gasteiz - La ambientación del Teatro Principal era ayer la reservada para las grandes ocasiones. Boato y protocolo. Responsabilidad y orgullo. Seriedad y alegría. En la platea se respiraba emoción contenida, nervios y un indisimulado sentimiento de pertenencia al terruño alavés, circunstancia ésta que capitalizaría la atención sobre las tablas del recinto gasteiztarra. En ellas, Juan Ignacio Lasagabaster, pregonero de las fiestas en honor de los santos Prudencio y Estíbaliz, patronos de Álava y los alaveses, leyó e improvisó, quizás no por ese orden, una llamada a la celebración en la que el otrora responsable de la rehabilitación de la Catedral Vieja construyó y asentó su tesis con la pericia de la práctica y con el rigor del tiralíneas de su interpretación.
Eso sí, antes de que Lasagabaster arrancara su discurso, y justo después de que los trompeteros hicieran la tradicional llamada a la fiesta, la cita guardó un emotivo y sencillo homenaje a un hombre que ayer también estaba viviendo un momento especial, el txistulari Eduardo López de Alda, que durante los últimos cuarenta años ha participado con su música en el pregón de las fiestas de Álava y que a partir de junio disfrutará de una merecida jubilación.
Con este motivo, el diputado general entregó a López de Alda un obsequio como homenaje a su dilatada trayectoria como txistulari, momento tras el cual Lasagabaster, que minutos antes recibía la insignia del territorio de manos de Ramiro González, dio inicio a un discurso marcado por su vida, su trabajo y su visión de Álava y los alaveses. El arquitecto, impulsor de la rehabilitación de la Catedral Santa María, tomaba así el testigo del director de orquesta de Amurrio, Diego Martín, encargado de pronunciar el pregón el año pasado, y de la Asociación Magialdia, que hizo lo propio en 2014.
Su pregón, con el que Lasagabaster se preguntaba qué es realmente ser alavés, estuvo plagado de anécdotas personales y confesiones, como aquella en la que el azar se convirtió en el principal protagonista de que su carrera discurriera por los cauces de la institución alavesa al echarlo a suertes con otro compañero arquitecto. Un trabajo en la Diputación que, según aseguró, le sirvió para conocer en profundidad el territorio, sus habitantes y su historia. Lasagabaster recordó sus tres influencias, la guipuzcoana-argentina por parte de padre y la vitoriana y alavesa por parte de madre, sus viajes en el Vasco-Navarro hacia Salinas y Mekolalde con paradas en Urbina o Eskoriatza para visitar a su familia o las excursiones del colegio a Maeztu.
El arquitecto vitoriano desgranó también la importancia que Armentia -su romería, sus rosquillas y sus noches en el bosque- ha tenido siempre en su vida, como también la tuvo su exilio a Pamplona, con el sentido de grupo y comunidad que formó con otros estudiantes alaveses. En su discurso, Juan Ignacio Lasagabaster tuvo tiempo también para alterar el tradicional vtv (vitorianos de toda la vida) y acompañarlo del vctv (vitorianos de casi toda la vida), y se mostró feliz del descubrimiento que cerró el círculo de su condición alavesa, cuando conocieron que el caserío original de su apellido, que hasta entonces todos localizaban como guipuzcoano, resultó estar en el barrio de Zabola en Azkoaga, en el municipio de Aramaio.
Con sus palabras, Lasagabaster, uno de los artífices del Plan Director de Restauración Integral de la Catedral Santa María, fue dejando claro cómo, al fin y al cabo, “cualquiera puede construirse alavés”, pues toda barrera, sea cultural o social, está destinada a ser superada. Así que, como colofón final, al pregonero de las fiestas de San Prudencio y Nuestra Señora de Estíbaliz le llegó el momento de pasar su propio cuestionario final. ¿Alavés por nacimiento? Por supuesto, pues él nació en plena calle Independencia, “encima de Ultramarinos Consuelo, al que debo mi fobia por el queso”, aseguró entre risas. ¿Por circunstancias? También, aunque reconoció que si volviera a empezar le gustaría transitar por caminos que fueron interrumpidos por la vida y la causalidad. ¿Por decisión? Sin duda, porque sus vecinos le dieron el sentimiento definitivo de pertenencia y, como ayer, el reconocimiento de haber contribuido a ensalzar una parte de sus valores.
Y así, animando a los presentes a divertirse “camino de Armentia”, Juan Ignacio Lasagabaster se despidió en su pregón para dar paso a la música en el Teatro Principal. Los sones de San Prudencio se escuchan ya, al fondo, cada vez más cercanos. La retreta entona sus compases inicial, todavía, en la lejanía.
gonzález recibe a los pasteleros alaveses. El diputado general de Álava, Ramiro González, recibió ayer a la Asociación Alavesa de Pasteleros en el prólogo a los actos festivos en honor a San Prudencio y Nuestra Señora de Estíbaliz. González aprovechó, además, para dar la bienvenida a representantes del sector que esta semana visitan Álava, llegados de diferentes puntos del Estado. Foto: Alex Larretxi