Amurrio - A lo largo del año pasado la Ruta del Txakoli de Álava recibió a 4.786 visitantes (3.489 de procedencia nacional y 1.297 extranjeros). Su gasto medio por persona se cifró en 10 euros. Se trata de cifras modestas, pero que ponen sobre la mesa el innegable potencial que tiene esta comarca -a caballo entre Álava y Bizkaia- para hacer de la enología la punta de lanza del sector turístico y para aprovechar una indiscutible oportunidad de desarrollo económico para unos municipios que se vieron especialmente vapuleados durante los años de crisis.
De ello hace tiempo que son conscientes miembros consolidados de la Ruta, como el hotel-restaurante Arcos de Quejana. “Este valle tiene un potencial turístico tremendo, pero hace falta gestionarlo bien y desde la unidad. Yendo cada uno por libre no se hace nada”, explica su gerente, Ángel San Mamed, quien echa de menos “empuje institucional”, no tanto desde el punto de vista material, “porque ayudas se han conseguido”, sino en el sentido de que “me encantaría que los políticos nos estrujasen para aportar ideas, colaborar y remar todos a una, porque, desde el total respeto y cariño, veo falta de comunicación. No es de recibo que la pareja de productores de Shiitake de Delika, por poner un ejemplo, se tenga que abonar de su bolsillo la participación en la feria equis para darse a conocer, cuando en nuestro restaurante y, seguro que en muchos otros de la Ruta, organizamos jornadas gastronómicas de productos comarcales”, argumenta.
El tirón de orejas del gerente de este hotel rural -habilitado en un palacio del siglo XVII y galardonado con la Q de calidad turística- también se hace extensivo al propio sector servicios. “Si queremos que la Ruta del Txakoli triunfe de verdad no solo tenemos que pedir implicación política, sino que los propios hosteleros y restauradores tenemos que cambiar el chip”, apunta San Mamed, en el sentido de que “el cliente es cada vez más exigente y tenemos no solo que preocuparnos de la calidad de nuestro servicio o producto, sino también de estar informados de lo que se hace en el resto del valle para ser capaces de responder preguntas tales como donde puedo adquirir este queso, con qué tipo de uva se hace este txakoli, qué hora de apertura tiene tal museo, donde me aconsejas cenar o dormir o qué me recomiendas visitar. Somos compañeros, no competencia”, argumenta.
Producto diferenciador Otro consejo de las más de dos décadas en el sector de San Mamed, en este caso para los bares y restaurantes, es que se apueste siempre por la calidad, un trato amable y un producto diferenciado. “Da igual que regentemos un negocio pequeño o grande, si eres bueno elaborando cazuelitas de callos, rabas o alubias, conviértelo en tu especialidad y la gente acudirá, porque si se hacen las cosas bien y nos volcamos en colaborar en lo que sea para vender comarca, con la Ruta del Txakoli se crearían muchos puestos de trabajo”, opina.
En Arcos de Quejana, por lo menos, ya lo están haciendo y su éxito les avala. Todas las semanas llevan a cabo entre cinco y siete eventos, tales como música en directo, monitores de tiempo libre para su clientela infantil, menús de temporada elaborados con los productos de la comarca y, por supuesto, el propio de la Ruta del Txakoli. Asimismo, son famosos por sus proyectos solidarios como el bosque que tienen erigido en honor a las ONG en las inmediaciones del complejo hotelero, o la completa jornada de actividades que han organizado para el próximo 7 de mayo, cuya recaudación se destinará a la Asociación Deportistas sin Barreras.
Otra que cree firmemente en esta ruta y está echando el resto para sacar adelante, de una forma innovadora, su proyecto de enoturismo es Artomaña Txakolina. Una bodega que inició su actividad en 1988, cuando se fundó la Asociación de Productores Artesanos de Txakoli de Álava con el propósito de recuperar la tradición ligada a la elaboración de este vino en la comarca. Nacida como empresa agrícola se creó con la misión de definir unos criterios de producción orientados a unificar los sistemas de cultivo y establecer pautas de buena práctica dentro de lo que posteriormente devino en la actual Denominación de Origen Arabako Txakolina. De la mano de su antecesor, Eugenio Álava, los Hermanos Ugarte-Álava iniciaron así un proyecto familiar que comenzó con la plantación de seis hectáreas de viñedo de la variedad autóctona hondarrabi zuri, superficie que se ha ido ampliando hasta llegar a las 20 hectáreas existentes en la actualidad, convirtiéndose así en el principal productor de uva de la Denominación de Origen.
