vitoria - Café matutino, vermú con pintxo a mediodía, caña vespertina y algún que otro trago largo antes de cerrar. La hostelería diurna se ha convertido en el puntal que sostiene los establecimientos con barra de la calle San Prudencio, otrora cuajada de pubs y ambiente nocturno. La evolución resulta especialmente apreciable en el tramo final de la calle, donde bares y cafeterías se ven enormemente beneficiados de la actividad que bulle en torno al Teatro Principal y los cines Florida. Algunos locales de hostelería de esta céntrica vía aún resisten aferrados al negocio nocturno y a las copas, pero la mayor parte de ellos ha abrazado el horario adaptado a la luz natural y confirman que la clientela responde más que bien. Otros establecimientos que habían cerrado o que se planteaban echar la persiana, sobre todo en el primer tramo de la calle, se encuentran ahora mismo en pleno proceso de adaptación al nuevo contexto. Los hosteleros también tienen muy presente la posibilidad de que la Diputación dé uso al viejo edificio municipal de Hacienda y cruzan los dedos para que el relevo se produzca más pronto que tarde. San Prudencio está más vivo que nunca, pero por las noches, duerme a pierna suelta.

La reconversión de los Guridi en un gran supermercado y la apertura de un amplio gimnasio, unidos a la ciertamente controvertida reforma del pavimento, han contribuido a dibujar un nuevo panorama sobre la calzada de San Prudencio. La vía bulle de actividad diurna y los hosteleros están satisfechos con los cambios. Aunque algunos se echaron las manos a la cabeza cuando los propietarios del HF decidieron mudar de calle el negocio a mediados de octubre, o cuando el Entrepuentes mostró señas de no cuajar en el local tradicionalmente ocupado por el Juke Box, lo cierto es que sólo un mes más tarde la lectura que los profesionales hacen es muy distinta. Las ventanas blancas del HF continúan luciendo carteles de oferta de alquiler, pero en el Oker -antiguo Signum- ya se están acometiendo labores de rehabilitación, posiblemente para albergar la taberna marinera que el chef Josean Merino anunció que proyectaba ejecutar. Y los operarios, herramienta en mano, se afanan igualmente en estos días en poner a punto el Entrepuentes para su reactivación.

menos problemas Los locales de día plantean muchos menos quebraderos de cabeza para sus encargados. Sin problemas de control de aforo, de ruidos o de vulneración de horarios, responsables y trabajadores se centran en lo más importante: hacer que el negocio sea rentable. Y ahora mismo, parece que lo es. Esteban Gainzarain, del Taberna, lo confirma. “Tenemos un teatro maravilloso, cines, supermercado, gimnasios y un tránsito de gente que no tiene ninguna otra calle de Vitoria ¿Qué más se puede pedir?”, se pregunta. Rechaza que haya “locales cerrados” en San Prudencio, porque entiende que “un establecimiento de hostelería cerrado significa que nunca más va a volver a abrir sus puertas con ese uso y aquí no tenemos locales de ese tipo”. Eso sí, reconoce que el modelo es claro: “Hostelería de día, de noche cero”. El ocio nocturno apenas se deja sentir ya por aquí.

El trasiego continuo de viandantes y el despertar de la hostelería matinal no han pasado desapercibidos y el interés por hacerse con locales en la zona sigue activo, posiblemente con fines especulativos. La identidad de la persona mayor que a día de hoy sigue comprando lonjas en San Prudencio sigue sin revelarse, al igual que sus motivaciones para adquirir, que no parecen seguir ningún tipo de patrón. Esta circunstancia, unida a los rumores cada vez más insistentes de que la Diputación alavesa tiene la intención de resucitar el antiguo edificio municipal de Hacienda de la vecina Dato, hacen que el foco de atención no se mueva ni un milímetro de la zona. Los hosteleros son muy conscientes de que el desembarco de un nuevo contingente de funcionarios en la zona podría hacer que los negocios proliferaran enormemente y que el área se cohesionara definitivamente.

Jonathan Cabrera, encargado de la Sala Camerino, antiguo Baden Baden, ratifica la buena salud de la hostelería en San Prudencio. “Vivimos del día, aunque incluimos las cenas. Eso sí, de madrugada no hay locales para alternar por la zona. Desde las ocho de la mañana hay actividad, pero llegadas las dos ya no hay ambiente”, resume. La ubicación del establecimiento, emplazado en el número 26, le resulta “inmejorable”. “Este es el pulmón de la ciudad y cualquier negocio que se abra en una calle tan céntrica como esta va a tener muchísima visibilidad. Hay peatones, es una calle muy cómoda, el Ayuntamiento colabora con pasacalles, charangas, el Teatro Principal es lo más, los cines... La Sala Camerino abrió sus puertas en plena crisis y aquí seguimos. Por algo será”, ilustra.