gasteiz - Sus amigos le dicen que no disfruta nada de los éxitos. Que es tan culo inquieto que al minuto de haber logrado un reto ya está pensando en el siguiente. Eso no significa que no le enorgullezca lo conseguido, simplemente teme la relajación, la falta de autocrítica y la pérdida de ilusión, porque son factores que pueden abocar a morir de éxito.

Quien mejor que Luis Andrés Orive, alma mater del CEA, gurú del medio ambiente, padre de un “fabuloso” equipo que ha logrado colocar a Vitoria en la cumbre del medioambiente y la sostenibilidad, galardón Green Capital 2012 incluido, para echar la vista atrás, situarse en el punto de partida, en los orígenes y despejar el horizonte, aprovechando el 20 aniversario del Centro de Estudios Ambientales (CEA) que con tanto ahínco dirige. Porque, mucho antes de la capitalidad verde europea, Gasteiz ya apuntaba maneras.

En una franja del cero al diez, si no una matrícula de honor, a Vitoria le pone un sobresaliente en medio ambiente, en relación a las ciudades del entorno con las que se le puede comparar. Ahora bien, en términos absolutos, y si “nos medimos por la huella de carbono, aún nos encontramos muy por debajo de lo que deberíamos situarnos, si de verdad queremos ser responsables con nuestro planeta”, reconoce.

Este espíritu crítico es precisamente el que Orive se empeña en transmitir a los políticos y ciudadanos para mantener encendida la llama del medioambiente, y por qué no, la llama de aquella “inconsciencia juvenil” gracias a la que tantos éxitos ha obtenido la ciudad. “Lo veo todos los días en mi entorno más cercano, cuando mi propia familia se acerca y me dice: “Qué bonito está Vitoria”, porque es cierto, pero también me suena un poco a trampa. Me explico: apreciamos el verde de la ciudad porque se ve; en cambio, no visualizamos de la misma manera los problemas, por ejemplo de saneamiento, el ruido, los usos contaminantes, las ondas radioeléctricas, los metales intangibles en el Zadorra, que también está ahí, directamente ligados a un modelo de consumo incompatible con el mantenimiento de nuestro planeta”.

Se refiere a ese consumo exacerbado que “nos lleva a tener una altísima huella ecológica, a pesar de que vivimos en un municipio excepcional y en un entorno que es un paraíso para cualquier civilización que pueble este planeta. Pero simplemente por pertenecer a una sociedad consumista somos muy deficientes gestionando la eficiencia de nuestras viviendas, muy comodones, y nos parece que calidad de vida es tener 27 grados en casa en lugar de 18”. Un derroche con el que confiesa tener que torear todos los días en su propio hogar. “Es imposible que mis hijos apaguen la luz cuando salen de su habitación..., qué va..., todo encendido. Mientras que para cualquier chaval de mi generación, ése comportamiento hubiera sido el abc, ahora se ve como un pasado penoso, que teníamos que apagar la luz al salir de la habitación porque éramos pobres y no porque considerábamos que no había que malgastar”. -Veo que aún le queda mecha-, le digo, y se lo toma como un piropo. “Necesitamos cariño y ganas de mejorar las cosas; porque si nos dejan, todavía daremos alguna alegría a esta ciudad”.

Alegrías como las que ha tenido a lo largo de su dilatada carrera profesional. No se arriesga a subrayar un hito sobre otro, “ha habido muchos”, muchos motivos de satisfacción, de orgullo, que de nuevo le llevan a los orígenes, cuando apenas nadie apostaba por políticas mediioambientales pioneras para la época, salvo la Vitoria de Cuerda. Por ejemplo, cuando el entonces concejal de Urbanismo Juanjo Nanclares les dijo que había apartado una partida de 40 millones de pesetas para hacer el parque de Zabalgana, origen del Anillo Verde. “Se me pone la carne de gallina nada más pensarlo porque eran épocas durísimas, aquellos terrenos eran unas graveras inmundas, similares a lo que hoy podrían ser las de Lasarte, aunque de menor superficie, se había excavado para la estación, eliminado parte del quejigal y lo que quedó se rellenó de mierda con los escombros de Jundiz. Preparamos un proyectito para refundar ese espacio y se lo presentamos a Pedro Goti, entonces director de Urbanismo; lo aprobó y se lo enseñó a Cuerda, que le dio el visto bueno. Fue como un sueño”.

Igual que cuando el exalcalde avaló los informes que el equipo de Orive le presentó para frenar la “brutal” canalización del Zadorra que Gobierno Vasco y Diputación querían acometer con el fin de prevenir inundaciones. Una obra que pasaba por convertir un riachuelillo de apenas diez metros de ancho en un canal de hormigón de 75 metros de anchura, un proyecto que en aquel entonces suponía traer la modernidad a Vitoria porque era mucho dinero, puestos de trabajo... Pese a ello, “informamos negativamente, con aquella inconsciencia juvenil que nos caracterizaba, -ríe- y menudo follón que se montó porque, claro, las tres instituciones eran del mismo partido (como ahora) y, en cambio, el exalcalde avaló nuestros informes contrarios a esa actuación, y rechazó el proyecto”, rememora.

