vitoria - Una pequeña etiqueta blanca de papel, de apenas dos centímetros de longitud, un código de barras impreso y la inscripción PVP: 4.640 euros. Esta mínima evidencia fue la prueba fundamental que permitió a las autoridades confirmar que dos individuos que se encontraban bajo su punto de mira eran, presuntamente, los autores de los dos robos en la joyería Frida de Vitoria. Los dos detenidos, aún pendientes de juicio en la capital alavesa, cuentan con un amplio historial delictivo y están relacionados con otros asaltos a establecimientos, como el cometido en el bar Batela de la calle Gorbea.

El primer asalto a la joyería, ubicada en la Avenida Gasteiz, tuvo lugar el 23 de diciembre de 2015. El segundo, el 2 de febrero de 2016. El mismo día 2 de febrero, según consta en la documentación policial, una patrulla de la Policía Local de Santurtzi observó de madrugada a un hombre en actitud sospechosa. Al ver a los agentes, el hombre se dirigió hacia un callejón donde se hallaba estacionado un vehículo BMW serie 5 de color negro propiedad de uno de los dos sospechosos del robo en la joyería. Cuando se acercaron, los policías escucharon el sonido de una puerta de coche cerrándose y, acto seguido, al hombre salir corriendo en posesión de una bolsa de deporte oscura. Puesto que no lograron darle alcance, regresaron al lugar donde se encontraba el turismo y, consultaron los datos del vehículo por radio.

En ese momento, los agentes fueron informados de los hechos que habían ocurrido con anterioridad y que hicieron que las piezas del puzzle comenzaran a encajar. El 26 de enero, después del primer golpe a la joyería, la Policía Municipal de Vitoria acudió al bar Batela de la calle Gorbea debido a que había saltado la alarma. La patrulla que atendió el servicio comprobó que las cerraduras del local habían sido forzadas y al inspeccionar los alrededores, observaron a un hombre que trataba de ocultarse dentro de un vehículo estacionado. Un BMW serie 5 de color negro. Cuando registraron el interior del coche, hallaron entre un montón de monedas, una pequeña etiqueta de color blanco con un código de barras y una inscripción: PVP: 4.460 euros. La propietaria de la joyería Frida confirmaría posteriormente que se correspondía con uno de los objetos robados en diciembre.

Tanto la Policía Municipal de Vitoria como la Ertzaintza comenzaron a atar cabos y a establecer que tanto el coche, como su propietario y la persona que fue descubierta escondiéndose en su interior -un amigo del propietario- estaban vinculados con los robos de la joyería.

traslado del vehículo Se solicitó el traslado del BMW a las instalaciones de la comisaría de la Ertzaintza de Vitoria. De forma paralela, al tener conocimiento de que estos dos individuos, viejos conocidos de las autoridades, solían robar vehículos para cometer robos con fuerza como los ejecutados en Vitoria, se ampliaron las pesquisas.

Los agentes descubrieron que el día 2 de enero se había sustraído un Nissan Almera de color gris en la localidad vizcaína de Basauri. Un vehículo que coincidía con la descripción del usado por los ladrones de la joyería. Al cruzar datos, comprobaron que a las 1.37 horas del 2 de febrero, un radar fijo de la carretera N-622 había captado la imagen de este vehículo -la matrícula coincidía- a 158 kilómetros por hora en dirección a Vitoria.

Los trámites legales avanzaron a gran velocidad y los agentes recibieron el permiso para registrar el interior del BMW. Allí descubrieron herramienta variada: cizalla, escalera de cuerda, una barra de uñas, un pasamontañas negro...

Todo este cúmulo de evidencias hizo posible la detención del primer sospechoso. Con posterioridad, se registró otro de los vehículos propiedad de los encausados -un Alfa Romeo 147- y el domicilio del detenido, ubicado en la localidad vizcaína de Galdakao. En la inspección realizada en la vivienda aparecieron gargantillas, más de una decena de anillos, seis pendientes, una caja de relojes, así como varias tarjetas de crédito y una chequera, presuntamente procedentes de otros robos.

Los objetos localizados fueron reconocidos por la titular de la joyería, lo cual precipitó los siguientes pasos. En su declaración, el arrestado negó haber participado en los robos y aseguró que los objetos hallados eran suyos, que parte de ellos se los había comprado a un conocido y que el resto lo adquiría por lotes, procedente de tiendas que cerraban, para luego revenderlo. Además, se declaró consumidor habitual de cocaína desde hacía 20 años, llegando a comprar entre 10 y 15 gramos semanales.

La pareja sentimental del detenido también prestó declaración. Señaló que en alguna ocasión éste le había enseñado una bolsa con joyas “pertenecientes a su familia”, aunque precisó que nunca le había regalado ninguna. Si acaso, “algún peluche”. Lo que sí le había pedido era que le guardara en su domicilio una serie de objetos “a la espera de poder venderlos”. La lista de dichos objetos contenía cinco relojes Gucci, tres relojes Victorinox, dos anillos, un colgante, dos eslabones de reloj y piezas pequeñas doradas.