cansada, contenta por el trabajo realizado y con un punto de tristeza por todo lo que ha tenido que dejar allí, en el entorno de la frontera serbo-húngara. Son las sensaciones que asaltan estos días a Lorena Barroso, integrante del colectivo independiente de cooperantes Solidariak Martxan, que acaba de regresar a Gasteiz junto con sus tres compañeros de viaje tras ayudar durante algo más de dos semanas a los centenares de refugiados atrapados allí en su huida hacia la Europa comunitaria. El cometido fundamental de este equipo de voluntarios ha sido proporcionar alimentos y ropa a las personas desplazadas que se encuentran en tres puntos concretos del país balcánico, una de las rutas de escape más saturadas en la actualidad para las personas que huyen de la muerte y el hambre y buscan refugio: Un campo oficial ubicado a unos tres kilómetros de Subótica, donde han ubicado su cuartel general, y también en los asentamientos de Horgos y Kelebija, pegados a la muga con Hungría. “La experiencia ha sido buena, pero vuelves con mucha pena e impotencia. Por mucho que quieras ayudar, no puedes solucionar el problema gordo que tienen allí”, explica a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA.
Allí en Subótica, una localidad de unos 150.000 habitantes situada a 14 kilómetros de la frontera con el país magiar, el grupo ha colaborado con otros voluntarios independientes que llevan operando en este lugar desde hace algo más de mes y medio. Además de Barroso, han integrado la expedición Elena Arteagoitia, Sara Sampedro y Gorka Leza. Tanto Leza como Sampedro retrasaron algunos días el viaje hasta tierras serbias, que fue iniciado por Barroso y Arteagoitia el pasado sábado 6.
Las dos primeras voluntarias rastrearon durante sus primeras horas de estancia en el país los parques del centro de Belgrado, donde encontraron a decenas de personas refugiadas obligadas a dormir “donde buenamente pueden y les dejan”. Y dos días más tarde iniciaron el trabajo oficial en Subótica, donde al margen de los voluntarios independientes con los que Solidariak Martxan ha trabajado mano a mano están colaborando Cruz Roja Serbia y Médicos sin Fronteras. Mientras que estas ONG solían entregar todos los días a los refugiados una lata de atún, carne enlatada y un pan para comer y cenar, Solidariak Martxan les ha proporcionado alimentos “lo más sanos y saludables posible desde el punto de vista nutricional”, como vegetales, fruta, pasta o arroz, así como los materiales necesarios para prepararlos, como sartenes, aceite o sal. El alquiler del local que han empleado como almacén y la comida fueron pagados exclusivamente con dinero de donaciones particulares, como el que Solidariak Martxan recaudó en las últimas semanas con distintas iniciativas como la fiesta celebrada en La Monstrenka el 29 de julio. El grupo reunió finalmente casi 6.000 euros.
“La mayor parte se la vamos a donar al grupo independiente, y también contemplamos darles una parte a The Timber Project y a I’m Human Organization (iHo)”, describe Barroso. Dos organizaciones que, respectivamente, ayudan a construir casas de madera en los campos y a proporcionar WiFi a los refugiados mediante una roulotte. Habla Barroso en futuro, ya que apenas han podido gastar sobre el terreno una pequeña parte de toda la cantidad recaudada, debido al barato precio del dinero serbio.
Dado que nadie puede acceder oficialmente a los asentamientos donde los refugiados esperan el día en que puedan alcanzar su sueño europeo, el grupo de cooperantes ha realizado el reparto de alimentos en puntos cercanos a los que los refugiados podían desplazarse. El campo de Subótica, por ejemplo, se encuentra a unos 30 ó 40 minutos andando desde la ciudad, por lo que no todo el mundo podía acercarse a recoger la comida, debido también al sofocante calor.
Alrededor de 150 personas solían recorrer a diario el camino hasta la estación de buses de Subótica, uno de los lugares de encuentro de los voluntarios con los refugiados. El equipo de Solidariak Martxan ha conocido sobre el terreno duras historias como la de Hana, una mujer iraquí que ha visto como Daesh asesinaba a gran parte de su familia, entre ellos a dos de sus cinco hijos pequeños, y que ha decidido emprender el arriesgado trayecto a Alemania junto con su marido, tras pasar por Turquía, Grecia, Bulgaria y Serbia.
Pese a un par de “encontronazos” con la Policía, el grupo pudo regresar sin problemas a casa el pasado fin de semana, después de ser partícipe también de varios momentos de los más especiales en Kelebija, como dos Nutella party pensadas especialmente para los niños. Ahora toca descansar y mirar al futuro, donde seguro que no faltan nuevos proyectos. “Hay idea de hacer más cosas, pero de momento nada oficial. Queremos que esto no caiga en el olvido”, advierte Barroso.