Vitoria - Han tenido que transcurrir doce años para que el depósito de tormentas de Yurre, la más desastrosa obra de cuantas ha podido impulsar el Ayuntamiento de Vitoria, fallida, prohibitiva y construida de forma ilegal en una zona prohibida, brindara al fin una buena noticia. El gabinete de Gorka Urtaran ha logrado convencer a la Unión Europea para realizar nuevas intervenciones que lo hagan funcionar y, mientras tanto, posponer su puesta en marcha hasta 2020 sin tener que devolver las ayudas recibidas en su día para llevar a cabo la construcción. Fue una subvención que costeaba el 80% de la obra, cifrada al principio en 4,8 millones de euros y en la que se acabó invirtiendo el doble, hasta 8,8, mientras el dinero se escurría por el desagüe. Jamás, en todo este tiempo, el tanque ha cumplido su finalidad. Regadera, piscina flotante o parking subterráneo. Se han sucedido los motes para describir el desastre de una infraestructura que no sirve de almacén porque sería como pretender utilizar un vaso para regular el caudal que entra en una piscina.

La cosa es que por la red de alcantarillado de Vitoria circula muchísima más agua de la que puede almacenar el depósito tal cual se diseñó, así que en vez de estar de primeras vacío y listo para recoger el agua de lluvia anda siempre inundado por las filtraciones del Zadorra. Por eso el año pasado, recién llegados a la Alcaldía y con la Comisión Europea a punto de soplar el silbato, los nacionalistas se volcaron en buscar soluciones a la herencia arrastrada desde la era de Alfonso Alonso para hacer viable el tanque sin perder las ayudas. La principal decisión fue abordar de forma urgente las obras de defensa contra inundaciones que estaban previstas dentro del marco de colaboración con la Agencia Vasca del Agua (URA). El listado incluía la colocación de clapetas en el emisario del saneamiento para evitar la entrada del río Zadorra al depósito, las intervenciones en los ríos Batán y Zapardiel para reducir de forma sustancial su aportación al sistema de saneamiento de la ciudad y la derivación de las aguas pluviales del barrio de Salburua fuera de la red de saneamiento, vertiéndolas al Alegría.

Paralelamente, Amvisa siguió proyectando las obras complementarias que se veía que era preciso acometer en el propio depósito de tormentas, donde hay una bomba en vez de dos y maquinaria obsoleta. Y además, el Ayuntamiento se puso en contacto con Red Eléctrica de España para proponerle una nueva ubicación para el edificio de control del tanque fuera de la zona de influencia de las líneas de alta tensión. En 2006, cuando se inició la construcción de la infraestructura, la operadora eléctrica ya puso pegas al emplazamiento escogido por su peligrosidad, pero el entonces gobierno de Alfonso Alonso continuó adelante porque, según argumentaría más adelante el gabinete de Javier Maroto, aquella primera notificación quedó guardada en el cajón de algún alto funcionario y tras la segunda, recibida ya en su mandato, la empresa dijo que no hacía falta derribar la obra.

Red Eléctrica dio el visto bueno a la nueva ubicación en agosto de este año, sólo un mes después de que la Comisión Europea concediera la moratoria tras un intenso intercambio de cartas a través de la Subdirección General del Ministerio de Hacienda. Eso sí, el aplazamiento ha llegado con condiciones. El Ayuntamiento deberá enviar anualmente, a partir de mayo de 2017, un informe sobre el estado de avance y ejecución de las intervenciones necesarias para la entrada en funcionamiento del depósito. De no hacerlo, la CE daría marcha atrás el acuerdo. Una advertencia que el equipo de gobierno no teme porque hace ya un tiempo que se puso manos a la obra para cumplir la palabra dada. La colocación de las clapetas antirretorno terminó en diciembre y el proyecto constructivo de los ríos Batán y Zapardiel, ya redactado, está pendiente de aprobación definitiva y de que URA consigne un presupuesto para materializarlo.

“Al fin para 2020, dieciséis años después de aquel primer expediente de 2004, después de una improvisación tras otra, podremos dejar de hablar del depósito de tormentas de Yurre”, subrayó ayer el concejal de Medio Ambiente, Iñaki Prusilla, al informar de la moratoria y del compromiso de su gobierno en comisión municipal. Antxon Belakortu, sin embargo, no aplaudió. El edil que más veces ha preguntado en todo este tiempo por el polémico proyecto, primero con EA, después desde EH Bildu, cree que el Ayuntamiento “ha echado una patada a seguir para ver qué es lo que pasa”, se lamentó de que el desenlace del culebrón pase a la siguiente legislatura, aseguró que la responsabilidad de lo que suceda entonces será del actual gobierno y advirtió de que aun reduciéndose la entrada del agua con las medidas previstas el tanque será “más pequeño de lo que se planteó”.

Todo eso, mientras desahogaba su rabia por todas las advertencias que hizo en su momento y no fueron escuchadas, refiriéndose al depósito de tormentas como “la porquería que un día se metió debajo de la alfombra” o “la piscina flotante que nunca funcionó”. El PP, destinatario de sus acusaciones de “falta de planificación” y “despilfarro”, ni se inmutó. De hecho, lejos de reconocer su competencia en el fiasco de Yurre, le restó importancia. Aseguró que sólo fue un proyecto problemático de un paquete de planes que por lo demás salió bien, restando importancia a una inversión de por sí elevada que acabó duplicándose. También lamentó que a lo largo de estos años haya habido “críticas en lugar de alternativas” por parte del resto de grupos municipales y se arrogó el mérito de la resolución actual. “Ha sido del buen trabajo de distintos gobiernos”, dijo la concejala popular Leticia Comerón, mientras en el PNV sonreían con incredulidad.