salinas de añana - Seis mil años de historia siendo modelado por la mano de las personas han creado un espectacular paisaje en el Valle Salado de Añana que atrae, sorprende y emociona. En la última década se han realizado muchos esfuerzos para reconstruir ese espacio y es ahora, en el tiempo veraniego, cuando se puede disfrutar con toda intensidad porque con el sol y el calor se evapora el agua y brota la sal. Pero también se puede gozar de los numerosos acontecimientos que se viven allí. Uno de ellos ocurrió hace unos días, cuando se dio el pistoletazo de salida a la cosecha de sal, acto que llegó apadrinado por Francis Paniego, el chef riojano del Echaurren, de Ezcaray. Seguirá el 8 de julio con el festival de luz y sonido que protagonizan los vecinos del valle contando su historia a la luz de la luna y en medio de las eras. Además, y con carácter permanente, están las continuas excursiones que llenan todos los días de escolares, mayores o turistas de otros países las eras y los pediluvios, donde todos disfrutan mojándose los pies o las manos, acompañados por el equipo de guías profesionales que atienden a los visitantes.

La verdad es que esa sucesión de eras y de construcciones y canalizaciones de madera, se podrían haber dejado como estaban, como un simple y enorme yacimiento arqueológico. Pero el Valle Salado posee una magia especial que logra impulsar a los emprendedores a ponerlo en valor. Eso fue lo que ocurrió en el comienzo del siglo XXI, cuando desde la Diputación se comenzaron a dar los primeros pasos para recuperar ese lugar y darle uso y vida para convertirlo en uno de los lugares más espectaculares de nuestra geografía.

Mucha historia se ha logrado documentar sobre la explotación de la única piedra que se come, porque la sal es un mineral. Los arqueólogos ya han dado con las primeras explotaciones, al comienzo del valle, donde los primitivos pobladores de la zona obtenían la sal para conservar sus alimentos a base de hervir el agua en recipientes cerámicos que posteriormente debían romper para sacar las tortas de sal que quedaban en el interior. Muchas de esas hogueras y restos cerámicos documentan esa práctica primitiva. Con el tiempo fueron llegando los romanos, los bárbaros, los musulmanes y para todos ellos éste se convirtió en un enclave esencial para abastecerse de sal en el norte del país. Con la liberación del territorio llegó también la independencia de Salinas de Añana para autogobernarse y en 1114, Alfonso VII de Castilla tomó la decisión de otorgar fuero a la villa convirtiéndola en la primera villa real del País Vasco. Para protegerla, la amuralló e impulsó la creación de la Comunidad de los Caballeros Herederos de las Reales Salinas de Añana, cuya misión era defender los intereses de los propietarios de las eras en el vallejo.

Y mucho tuvieron que bregar desde entonces a causa del “conflicto continuo entre las distintas salinas castellanas por el control de las áreas exclusivas de venta. En esta lucha de intereses, la salina de Añana se vio favorecida en numerosas ocasiones, como así lo demuestran los privilegios otorgados por Alfonso X en Las Partidas o por Sancho IV en las Cortes de Burgos de 1315, donde se proporcionó a Añana el monopolio de la venta de sal en el territorio actual del País Vasco y en buena parte de Castilla la Vieja”, como relata la web del Valle Salado.

Aquel monopolio se acabó cuando en 1564 Felipe II decidió que todas las salinas del país eran suyas y creó un monopolio único que perduró hasta la Desamortización de Mendizabal, en 1843, que posibilitó que muchos trabajadores pudieran adquirir las eras y pasaran de nuevo a manos privadas logrando un auge de la actividad y un tiempo de oro para la extracción de sal hasta mediados del siglo XX, que comenzó a decaer por la fuerte competencia nacional e internacional.

En esa situación de casi abandono se hallaba todo el valle cuando, en 2009, se constituyó la Fundación Valle Salado, como recuerda su actual gerente, Andoni Erkiaga, cuyo Patronato “impulsa el Plan de Gestión que estructuró el futuro del valle a través de tres líneas de actuación: la producción de sal y su comercialización, el desarrollo de actividades relacionadas con el patrimonio cultural y la recuperación del patrimonio de las eras”.

En esa tarea se implican, como cabeza tractora, la Diputación Foral y como acompañantes el Gobierno Vasco, el Ayuntamiento y los propietarios de las eras. “Unos pusieron dinero y otros los espacios”. Pero el primer paso no debía ser el único. “El secreto para que funcionase era seguir produciendo sal, venderla y complementar los ingresos con las visitas turísticas”, explica Andoni Erkiaga.

Los resultados se vieron con el paso del tiempo. Mientras que las visitas turísticas realizadas al Valle Salado en el año 2005 fueron de apenas 6.000 personas, en 2016 llegaron a las 77.191. Unos resultados que podrían ser aún mejores si la localidad crease el aparcamiento que se necesita, ya que en la actualidad ese es el cuello de botella que condiciona su verdadero desarrollo turístico.

Tanto el gerente como la propia Diputación Foral explican que el proyecto se está estudiando, que la voluntad de construirlo existe y que solo falta el encaje en los Presupuestos y la concreción definitiva del lugar donde ejecutarlo.

En cuanto a la comercialización de sal, Erkiaga comenta que la principal línea de venta es la que se ofrece en el Centro de Recepción de visitantes El Torco. Allí se comercializa la mitad de la sal que se produce, tanto al natural como en numerosos formatos de presentación.

El resto “se vende básicamente a través de la gran distribución, ya que estamos en las principales grandes superficies, como Eroski, Carrefour, El Corte Inglés? Y también a través de los canales de establecimientos gourmet y el canal Horeca que abastece a la hostelería”. Sin embargo, reconoce que la competencia es feroz y por ello la sal de Añana se promociona junto a los valores que la distingue. “Es un producto de calidad absoluta, la hacemos así desde hace más de 2.000 años y contamos con 26 estrellas Michelin, restauradores, que han dicho que nuestra sal es la mejor del mundo”.

Lo que ahora se intenta potenciar es la cartera de clientes industriales para las fábricas de anchoas, panaderías, frutos secos, quesos o embutidos, entre otros. “Para ellos planificamos el producto flor de sal, que está prácticamente vendida, y la sal gruesa”, 20 toneladas anuales de la primera y unas 165 de la segunda. El problema son los precios. Por ello, desde la Fundación han creado un plan de marketing en el que el mensaje es la calidad: es la única sal que les puede cautivar, ya que “nuestra sal es una de las mejores del mundo, porque solo se alimenta del sol y del viento y del trabajo de las mujeres y hombres que la preparan”.

El gerente del Valle Salado da las claves para explicar el auge de las salinas.

una cifra

77.000

Son los visitantes que en 2016 llegaron al Valle Salado.