Vitoria - Un conductor ebrio y bajo los efectos de las drogas, una persecución a más de cien kilómetros por hora por el centro de la ciudad, peatones saltando fuera de la calzada para salvar sus vidas y un abrupto final contra una farola. Todos los ingredientes dignos de una película de acción con Vitoria como escenario. Quienes paseen frente al edificio de Hacienda de la Diputación en la calle Samaniego aún podrán apreciar las huellas que dejó este agitado suceso ocurrido en la noche del 3 de abril y que recientemente se ha saldado con una sentencia condenatoria: 2.525 euros en concepto de indemnización por los daños ocasionados, un año de retirada de carné y cuatro meses de prisión que, para alivio del infractor protagonista, se conmutarán por dos meses de trabajos comunitarios.
Se dieron prácticamente todas las circunstancias para que el incidente acabara en tragedia, pero el azar conspiró para que sólo hubiera que lamentar daños materiales. Los hechos, según consta en el atestado de la Guardia Urbana de Vitoria, arrancaron a las 6.55 horas del domingo 3 de abril cuando dos agentes locales observaron cómo un Volvo gris avanzaba por la calle General Álava y se internaba por Becerro de Bengoa. Sólo un detalle les llamó la atención. El vehículo circulaba por las vías del tranvía, no por la calzada.
Se colocaron a su altura y le pidieron que detuviera el vehículo. En lugar de ello, el joven que pilotaba el Volvo pisó a fondo y huyó a toda velocidad por la calle Cadena y Eleta. Al llegar a Luis Heinz, en lugar de detenerse en el semáforo en rojo, mantuvo el pie en el acelerador y enfiló hacia la plaza Lovaina. Tras saltarse un segundo disco en rojo, tomó la salida hacia Adriano VI y, al llegar a la Avenida Gasteiz, dobló a la derecha. Según el cuentakilómeros del coche patrulla perseguidor, el joven circulaba a más de 100 kilómetros por hora.
Al llegar a Beato Tomás de Zumárraga volvió a girar y enfiló la calle “a una velocidad desorbitada” en dirección prohibida. De allí saltó al tramo peatonal de la calle Gorbea, donde tres peatones, un hombre y dos mujeres, se lanzaron a izquierda y derecha para evitar ser arrollados.
Alertado por radio, un motorista de la Polícía Municipal se apostó en el centro de Sancho el Sabio para obligarle a parar. Lejos de conseguirlo, tuvo que apartarse en el último segundo para impedir que se lo llevara por delante. El turismo impactó contra la moto y el agente estuvo a punto de caer al suelo. Un segundo coche patrulla trató de detener al Volvo en la plaza Lovaina, pero tampoco lo logró. El Volvo ejecutó un arriesgado quiebro y tomó la salida hacia Ramiro de Maeztu, saltándose el tercer semáforo en rojo.
Al joven se le agotó la suerte a la altura de la calle Samaniego. Perdió el control, chocó contra una farola y acto seguido impactó contra la esquina del edificio.
Tras ser detenido, el infractor, un joven de 32 años residente en Cantabria, dio positivo en alcohol, cannabis y cocaína. Los agentes observaron que presentaba una sutura en la cara y lesiones previas al accidente, por lo que le preguntaron qué había sucedido. El ahora condenado les indicó que los porteros de una conocida discoteca de la calle General Álava le habían echado a la calle violentamente y que, tras ser atendido de sus heridas en el Hospital Santiago, había vuelto al establecimiento para hablar con ellos ya que “él había sido portero en esa discoteca y sabía que no podían echarle”. En cuanto al consumo de estupefacientes revelado por los análisis, declaró que no había cenado, que había bebido varios cubatas y que, según reza en el atestado policial, “le habían podido echar alguna droga en la bebida”.