ELCIEGO - La ermita de la Virgen de la Plaza, patrona de Elciego, ya cuenta con un nuevo pavimento, realizado con piedra y fiel al dibujo original que tuvo y al que la humedad había desgastado en buena medida. El párroco de la villa, Alfredo Arnáiz, cuenta que la obra la ha ejecutado la parroquia con una pequeña ayuda de la Diócesis. Los fondos de la parroquia han salido de las colectas y aportaciones que han realizado vecinos, comercios, bodegas y cofradías, que llegaron a reunir hasta un total de 25.000 euros gracias a que en la localidad de Elciego “hay una gran devoción por la patrona”, ensalza.

deterioro por humedad El último pavimento que tuvo era de madera, pero presentaba muchos problemas por la capilaridad de la humedad, lo que llevó a la junta parroquial a estudiar el asunto para tomar una decisión sobre lo que se debería hacer. Una vez retirada la madera se pudo apreciar que estaba muy estropeada y lo mismo sucedía con el suelo original, que se había degradado aunque aún se podía apreciar el dibujo original: un octógono central del que partían otros tantos caminos desde los vértices. La propuesta de obra se propuso a los feligreses y todo Elciego respondió unánimemente como ya hicieran en el siglo XVI, cuando se dio la voz de alarma porque el edificio anterior se encontraba en estado ruinoso.

Según cuenta el historiador de Elciego, Jesús Fernández Ibañez, en el siglo XVI la villa estaba asentada en una colina y contaba con dos barrios, cada uno con su ermita: San Andrés, que se transformaría con el tiempo en la gran iglesia parroquial, y la ermita de la Virgen María. Esta segunda, al “comenzar el año de 1762 estaba en estado ruinoso y tenía peligro de derrumbe por lo que se consideró que la imagen de la Patrona se trasladara a la Iglesia Parroquial y que se planteara la construcción de un nuevo edificio”. El alcalde de ese año de 1763, relata Jesús Fernández Ibañez, se llamaba Joseph Ibáñez de Medrano, junto con sus regidores Juan Joseph Ramírez de la Peciña, Andrés Baldelana y Francisco Arrúbal, convocaron al pueblo a una reunión para tratar la manera de cómo acometer tan importante obra. Más de cien vecinos varones acudieron ese 13 de noviembre de 1763 a la convocatoria y 92 vecinos adquirieron el compromiso de hipotecar 717 obradas de viña para la obtención del empréstito. La obra de la nueva ermita se estimó en tres mil ducados (33.000 reales de vellón) y poco después se contó con proyecto y dinero para construirla. El 4 de junio de 1765 se entrega la obra de Cantería ante la presencia del Alcalde José Antonio Ramírez, los Comisionados y numerosos vecinos que acudieron al acto, entre ellos los maestros inspectores nombrados para el reconocimiento y entrega de la obra: Juan Cruz de Irízar, vecino de la villa de Durango y Manuel de Gorbea, del valle de Ayala. La implicación de los vecinos no paró ahí, sino que nuevamente se buscó apoyo para tallar los retablos, construir el impresionante órgano que llegó a tener y la adquisición del mobiliario. La única incidencia hasta nuestros días ocurrió en 1855, con Elciego y el resto del país sufriendo el azote del cólera. Un brasero pudo ser la causa de un incendio desatado en la sacristía que destruyó muebles y enseres en ese lugar.