Laguardia - Laguardia celebró ayer domingo una de las fiestas más populares de Rioja Alavesa: el Día del Gaitero, un evento que nació el 11 de mayo 1975 con motivo del homenaje a Jesús Martínez (Jimeleo), gaitero mayor de la localidad, y que se ha convertido en un festejo que atrae cada vez a un mayor número de personas.

Se trata de una fiesta que reúne a bandas de gaiteros llegados de numerosos rincones del Estado e incluso del sur de Francia, y que comenzó teniendo un solo día, que pronto se amplió al fin de semana.

Tras cumplir 43 años de edad, el Día del Gaitero y el Dulzainero de Laguardia volvió a demostrar que mantiene una excelente forma, aunque la crisis económica ha lastrado con los recortes económicos una mayor brillantez en los actos organizados en la capital de Rioja Alavesa. A pesar de ello, la ilusión y la buena voluntad lograron bordar otra jornada de convivencia con la música y cultura tradicionales.

Organizado por la Sociedad Cultural La Gaita, que preside José Ignacio Jiménez, Laguardia se convirtió desde las ocho de la tarde del sábado en un paseo musical con más de veinte grupos que se reunieron en la plaza Mayor para hacerse oír a través de un pasacalles colectivo con el que recorrieron las angostas calles llenas de visitantes.

La presencia de estos grupos, entre los que estaban los de Laguardia y otros de las dos Castillas, Aragón, La Rioja, Valencia, Cataluña y otras localidades riojanoalavesas, no dejó de notarse hasta la hora de la cena, ya que tras el pasacalles los grupos de disolvieron por las calles para ir mostrando en cada rincón su particular folklore musical, mientras se compartía un vino de Rioja Alavesa.

Ayer domingo, el primer aviso de la fiesta fue madrugador. A las nueve y media de la mañana, se llevó a cabo un monumental pasacalles, con los todos grupos presentes.

El acto central de la jornada se llevó a cabo sobre el escenario de la plaza Mayor. Mismo lugar en el que se preparó el hamaiketako, compuesto de bocadillo de chorizo casero, acompañado por un vino cosechero. Los grupos fueron subiendo al estrado para ofrecer una pieza cada uno, con el fin de mostrar la diversidad de ritmos que hay en el Estado. Terminado el alarde, se celebró un último recorrido por Laguardia para acabar los participantes en el restaurante Marixa, en la tradicional comida de hermandad.