Tampoco olvida el momento en el que el CEA forzó la paralización de un centro temático en Salburua porque, “ni de broma”, consideraban que era por dónde tenía que avanzar la Gasteiz del Anillo Verde. O las siete presas previstas en los Montes de Vitoria. “Me acuerdo de que empezaron los trabajos de roturación para construir la primera, sacamos fotografías a la obra, se las mostramos al alcalde e inmediatamente paralizó el proyecto. Son decisiones muy valientes para aquellos tiempos, que demuestran que la pata política de la sostenibilidad es clave para avanzar”.

De aquella -como él llama- inconsciencia juvenil aún le queda mecha para no tirar la toalla, para conseguir una mayor nivel de protección para los Montes de Vitoria. Y, aunque esquiva la polémica sobre si tienen que ser Parque Natural o no, tiene claro que se trata de un entorno valiosísimo con evidentes amenazas y que, que cada año o cada dos, llega una nueva. “En tu cabeza y en la mía están las decenas de proyectos para estos terrenos que, finalmente no se han ejecutado, pero porque ha habido templanza, informes negativos y suerte, no porque dispongamos de una figura fuerte de conservación capaz de proteger este espacio de cualquier promotor...” Los Montes de Vitoria y el Zadorra son los dos sistemas más preciados de los que puede presumir la ciudad. “En el caso del río, de momento nos hemos librado de aquella gran canalización, pero siguen vigentes planes diseñados para prevenir inundaciones. Y en el sur, por ahora no hay siete presas, ni cuatro parques eólicos, ni una planta de compostaje, ni 1.200 viviendas, ni una autopista eléctrica, pero sí una fragilidad estructural. No es suficiente con proteger 1.500 hectáreas de los Montes de Vitoria, no vale. Habría que pensar en una protección superior. Eso sí, en coherencia y consenso con los propietarios de los terrenos, con los usuarios y con todas las partes implicadas. Sin embargo, ése es un esfuerzo de acercamiento que, en realidad, no se ha hecho nunca. En el fondo nos encontramos en una situación de stand by, en una especie de dejarlo estar que a los Montes de Vitoria no les funciona”, advierte el director del CEA.

graveras de lasarte No obstante, las continuas amenazas que acechan a los Montes de Vitoria no es el único reto que el Centro de Estudios Ambientales tiene que afrontar a futuro. Tras brindar por las mieles de dos exitosas décadas de trabajo, Orive ya maquina nuevas iniciativas para que la ciudad verde camine hacia adelante. Ahora, su talón de Aquiles, lejos de lo que pudiera pensarse, no está en el Anillo Verde, que también, sino en la lucha contra el cambio climático. “Soy consciente de que nuestra actividad se ha focalizado muchísimo en el Anillo Verde, quizá porque es el proyecto más didáctico, el más visual y fácil de percibir por los ciudadanos. También porque se han logrado éxitos, como la Green Capital, que ni habríamos soñado hace veinticinco años con las tremendas amenazas medioambientales que acechaban sobre los bordes de la ciudad. Está claro que haber logrado revertir aquella situación es un éxito. Precisamente por eso, el proyecto para recuperar las graveras de Lasarte cobra ahora más importancia que nunca”. El Ayuntamiento y los propietarios del suelo, entre ellos Kutxabank siguen negociando por la titularidad del suelo, un suelo contaminado, pero “no más que otros con los que nos hemos encontrado hasta ahora”. Cierto que tal nivel de degradación influye en el precio: “Igual no hay que pensar en clave de costes sino buscar fórmulas imaginativas que satisfagan a ambas partes, teniendo en cuenta el penoso pasado especulativo que rodea esta zona, y pensar que ahora tenemos la oportunidad de hacernos con ese suelo para poder acometer actuaciones que nos protejan, por ejemplo de las inundaciones, nos ayuden a mejorar el saneamiento de la ciudad...”, sostiene. -¿Fórmulas imaginativas?- “Claro, no es imprescindible comprar los terrenos, se puede llegar a un acuerdo de cesión mediante el pago de un canon, considerarlo obra de interés para la ciudad... todo ello teniendo en cuenta que detrás se esconde un objetivo común y que Kutxabank, a larguísimo plazo no tiene ninguna intención de desarrollar ningún proyecto en esas propiedades”, aclara.

a futuro Pero, sin duda, el reto que verdaderamente entusiasma en estos momentos a Luis Andrés es el de la lucha contra el cambio climático. Es más filosófico, pero responde a la inquietud del director del CEA, a ese miedo que le acompaña cuando despierta cada mañana, al hecho de que, como el verde ya impregna Gasteiz y los ciudadanos se sienten a gusto con la calidad de vida de su ciudad, se relajen y no pidan más. “Lógicamente no demandas a tus políticos una mejor calidad del medio ambiente cuando la percibes visualmente. Y eso, a la hora de encarar el grave problema del cambio climático nos dificulta afrontar ese trabajo desde una posición de liderazgo como deberíamos por que, así como la iconografía verde de la ciudad ya la tenemos, y el Anillo Verde la representa muy bien, la de una ciudad sin carbono es más complicado de imaginar”, explica.

Aun y todo, no son no el CO2 ni la movilidad ni... que también, el objetivo principal que a futuro se marca para el CEA es mantener encendida entre los gasteiztarras la llama de la sostenibilidad, de la ecología, del medio ambiente, de la defensa del entorno natural... porque es un militante convencido de que, al final, la ciudad sólo evolucionará a mejor si sus habitantes sienten esa necesidad y así lo reivindican. “Necesita la corresponsabilidad de la ciudadanía”.