AMURRIO - Los termómetros de Amurrio marcaban al mediodía de ayer unos escasos 15 grados que, precedidos de una intensa noche de lluvia, hacían presagiar un notable descenso de público en la nueva edición de la fiesta del oro líquido de los campos ayaleses. Sin embargo, el aroma de las tradiciones volvió a ganar por goleada a las inclemencias meteorológicas y, se puede decir, que el XVIII Txakolin Eguna registró un nuevo éxito, a lo largo de una jornada en la que se consumieron 2.400 botellas del caldo protagonista, distribuidas en cerca de 13.000 copas y vasos. “El tiempo nos ha afectado, ya que el año pasado salió un día estupendo y se vendieron 15.000 tickets. Con todo, el balance es mucho mejor del que esperábamos, con colas mucho más ralentizadas, pero sin parar de llegar gente, a las que quiero dar las gracias”, explicó Joxean Merino, gerente de la denominación de origen Arabako Txakolina.

Su compañero Josu Ortuzar, que andaba al frente del puesto conjunto de los caldos Xarmant y Eukeni, de las bodegas Refor y Artomaña de Amurrio, dio la misma opinión. “Hace unos cinco años ya nos visitó también la lluvia y la gente respondió igualmente. Sabíamos de sobra que nos iba a llover, y ya ves las colas que hay”, subrayó, sin pasar por alto que “este año la fundación de productores artesanos de txakoli en Álava cumple 27 años”.

El dato tampoco pasó por alto para los representantes institucionales llegados desde la Diputación y el Gobierno Vasco, que acudieron para mostrar su respaldo. En nombre de todos ellos habló la alcaldesa de Amurrio, Josune Irabien, que agradeció a las ocho bodegas “el esfuerzo de todo un año”, e invitó a degustar todos los caldos “pero con moderación.

El encargado de lanzar el txupinazo que abrió la fiesta -y que, haciendo caso a la regidora local, despejó el cielo de nubes como por arte de magia- fue el presidente tanto de Arabako Txakolina como de la Asociación de Txakolineros de Álava, Luis Mariano Álava. Éste aprovechó su intervención para reivindicar a los medios de comunicación que “cuando se haga referencia a la gastronomía vasca, no se nos obvie, que suele pasar, y creo que nos hemos ganado por derecho propio ese espacio”. No en vano, “la palabra chacolín esta documentada en el Valle de Ayala desde hace más de 400 años, aunque el consumo del vino de la cosecha propia, como se le denominaba antaño, se remonta como poco al siglo X. Y todo ello lo sabemos gracias al investigador local, Salvador Velilla, a quien hoy homenajeamos por sus muchas horas de trabajo callado en los archivos”, aclaró.

El aludido, visiblemente emocionado, hizo un repaso a la historia del txakoli en la comarca, a través de un audiovisual en el que aportó fechas curiosas tales como que en el año 864 ya existían viñedos en Retes de Tudela (Artziniega), que en 1900 había 500 hectáreas de vid en la comarca ayalesa que, con la llegada de la filoxera, se quedaron en 50 en siete años, o que cuando se fundó Arabako Txakolina en 1989 quedaban cinco hectáreas y ahora hay casi cien. Más acostumbrado a lidiar con legajos que con público, Velilla cerró su intervención con un consejo. “El nombre no da la calidad, es la calidad la que da nombre. Y por eso yo alzo la copa por todos vosotros”, brindó, al borde de las lágrimas.

No en vano, la fiesta del txakoli alavés fue aprovechada por la denominación de origen para dar a conocer la calificación de “muy buena” que, el pasado día 18, otorgaron a la cosecha de este año los paladares expertos de los miembros del comité de cata del laboratorio de análisis sensorial de la UPV. “Un 56% se ha llevado un excelente, pero hace falta un 75% para que la puntuación se extienda a toda la producción”, matizó Merino, quien recordó que “estamos ante la añada récord de nuestra historia, ya que tras recoger 641.000 kilogramos de uva, se han elaborado 450.000 litros de txakoli, es decir, 550.000 botellas”.

Respecto a las características del caldo, “predomina la fruta blanca y los cítricos y tiene un nivel de homogeneidad perfecta entre acidez y dulzura”. Para corroborarlo, todos los presentes en este acto protocolario descendieron del salón de plenos del Ayuntamiento hasta la plaza Juan Urrutia, donde se asentaban los puestos de siete de las ocho bodegas de Arabako Txakolina, ya que la laudioarra Garate de Llodio no pudo acudir. No obstante, su stand fue ocupado por el txakoli Txikubin de Paz Verástegui. “Nuestros viñedos están en la localidad ayalesa de Murga. Somos productores con marca propia, pero no tenemos bodega. Nos lo elabora la txakolinería Beldui de Llodio, y este año hemos sacado 4.000 botellas de txakoli y otras 1.000 de espumoso o ardoaparduna”, informó la dueña.

Junto a ella se encontraba Jon Gallastegi de Beldui Txakolina, que ha producido esta campaña “35.000 botellas, a las que sumaremos a finales de este mes, como novedad, un txakoli tinto que esta aún en barrica”. Con algo mayor producción (160.000 botellas) y también con la innovación como estandarte llegó Jon Zubeldia, de la bodega Astobiza de Okondo. “Somos la única de las tres denominaciones vascas que hemos empezado a usar, como prueba de fermentación, el huevo de hormigón. El resultado saldrá en breve”, explicó Zubeldia, a la espera de que les confirmen un pedido en junio desde Canadá, “con lo que ya estaremos presentes en 25 países, desde Sudáfrica a Finlandia, y de Japón a Puerto Rico”.

Quien no está tanto por la exportación sino por el mercado local, acudiendo a ferias, es Txomin Solaun, propietario de la bodega más pequeña de Arabako Txakolina. “Este año sólo he hecho 2.000 botellas. ¿Si no tengo demanda para qué elaborar más?”, espetó. Y es que Solaun es un artesano a la antigua usanza y le duele que “aún hoy día en Vitoria, con todo lo que se esta trabajando, siguen pidiendo en un 80% o 90% los txakolis de la competencia”. “¡A ver si empezamos a hacer patria de una vez!”, rogó. En las cercanías, Txema Gotxi, de la bodega Goianea de Saratxo, quitaba hierro al asunto. “Nosotros también vendemos en Bilbao, el caso es fomentar el txakoli como un producto de calidad”. El suyo parece serlo, ya que acaba de rubricar un acuerdo para introducirse en la cadena de tiendas Wine Rack de Inglaterra. También la bodega Arzabro de Delika viaja, en su caso por Europa y Estados Unidos. “Tenemos seis hectáreas de viñedo y elaboramos 40.000 botellas anuales. Estamos contentos porque está gustando mucho”, aseguró su dueña, María Ángeles Villate.

La nota predominante del día fueron las colas. Primero para la adquisición de tickets, y después para lograr el ansiado trago de txakoli. Pero como para beber hay que saber comer, ahí estuvieron los stands de comida. Pintxos morunos y morcilla de las carnicerías locales, txampiñones, gildas, y txistorra local, que ayudó a cocinar la Federación de Asociaciones Gastronómicas de Álava, Boilur, así como un stand de carne Eusko Label, en el que sirvieron pollo de caserío, costillas de cerdo y hamburguesas.