Vitoria - Resistencia, durabilidad y hermeticidad. Los tres pilares de la construcción los han dejado tambaleando los que, en teoría, son los materiales más endebles de la arquitectura: la paja y madera. La bioconstrucción modular eficiente a base de fardos, es una antigua técnica que resulta una alternativa al hormigón “con garantías, asequible, transpirable y ecológica”. Así lo defiende el aparejador José Veiga, uno de los socios de la empresa gasteiztarra Ecopaja, la única compañía en el Estado y la tercera en Europa que acaba de ser reconocida por la Entidad Nacional de Acreditación (ENAC) para construir viviendas de paja industrializada. “Esta acreditación pone a Álava a la cabeza en viviendas de consumo casi nulo y supone una garantía de que el producto cumple unas características”, presume Veiga.

Aunque una casa de paja siempre trae al recuerdo, el conocido cuento de los tres cerditos, este tipo de edificación, ha sido una realidad en distintas partes del mundo, a lo largo de la historia, y hoy, en países como Alemania, Francia y Estados Unidos es una tipología más que extendida. En el Estado su modelo no es tan conocido pero sí que existen casos en Castellón o Madrid. Ecopaja, por ejemplo, ya ha hecho proyectos de vivienda unifamiliares en Zamudio (Bizkaia), Encartaciones (Bizkaia), Quincoces (Burgos) y Calamocha (Teruel). “En dos años hemos hecho cuatro viviendas y para este año ya tienen comprometidas otras cuatro. En Álava, ahora tenemos el caso de Trokoniz donde en estos momentos levantamos una vivienda unifamiliar”, agrega Veiga. Se trata de la primera que hacen en el territorio, siguiendo la estela de las otras que se han levantado. Las casas, en concreto, se fabrican a partir de una estructura conformada por sólidos módulos de madera y paja compactada en su interior (cada módulo se ha sometido a una presión de 4.000 kilos, que compactan cada bloque de paja de tal forma que todos ellos unidos consiguen soportar hasta 45 toneladas). Esta densidad, según Veiga, hace imposible que la humedad llegue a pudrir los fardos, lo que, a su vez, sirve para desarrollar una triple función: de estructura, aislamiento y cerramiento. Por tanto, este sistema de producción industrializado, garantiza, según la ENAC, “unos paneles homogéneos, estandarizados y con unos niveles de calidad, que eliminan posibles errores que se pudieran cometer en el ensamblado manual”.

La filosofía de este sistema es un alojamiento 100% sostenible. Para empezar, desde la disponibilidad y abundancia de este material natural, que tiene la ventaja de que no obliga a erosionar el terreno ni a utilizar materiales nocivos y que, al mismo tiempo, protege al entorno, ya que la paja y madera son recursos vivos que absorben el CO2. Además, la huella ecológica en el ciclo de producciones “es mínima, en su fabricación y transporte”, como asegura Veiga, al ser hecha con material autóctono. “La madera la traemos de Gipuzkoa y la paja es de Álava”, matiza.

Recubrimiento natural Y, por supuesto, no faltan las bondades de índole técnica (facilidad constructiva, buen aislamiento térmico y acústico, más material ignífugo). Respecto al acabado interior, “nuestros módulos también se protegen, pero con recubrimientos naturales. En el interior damos arcilla que aporta inercia térmica a los muros, además de infinidad de cualidades beneficiosas para la salud, al ser un regulador natural de la humedad interior y limpiador del aire”, especifica este aparejador vitoriano. Respecto al acabado exterior, “también damos un acabado ecológico, con cal, sin aditivos extra, que valen de protección frente a la lluvia, fuego y además sirve de fungicida”. Según Veiga, con este tipo de mortero, los muros respiran, sin que haya problemas de humedades o filtraciones, “al dejar transpirar, la humedad sube y la cal la expulsa. Es un lujo para evitar problemas respiratorios, como el asma”, especifica este aparejador.

El resultado: resistencia, durabilidad y protección frente a incendios con estos morteros de cal. De hecho, según especifica este arquitecto técnico, se aporta una notable resistencia al fuego, ya que desde que se declara un incendio hasta que las llamas penetran en la paja, transcurre una media de dos horas y media. “nosotros quintuplicamos lo que se exige aguantar a una vivienda unifamiliar, que suele ser treinta minutos”.

Otra consecuencia de este “superaislamiento” que posibilita una edificación ecoeficiente, es reducir la demanda energética, “al disminuir el consumo en calefacción, hasta cerca de un 90%”, dice esta compañía que, al igual que sucede con las casas pasivas, cuida de la orientación de la parcela para crear diseños cálidos en invierno y frescos en verano, “lo que hace regular la temperatura”. Ello ha hecho, que ya haya empresas interesadas en este sistema. “También nos piden presupuestos para hacer bodegas así, al aportar una hermeticidad especial, mantenemos una temperatura constante de 17 a 21 grados sin calefacción”, precisa el cofundador de Ecopaja.

En su compañía, de hecho, ya han fabricado un pabellón avícola en Navarra. “La producción aumenta un 30% porque en invierno no baja tanto la temperatura y así no dejan de poner huevos”, añade.

Finalmente, el precio es otro aliciente: “es similar al de una construcción convencional, el presupuesto con todos los gastos puede salir por 1.500 euros el metro cuadrado”. ”La paja es un material más económico que el hormigón y requiere menos inversión en mano de obra al hacer la edificación más rápidamente. “Una vivienda con una superficie de 120 metros cuadrados se construye en el taller en menos de cuatro semanas y se monta en tres días”. Incluso al final de sus días, estos edificios resultan ecológicos, porque los restos forman un compostaje que ayudará a crear espacios verde en la zona.