto en la capital alavesa como en el resto del territorio ésta se cobraba. La Diputación aprobó un decreto foral de urgencia fiscal, pero a juicio de Gartziandia ello va a traer problemas en el futuro. “Se pretende poner coto a la sentencia del Tribunal Constitucional” para devolver el impuesto sólo a los que no tengan una sentencia firme. “La administración no puede anularla por vía normativa porque es como si a mitad de un partido, nos cambian las reglas de juego”.
Reto. Las escuelas infantiles del Casco Viejo (en 2018) y Zaramaga (la próxima semana) van a instalar ascensores, tras la posterior recomendación. Otro deber en Vitoria es poner fin a la segregación escolar en centros públicos.
Caso polémico. El de los papeles de la extinta Arich, “como el de la reforma del piso en la calle Chiquita”.