San Roque y la Virgen del Rosario ya están de regreso en Elvillar. Lo mismo que San Isidro, que lo hizo en mayo para poder salir en procesión. Pero ninguno de ellos ha sido colocado en el espacio de destino a tal efecto en la parroquia, sino que esperan en la cocina de la casa parroquial el final de la limpieza y restauración del templo quemado hace unos meses.
Sucedió el penúltimo día de marzo. Elvillar se vio sorprendido por una potente humareda que salía por las ventanas de la capilla adosada a la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción. Los Bomberos de Laguardia y de Logroño se las vieron y desearon para acabar con un extraño incendio para el que todavía no se ha encontrado una explicación definitiva.
Cuatro meses después la iglesia permanece cerrada. Las misas se ofrecen en el salón de usos múltiples que hay debajo del bar, donde los propios vecinos se encargan de montar y desmontar lo necesario. Mientras, un grupo de voluntarias se encarga de la limpieza en el interior del templo, donde aún queda mucho por tratar de dejar la iglesia en condiciones. Lo que estaba en riesgo tras el incendio y se podía transportar ha sido llevado a la casa parroquial, pero otras obras de arte de la iglesia han viajado más lejos para ser restauradas, ya que salen en procesión en fechas claves. Por ejemplo, la imagen de San Isidro, una pieza moderna, de escayola, que apenas estaba afectada, y que regresó el 15 de mayo. Dentro de unos días, el 15 de agosto, saldrán San Roque y la Virgen del Rosario tras la restauración realizada por el Servicio de Restauración de la Diputación Foral de Álava.
La responsable de ese área, Cristina Aransay, ha coordinado la recuperación de ambas piezas a través del convenio de la Comisión Mixta con el Obispado gasteiztarra. Se hizo priorizando el trabajo y retrasando otros encargos para poder devolver a Elvillar cuanto antes esas piezas.
Éstas estaban cubiertas de hollín, uno de los ácidos más dañinos para las obras de arte y, además, estaban afectadas por varias capas de restauraciones hechas con mucho cariño y fervor, pero con poco criterio técnico. Aransay relata a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA que aprovechando la limpieza del incendio se ha procedido a retirar los restos de esas desafortunadas intervenciones y se las ha devuelto la belleza original. De esta forma, el pasado viernes se pudo entregar en Elvillar las dos imágenes, junto a unos consejos para que el párroco los transmita a su vez a los cuidan de ellas, especialmente a la hora de vestirlas y de mantenerlas limpias. Ahora, esas labores recaerán en el Servicio de Restauración de la Diputación.
Por su parte, el párroco, Alfredo Zabala, tras la misa de ayer domingo, destacaba que la gente está animada a pesar de la catástrofe que ha supuesto el incendio. “Creo que esto nos ha servido para unirnos más y para colaborar juntos. Las mujeres tienen un trabajo encomiable de limpieza de la iglesia, del suelo, que está como si hubieran echado una capa de brea. Se ha hecho una limpieza pero se tendrán que hacer dos o tres, las que sean?”.
Él mismo confirma que no hay daños en la estructura de la iglesia, aunque hubo temor de algún problema en la capilla. Y es que “la temperatura subió a 850 grados. Aquello era un horno. Se estropeó la instalación eléctrica, la calefacción, las imágenes, la cajonería, el altar, los micrófonos, el sagrario... Lo extraño de todo es que no hubo fuego vivo. Fue una combustión, como la de las carboneras que se hacen en el monte”.
Circunstancias extrañas La causa real del fuego se desconoce aún. Los Bomberos de Álava y los de Logroño no han dado con la causa del fuego y no han podido dar su veredicto porque no estaban seguros. “Por eso no sabemos si ha sido algún cable viejo, una vela o qué. Sí se veía bien dónde estaba el origen, que fue en la zona del altar y en plan carbonera fue comiéndolo todo, incluso el Cristo del siglo XVI”. Lo llamativo es que “con él, además, ocurrió una cosa rara. El Cristo estaba presidiendo el altar y el fuego fue hacia él. Primero destruyó la cajonería que está debajo de esa cruz y después él y un pequeño retablo que acabábamos de poner. Lo extraño es que las dos piernas no se quemaron, aunque sí todo lo demás. Es rarísimo que yendo el fuego hacia arriba y destruyendo la parte superior no afectase a las piernas”.
La pérdida del Cristo es uno de los principales lamentos de los feligreses. Por esa razón, el párroco ha comenzado una campaña para buscar apoyos para realizar otro de corte similar. Ya se ha contactado con un artista que puede tallarlo, pero ahora se necesita la madera antigua que permita el trabajo. Por ello se han lanzado llamamientos para buscar una viga de madera noble que alguien esté dispuesto a donar.
En fiestas, a mediados de este mes, se abrirá el templo para la misa, pero aún queda por realizar toda la obra de restauración: el suelo, la cajonería, las paredes, el techo, el retablo, o la cristalería de las ventanas. Lo que no volverá es lo que se destruyó: un San José, una Inmaculada, manteles y textiles.