espejo - Espejo cumplió ayer de manera excepcional como sede de la XXV Feria de la Patata, logrando atraer a miles de visitantes que disfrutaron con las numerosas actividades previstas y aprovecharon para llevarse a casa uno de los tesoros de Álava: las patatas que producen los agricultores de la zona de Valdegovía. Desde las 10.00 horas todo estaba listo para recibir a los visitantes, con numerosos espacios preparados para los coches. En la zona del parque de la UCEIS se habían instalado los tres grandes tractores que ofrecían los sacos de patatas de 25 kilos a 15 euros, mientras el campo de fútbol se destinó íntegramente para juegos y talleres para los más pequeños, con una llamativa colección de hinchables.

Mientras tanto, en el centro de la localidad se instalaron los cerca de 40 puestos, como los de la Asociación de Desarrollo Rural de Lautada, varios con panes y repostería de la zona, embutidos, cervezas de Agurain, productos de Kuartango, mermeladas y pastas ecológicas, una txosna donde preparaban pinchos de champiñón y otra en la que se anunciaba que la recaudación iría destinada al colegio del valle Gobea Eskola. Y como no podía ser menos, en la lista de puestos no faltaba el de Neiker. Su director tecnológico, Gerardo Besga, explicaba a quienes se acercaban cómo se preparaba una variedad nueva de patata, “que tarda en prepararse entre siete y diez años y empieza con la conservación de los parentales en unos tubos de ensayo”. Hasta 500 tubos se conservan en la colección de otras tantas variedades de patatas, y “con esos 500 padres, cuando queremos desarrollar una variedad con unas características determinadas escogemos un padre y una madre y a través de un proceso de cruzamiento van saliendo nuevas generaciones de patatas”.

A estas alturas, hablar de patata de Álava es hablar de numerosas variedades, muchas de ellas foráneas como reconocían ayer en la feria los propios agricultores. Pero al responsable tecnológico de Neiker le gustaría que se sembraran más patatas de las que se logran en el laboratorio que dirige “que ya las van sembrando, aunque entiendo que no hay una variedad única que se siembre en el territorio, hay muchas”.

Gerardo Besga reconocía que había descendido drásticamente la superficie de cultivo en Álava, de las 40.000 hectáreas de hace 20 años a las poco más de 1.000 de la actualidad, “pero nuestro trabajo es que haya nuevas variedades que permitan que los agricultores vean que es un cultivo rentable”. Iker Pinedo, de Villamaderne, era uno de los tres tractoristas que estaban en la zona de la UCEIS vendiendo sacos de patatas: “Rentable es cuando tiene un precio estable, pero nosotros sembramos la patata y no sabemos cuál va a ser su precio de salida. Por eso, cuando tú has invertido una cantidad de dinero y te dicen que las patatas están a 10 céntimos o te puede venir la ruina, o, como este año, que están a buen precio, puedes sacar dinero. Pero la media la tienes que sacar en cinco años, que es cuando puedes hablar de tener un sueldo”.

En cuanto a la jornada de feria expresaba su confianza en “vender algo más, porque vender siempre se vende, pero ya no es como antes. Hace siete años, cuando la feria se celebraba en febrero, se vendía mucho más. Ahora el problema es que hay patata por todos lados y en febrero escasea”. La Feria tuvo su propia degustación, preparada por la sociedad gastronómica Boilur.