Vitoria - La Agencia Vasca del Agua (URA) acaba de licitar la realización del servicio de detección y seguimiento del mejillón cebra. El desarrollo de este trabajo se debe realizar durante un periodo de 29 meses y consistirá en el seguimiento y evaluación de su población larvaria, así como la interpretación de los resultados a través de los 83 puntos de muestreo que están establecidos en varias cuencas fluviales. Excepto en el río Ebro, cuyo control corresponde a la Confederación Hidrográfica del Ebro.

La ejecución de estas tareas, según recogen las condiciones del contrato, requiere de un trabajo de campo para obtener e identificar las larvas del mejillón cebra, una labor de laboratorio para analizar las muestras y la realización posterior de informes. Por todo, el adjudicatario percibirá un máximo de 177.060 euros por los 29 meses de trabajo.

La presencia del mejillón cebra en la cuenca del río Ebro se detectó primero en el río Llobregat, sin tener precisión de la fecha exacta, desapareciendo en 1982. Sin embargo, la Cuenca del Ebro estaba ya colonizada por esta especie invasora. Los primeros ejemplares se detectaron en agosto de 2001 en una rampa del Club Náutico de la población de Ribaroja d’Ebre (Tarragona) y poco después se encontraron ejemplares en los embalses de Flix y Ribarroja (ambos en Tarragona) y Mequinenza (Zaragoza). En la actualidad se ha extendido por toda la cuenca.

En el territorio alavés fue la Diputación la que se encargó inicialmente de las campañas de prospección y así fue como se detectaron las nuevas colonias aguas abajo del salto hidroeléctrico de Puentelarrá. Posteriormente, desde 2008, año en el que se creó la Agencia Vasca del Agua, ésta es la encargada de realizar los muestreos y proponer medidas preventivas. De hecho, ese mismo año se encargó por parte de URA el primer muestreo en todo el territorio del País Vasco y fue cuando se confirmó la presencia del mejillón cebra en el embalse de Ullibarri-Gamboa.

Aunque resulta complicado saber exactamente cómo se ha producido la rápida propagación de esta especie invasora, los técnicos de URA afirman que “la hipótesis más probable es que se extendiera desde allí (Cataluña) por alguna actividad relacionada con la pesca o la navegación” y la rapidez se debe a que “cada ejemplar adulto de la especie puede producir millones de larvas al año que viven suspendidas en el agua; cualquier actividad que suponga traslado de agua contaminada con larvas a una ubicación nueva puede generar una nueva población de la especie”. El problema es que cuando el mejillón se establece en un punto ya no se marcha si se trata de aguas abiertas, porque en ellas es imparable. “Una vez que se ha asentado en aguas abiertas no tenemos manera de eliminarlo. En sistemas cerrados, como conducciones en infraestructuras de regadío, se puede eliminar mediante tratamientos químicos que no son viables en el medio natural, y habitualmente se utiliza lejía o cloro; después, para evitar que la especie vuelva a aparecer pueden incorporarse sistemas de filtrado que impiden la entrada de larvas de esta especie”, inciden.

Así lo están combatiendo las comunidades de regantes, instalando costosos sistemas de filtrado en las bombas de agua que se abastecen de ríos, como es el caso de Oion, donde se han llegado a encontrar mejillones en las mismísimas viñas. En cuanto a sus efectos reales, “en la salud de las personas no genera ningún tipo de problemas”, pero “sobre el medio ambiente tiene una larga serie de efectos”. “En la CAV el que más nos preocupa en estos momentos es la mortalidad que está generando en las poblaciones de una especie de náyade (Anodonta anatina) que viven en los embalses de Ullibarri y Urrunaga”, valoran. En cuanto a impactos económicos destacan los que genera con su “afición” a vivir en el interior de tuberías. “Si la cantidad de ejemplares que se asienta aquí es suficientemente grande puede obstruir el paso del agua en conducciones de abastecimiento o en las conducciones en empresas”, insisten.

malos olores El mejillón cebra también ocasiona graves incidencias en otras actividades, como la pesca y la navegación. En el primer caso “las diputaciones forales publican anualmente órdenes que regulan esta actividad y en las que se exponen limitaciones y condicionados a la actividad que tienen como objetivo evitar la expansión del mejillón cebra”. “En el caso de la navegación ocurre algo similar, todos los navegantes deben firmar una declaración responsable que les permita navegar en los lugares en que esta actividad está permitida y cumplir una serie de requisitos”, recuerdan.

Sin embargo, incluso con esos condicionantes las zonas más afectadas dejan de tener el atractivo para esas prácticas deportivas, especialmente por los malos olores de la descomposición de los moluscos y el aspecto de degradación que queda en la zona. Por esa razón, las instituciones están volcadas para tratar de encontrar soluciones, aunque a día de hoy sólo se pueden adoptar las medidas que impulsan tanto URA como la CHE, que son la “divulgación de la información existentes sobre la especie y la sensibilización sobre los problemas que genera y sobre la responsabilidad que ciertas actividades pueden tener en la dispersión de la especie, regulación de actividades susceptibles de expandir al mejillón cebra”.

Licitación. URA acaba de licitar la realización del servicio de detección y seguimiento del mejillón cebra.

Los técnicos de la Agencia Vasca del Agua recuerdan que “una vez que el mejillón cebra se ha asentado en aguas abiertas, no tenemos manera de eliminarlo”.

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El desarrollo de los trabajos de seguimiento del mejillón cebra se prolongará durante un periodo de 29 meses.