En 2005 iniciaron una nueva etapa con la construcción de una bodega, junto a sus viñedos en la localidad de Artomaña, que incorpora las más modernas tecnologías al proceso de elaboración de sus propias uvas con el objetivo de obtener un txakoli de calidad óptima: el Eukeni, caldo bautizado así en recuerdo de su antecesor. Sin embargo, no ha sido hasta este mismo año cuando han podido iniciar la obra de construcción de un comedor, cocina y zona de catas, con los que poder ofertar al turista una experiencia completa en torno a sus caldos.
“Nos ha fallado una ayuda que habíamos solicitado al Gobierno Vasco, pero la obra sigue adelante y con ganas de acabarla para que el equipo de Demola lance el proyecto y podamos ir a por todas”, explica Maialen Guerrero, una de las propietarias de esta txakolinería amurrioarra, en referencia al proyecto que, promovido desde la Cuadrilla de Ayala, ha permitido a 18 jóvenes de la zona desarrollar soluciones innovadoras a tres retos empresariales reales.
Uno fue, precisamente, el de esta txakolinería que ha depositado su confianza en las tres chicas que se encargaron de su reto para ayudarles a despegar en materia de enoturismo de una vez por todas. “Ser miembro de la Ruta del Txakoli la verdad es que se nota, porque sin casi hacer publicidad, estamos teniendo visitas prácticamente cada fin de semana, pero si quieres ir en serio hay que apostar por ello, y estas jóvenes nos han hecho una transferencia de energía, frescura y nuevos puntos de vista que no se puede comprar en ningún sitio, sin olvidar su control de las nuevas tecnologías, en las que nosotros somos un total desastre”, reconoce Guerrero.
En concreto, les han aportado soluciones para mejorar su presencia tanto online como en ferias y eventos promocionales de una forma original, y para ofrecer una visita única a clientes y seguidores adecuando un local para transmitir la cultura de la empresa y sus conocimientos al visitante. “Se va a llamar salón Eukeni y va a tener espacio para 60 comensales sentados, o el doble de pie, con posibilidad de sacar al exterior terraza, y la idea es ofrecer menú fijo estilo sagardotegi o para ocasiones especiales, servicio de catering”, adelantan desde Artomaña Txakolina.
Cinco bodegas A ella se suman como miembros de la Ruta del Txakoli de Álava las bodegas Astobiza, en Okondo; Gure Ahaleginak, en Orduña; Beldui, en Llodio; y Arzabro, en Delika, junto a otra veintena de alojamientos, restaurantes, comercios y oficinas de turismo de todo el valle. No obstante, desde la asociación de promoción turística comarcal Aiaratur no cejan en su empeño de lanzar campañas de captación de socios para posicionarla como una de las rutas enoturísticas más importantes del panorama nacional e intentar conseguir que las localidades y el tejido socioeconómico que la conforman puedan recibir todos los beneficios de la enología al servicio del turismo. En este sentido, su presidente, Gentza Alamillo, destaca que la Ruta es “el soporte y el vehículo donde nuestro potencial y nuestros valores van unidos de la mano; es fundamental la divulgación de la ruta porque hará que seamos capaces de mejorar”. Además, subraya que “trabajar en la ruta es trabajar por nuestros empresarios y para el desarrollo económico y la creación de empleo”.
La Ruta del Txakoli de Álava fue creada en 2012 y lleva integrada en Acevín desde 2014, junto a otros 25 destinos tales como Bierzo o Rioja Alavesa. Además, pertenece al club de producto Euskadi Gastronomika, una red formada por restaurantes, bares, tiendas y otros establecimientos gastronómicos que cumplen una serie de criterios de exigencia y compromiso. Con todo, esta comarca no es sólo gastronomía como bien demuestra su riqueza en materia de naturaleza -con las alturas de Sierra Salvada y la imponente cascada del nacimiento del Nervión, como máximos exponentes- o un patrimonio histórico en el que son dignos de mención los cascos históricos de Artziniega y Orduña, así como el conjunto monumental de Quejana o el santuario de la Encina, el taller-museo Santxotena y el Museo Etnográfico de Artziniega.
A todo ello se suman las queserías, el centro de interpretación del colmenar de Izoria, el cinturón de hierro de Llodio o una de las destilerías más antiguas del Estado: la de Manuel Acha, con Museo del Licor y de la bicicleta en sus instalaciones de Amurrio, entre un largo etcétera de opciones de disfrute.